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Susana Zamora
Lunes, 5 de junio 2017, 00:53
Mide 1,70 metros y pesa 100 kilos. Su apariencia es robusta y algo fría, aunque bajo su uniforme de policía se esconde un tipo amable y muy servicial. Habla nueve idiomas y hasta se presta a hacerse selfies y subirlos a las redes sociales si alguien se lo pide durante su labor de vigilancia. Aunque siempre sale con la misma cara, a niños y mayores les encanta fotografiarse con él. Se muestra tan impertérrito como eficiente. Está programado para eso, porque REEM no es una persona. Es un robot humanoide que desde el pasado mes de mayo trabaja para la Policía de Dubái. Lo hace en centros comerciales, donde, a una velocidad de 3,5 kilómetros/hora que le proporcionan sus ruedas y una batería con autonomía para ocho horas, se desplaza para ayudar a quien se lo pide. Los ciudadanos cuentan con REEM y con la pantalla táctil que lleva incrustada en su pecho para obtener información en tiempo real de incidencias de tráfico, pedir ayuda de emergencia, pagar multas e, incluso, usarlo de guía.
Sus creadores son un grupo de ingenieros españoles que en 2004 crearon la empresa Pal Robotics para desarrollar un brazo robótico. Hoy, trece años después, son un referente internacional en robótica de servicios, «aunque en España no seamos aún muy conocidos», se lamenta Maxime Banon, analista de negocio de la compañía. Este responsable advierte de la tendencia generalizada a «despreciar» lo que está hecho en España: «Pareciese que cualquier cosa que viene de fuera es siempre mejor».
El robocop creado por esta empresa catalana para patrullar puntos turísticos y centros comerciales de la capital de los Emiratos Árabes cuenta con una tecnología de reconocimiento facial que lo hace excepcional. «Puede reconocer con una precisión del 99,97% a cada persona y distinguir así entre un responsable que le está dando una orden y alguien que se quisiera hacer pasar por él; le permite diferenciar hombres y mujeres para referirse a ellos por el género que les corresponde e, incluso, puede identificar a cada ciudadano con las cámaras que incorporan sus ojos si éste quiere hablar en tiempo real con un policía», explica Banon.
Desde que crearan esta plataforma robótica en 2011, la empresa no ha dejado de trabajar en ella para mejorar sus funcionalidades y adaptarla a las demandas de las autoridades dubaitíes, con las que llegaron a un acuerdo en una feria de tecnología de su país. Lo que sí dejan claro desde Pal Robotics es que REEM nunca llevará armas y no está preparado para recibir golpes ni para darlos. «Ni lo está, ni vamos a trabajar para que lo esté», zanjan.
Una invesión de 180.000 euros ha hecho posible poner a REEM en la calle y la previsión de las autoridades de Dubái es ampliar la plantilla humanoide, de manera que en 2030 represente el 25% de las fuerzas policiales. «No sabemos si contarán con nosotros para ese proyecto», indica Banon. «Los ciudadanos suelen desplazarse hasta la comisaría para realizar diferentes trámites y con estos robot podríamos atenderlos las 24 horas del día», afirma Khalid Al Razooqi, director general de la Policía de Dubái.
La capital de los Emiratos Árabes será la sede de la Expo 2020 y para entonces quieren haber incorporado robots plenamente funcionales. Todos se preguntan si se perderán puestos de trabajo, pero las autoridades ya han dicho que no. Sobre esta amenaza se ha pronunciado Luis Miguel Perote. Este ingeniero industrial y miembro de la Asociación de Robótica y Domótica de España (ARDE) explica que la tendencia actual es que los robot sean «colaborativos» y se encarguen de las labores más tediosas, repetitivas y estresantes, mientras que el hombre asume las de mayor cualificación.
España vive ahora un boom de la robótica influida por el cine y por el auge de las nuevas tecnologías. «No hay una universidad en el país que no haga robots. Sin embargo, no despuntamos como productores de robótica. Sí lo hacemos como consumidores de ella», afirma Perote. A esto, Banon apunta: «Deberíamos estar orgullosos de lo que hacemos más allá del turismo, el fútbol y la construcción. Solo nos falta creérnoslo un poco más».
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