Luis Candelas, bandolero español

Del bandolero agarrotado al inventor secuestrado: Luis Candelas y Alejandro Finisterre

Albas y ocasos ·

Tal día como hoy nacía Luis Candelas, destinado a convertirse en el bandolero más famoso de Madrid, y moría Alejandro Finisterre, inventor del futbolín a quien Ché Guevara nunca consiguió ganarle una partida

MARÍA TERESA LEZCANO

Domingo, 9 de febrero 2020, 01:22

Tal día como hoy nacía Luis Candelas, destinado a convertirse en el bandolero más famoso de Madrid, y moría Alejandro Finisterre, inventor del futbolín a quien Ché Guevara nunca consiguió ganarle una partida.

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Luis Candelas:LUIS CANDELAS: Del 9-2-1804 al 6-11-1837

Nueve de febrero de 1804. Nace en una carpintería de la Calle del Calvario el futuro bandolero más famoso de Madrid, que mutaría en leyenda y en protagonista de coplas y versos populares por haber cometido todos sus asaltos sin cobrarse ninguna víctima y, al modo de un Robín Hood castizo, repartía entre los pobres el peculio sisado a los ricos. Expulsado de la escuela cuando respondió al bofetón de un cura, en lugar de poner la otra mejilla, propinándole dos al clérigo, Luis fue simultaneando el bandolerismo con una formación intelectual autodidacta y llegó a ser librero aunque tras robar dos caballos y una mula fue condenado a seis años de prisión y profesionalmente deslibrado de por vida. De regreso a la libertad y al asalto, Luis se forjó una estimable reputación como maestro del disfraz, amén de las simpatías del pueblo y hasta de buena parte de la autoridad, que le ayudaban en sus fechorías y cuya popularidad entre las mujeres eran copleramente refrendadas de la siguiente manera: «Con la puerta abierta y toda la noche en vela, a ver si me roba Luis Candelas. Todo Madrid espera para prenderte, y yo sólo espero para quererte». En el auge de su popularidad y hasta iniciado en la masonería, llevaba Luis una doble vida en la cual era durante el día un indiano adinerado de nombre Luis Álvarez de Cobos y de noche el truhán Candelas que tenía sus dominios de latrocinio y euforia en las cuevas de la Plaza Mayor, cuando cometió dos errores que le arrebatarían, además del trono bandolero, la vida: el primero consistió en asaltar, a su paso por Torrelodones, la diligencia del embajador de Francia a quien no sólo le sustrajo dinero y joyas sino asimismo documentos confidenciales; el segundo fue el de robar en casa de la modista de la reina regente, María Cristina de Borbón-Dos Sicilias, atrevimiento que le depararía al imprudente ladrón una condena a garrote vil, que venía a ser como un collar pero a lo bestia. Ante la inminencia del agarrotamiento letal, Luis Candelas imploró el indulto real que María Cristina le denegó porque con su modista pocas bromas, de tal manera que el ídolo de una España gobernada por el Absolutismo fue penetrado una gélida mañana de noviembre por el tornillo letal al tiempo que él penetraba en la leyenda y desteñía su propia aura por las cuevas que le habían amparado, actualmente reconvertidas en restaurantes ornados de recuerdos candeleros y aromatizados al cocido madrileño. Que aproveche.

Alejandro Finisterre: del 6-5-1919 al 9-2-2007

Doscientos tres años después del nacimiento madrileño de Luis Candelas, moría en Zamora Alejandro Finisterre, poeta, editor e inventor del futbolín, versión española del fútbol de mesa. Nacido como Alejandro Campos Ramírez en Finisterre, cuya ubicación prohijaría en calidad de seudónimo, llevó una existencia digna de una novela de aventuras: herido de gravedad y sepultado entre escombros en 1936 durante un bombardeo sobre Madrid por lo que él calificó como una bomba nazi, fue trasladado a un hotel reconvertido en hospital destinado a la rehabilitación de niños víctimas de la guerra. Tenía entonces diecisiete años. Habida cuenta que la mayoría de los niños hospitalizados eran mutilados que no podían y que tal vez nunca podrían de nuevo jugar al fútbol, a Alejandro se le ocurrió que, ya que existía un tenis de mesa, ¿por qué no habría de concretarse un fútbol de mesa? Había nacido el futbolín, en cuya primera construcción fue ayudado Finisterre por un carpintero vasco también hospitalizado en el hotel de huéspedes heridos. Tras patentar la invención en 1917, Finisterre intentó en vano que su producto fuese fabricado y distribuido a nivel industrial, ya que, del mismo modo que el hotel donde tuvo lugar la invención había sido transformado en hospital, todas las fábricas de juguetes se habían reconvertido en productoras armamentísticas. Se exilió entonces Finisterre a Francia, con tan mala fortuna que por el tormentoso camino se le extravió la patente futbolinística y que fue en París, una década más tarde, cuando se enteró de que un antiguo compañero de hospital le había afanado el invento, si bien accedió el usurpador a pagarle una compensación con la que Finisterre se embarcó hacia Ecuador con el objetivo de entregarse a sus dos grandes pasiones, poeta y editor, y no necesariamente en este orden. Al futbolín sin embargo no había renunciado y, tras perfeccionarlo con una barras de acero por aquí y una brizna de caoba por allí, se dedicó a jugar contra el Che Guevara, a quien ganaba sistemáticamente, evidencia que no impidió que la amistad le ganara la partida a la partida en sí, aunque mientras vencía futboleramente al Che un comando franquista lo raptó, no por futbolero de mesa sino por subversivo, y lo metió en un avión rumbo a España, en cuyo baño envolvió el raptado una pastilla de jabón en papel de aluminio y, fingiendo que se trataba de una bomba, perpetró uno de los primeros secuestros aéreos de la historia. Volvería finalmente Finisterre a España durante la Transición, con su futbolín ya convertido en fenómeno de masas. ¡Gol de Finisterre!

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