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El péndulo es una herramienta para que el hipnotizado centre la atención en un punto. Monika Wisniewska
La hipnosis funciona

La hipnosis funciona

Despojado de su parafernalia habitual, este método de sugestión experimenta un renovado interés en círculos científicos. Potencia la acción de los fármacos y es eficaz para aliviar el dolor si se utiliza como complemento a otras terapias

antonio paniagua

Viernes, 8 de septiembre 2017, 00:21

Primero fue atracción de circo, luego argumento de un sinfín de películas y siempre señuelo para telespectadores incautos. De hecho, hubo una época en que contar con un hipnotizador en la tele eran tan habitual como incluir en la parrilla espacios de predicción del tiempo. Ahora la hipnosis es la excusa a la que ha recurrido el director Pablo Berger para rodar ‘Abracadabra’, una comedia de tintes costumbristas en la que abundan los tópicos sobre esta técnica de sugestión. No es el primer cineasta ni será el último que recurra a este procedimiento para hacer reír. Porque ver al prójimo haciendo el ridículo al estar poseído por fuerzas supuestamente mágicas siempre agrada al respetable.

Sin embargo, la hipnosis es una técnica, tan antigua como la humanidad, que contribuye a la reducción y el alivio del dolor, especialmente el crónico. «La empleamos también en casos de ansiedad, trastornos psicosomáticos y el tratamiento del estrés postraumático. En sí misma, no es una terapia, sino una técnica que, junto con otras, ayudan al cambio de conducta», explica Héctor González Ordi, psicólogo clínico y profesor de la Universidad Complutense de Madrid. Según varios estudios, las técnicas hipnóticas son eficaces para un 75% de los pacientes, lo que desmiente el lugar común de sólo es apta para crédulos y personas sugestionables.

Pese al halo esotérico que la acompaña, la hipnosis está reconocida desde 1958 por la Asociación Médica Americana como una modalidad terapéutica válida para su empleo por psicólogos y facultativos debidamente adiestrados. Ha demostrado su eficacia en el tratamiento del dolor agudo, hasta el punto de que ser usada en operaciones en las que el paciente es alérgico a los anestésicos. «No es nunca una primera opción. En el ámbito de la odontología, es una técnica que se tiene en consideración. También es eficaz para aliviar el dolor oncológico, cefaleas, migrañas, lumbalgias y fibromialgias», sostiene González Ordi.

En cifras

  • 75% es la proporción de personas que se pueden beneficiar de las ventajas de las técnicas hipnóticas.

  • Odontología El uso de la hipnosis es cada vez más frecuente en las consultas de odontología. En Alemania, los dentistas suelen combinar la anestesia con técnicas de relajación basadas en la hipnosis.

  • Soberanía de la voluntad Si alguien no desea ser hipnotizado, no lo será. La persona no es un autómata que actúa como un títere en manos del hipnotizador. Para aumentar la sensibilidad, es primordial saber fijar la atención.

  • 40% La técnica de sugestión acelera en ese porcentaje el proceso terapéutico. Es muy útil para tratar el dolor crónico.

  • Técnica complementaria La hipnosis no es una modalidad de encantamiento, sino una técnica psicológica que sirve como complemento de otras terapias. Por sí misma no cura ninguna enfermedad.

  • Ayuda al parto Ramón y Cajal hizo uso de este método para ayudar a parir a su mujer. Sigmund Freud también se interesó por la hipnosis, pero no resultó válida para sus pretensiones. Tras sucesivos fracasos, se centró en el psicoanálisis.

  • 13% de las personas son poco o nada hipnotizables, un 22% lo son mucho y un 65% se sitúa en un nivel medio.

  • Regresiones No es aconsejable su empleo para tratar los brotes psicóticos ni para abordar la esquizofrenia. Aunque se utiliza para recordar episodios traumáticos, si el periodo de tiempo es muy largo, la memoria no es fiable.

Poco tiene que ver la hipnosis con la visión que ofrece Woody Allen en ‘La maldición del escorpión de Jade’. La imagen de un mago que habla con voz untuosa y gasta cantinela de feriante –«cierra los ojos, te pesan los párpados...»– mientras mueve un péndulo ante los ojos de su víctima ha hecho un daño irreparable a este procedimiento, del que los pacientes desconfían al asociarlo con las pseudoterapias. Y, sin embargo, desde hace algo más de una década, se observa un renovado interés por este recurso, que se ha revelado eficaz para el parto sin dolor, perder el miedo al avión o desengancharse del tabaco. No sólo eso, también ayuda las mujeres que quieren quedarse embarazadas y que acuden a técnicas de fecundación artificial. Por añadidura, multiplica el efecto de los medicamentos.

Similar al duermevela

Lo menos indicado para lograrlo es dejar al paciente como un títere, sin voluntad. «Todo lo contrario; la hipnosis es un estado de concentración que busca desarrollar y potenciar las cualidades del ser humano para funcionar mejor en la vida», dice José Elías, presidente de la Asociación Española de Hipnosis y psicólogo que aplica esta técnica desde hace treinta años. La imagen de un individuo que cacarea como una gallina o se come varios ajos como si estuviera degustando deliciosos bombones se inscribe más en programas de entretenimiento que en la realidad clínica de la hipnosis.

«Es una técnica que, combinada con otras terapias, ayuda al cambio de conducta»

Con todo, hay similitudes entre el procedimiento científico y el que se usa en los números de magia. El proceso comienza con la relajación, estado al que le siguen la pesadez, el sopor y la concentración. «Es un estado muy parecido al duermevela, aunque el sujeto experimenta una especial receptividad a cualquier estímulo. Por eso acelera en un 40% el proceso de la terapia», mantiene Elías. En los espectáculos esotéricos, la concentración es desplazada por el sueño profundo, que sume al afectado en una suerte de encantamiento.

A pesar de su probada eficacia, es muy raro que la hipnosis pueda sustituir a la anestesia. Sí que se ha revelado muy útil, en cambio, en los procesos preoperatorios, además de haber dado buenos resultados en pacientes con asma, colon irritable, trastornos dermatológicos, como verrugas y psoriasis, o en enfermos oncológicos, cuyos vómitos y náuseas se pueden aliviar de forma notable. «Lo que se consigue es que el paciente centre toda su atención en un punto gracias a una focalización sensorial», apunta al experto.

No se trata tampoco del bálsamo de Fierabrás. Por ejemplo, la hipnosis está contraindicada en personas que sufren brotes psicóticos o esquizofrenia. «Por lo demás, es válida para todo, tanto para eliminar situaciones conflictivas como para ayudar a conseguir determinados logros, objetivos profesionales e incluso hitos deportivos». De hecho, ya estaba presente en civilizaciones antiguas como la hindú, china, mesopotámica, egipcia, persa, griega o romana. Sacerdotes, curanderos, brujos y chamanes empleaban la sugestión para inducir cambios cognitivos, perceptivos y conductuales.

Partos rápidos

A fines del siglo XIX ya era popular. Prueba de ello es que Santiago Ramón y Cajal sometió a su mujer, Silveria, a hipnosis durante el nacimiento de sus dos hijos. El premio Nobel dio fe de que, además de atenuar los dolores, los partos se desarrollaron con más rapidez.

Hoy la hipnosis está reconocida por sociedades científicas y colegios de psicólogos

Sigmund Freund también era un adepto de la hipnosis. El padre del psicoanálisis intentó en dos ocasiones hipnotizar a Martha, su esposa, para que se esfumara su aversión a amamantar a sus tres primeros hijos. El método consistía en dormir a la paciente, buscar sus recuerdos traumáticos y después eliminarlos. El experimento no funcionó y la mujer se negó a continuar. La segunda vez, sin embargo, ella se recuperó y tuvo que reconocer que la hipnosis le había ayudado. A la larga, los resultados fueron decepcionantes y Freud fue cosechando fracaso tras fracaso. A partir de esa constatación, el vienés encaminó sus pasos hacia el psicoanálisis.

A causa del circo y el misterio que ha envuelto a la hipnosis a lo largo de la historia, quienes la avalan científicamente tienen que dedicar mucho tiempo a deshacer malentendidos. No es cierto, por ejemplo, que se trate de una técnica peligrosa, ni que implique perder la conciencia. Tampoco el hipnotizador ha de estar revestido de especiales poderes o dones. También es un mito que quien se somete a una sesión de hipnotismo no mienta nunca. De hecho, como señala González Ordi, la memoria es muy flexible y creativa. Aunque efectivas para encarar traumas y fobias, las regresiones al pasado pueden quedar a menudo distorsionadas. El psicólogo clínico desconfía de la reconstrucción de recuerdos que se remontan a más de cuatro años.

Y pertenece más al campo de los mitos que al de la verdad la idea de que el paciente se convierte en un guiñol en manos del hipnotizador. «El sujeto puede negarse perfectamente a decir o hacer lo que el terapeuta le pida», argumenta Héctor González. Igual de falso es que los enfermos puedan quedar ‘enganchados’ durante la terapia, de modo que su mente se encasquille en el trance. Para Antonio Capafons, catedrático de Psicología de la Universidad de Valencia, si bien a algunas personas les cuesta más deshipnotizarse, esta dificultad no es mayor a la que padecen quienes se someten a otras técnicas de relajación.

Hoy la hipnosis está reconocida por sociedades científicas y las revistas más prestigiosas la apoyan. Se enseña en universidades y colegios profesionales de psicología. Para los expertos consultados, lo verdaderamente importante es que el paciente aprenda a realizar por sí mismo una serie de ejercicios a los que podrá recurrir cuando los precise. Es lo que se conoce como autohipnosis. «De este modo, el paciente dispone de sus propios recursos», concluye González Ordi.

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