Memoria de una tragedia

Una Europa sin corazón

Ha pasado ya medio año de la muerte del pequeño Aylan pero la imagen de su cadáver tendido en la orilla de una playa remueve aún muchas conciencias. Es posible que nuestra continua exposición a escenas dramáticas haya adormecido nuestra capacidad de reacción frente al horror, que la burbuja que hemos construido a nuestro alrededor frene la angustia que en todo ser humano produce la visión del sufrimiento de un semejante.

Repasar la actitud mayoritaria de la UE ante los que huyen de la guerra en Siria tiene algo de reencuentro con nuestra verdadera imagen en el espejo. Los europeos hace tiempo que dejamos de ser esos tipos civilizados que supimos dar forma al legado humanístico que heredamos de griegos y romanos. Nuestro verdadero rostro es el de una sociedad tan ensimismada en su bienestar que ni se inmuta ante el dolor ajeno. Por eso la escultura que Bakhtiar Hlbjee ha instalado en la ciudad kurdo-iraquí de Sulaimaniyah es oportuna. Nos recuerda que el horror sigue presente.

Pasajeros: 17

personas viajaban en la lancha neumática que zarpó la noche del 1 de septiembre de 2015 de la playa de Bodrum, en Turquía, en dirección a la isla griega de Kos. Cuando se había alejado unos 500 metros de la orilla, empezó a entrar agua a bordo. El nerviosismo se apoderó del pasaje y el bote volcó. Se ahogaron todos menos el padre de Aylan.

Juicio contra los traficantes

Dos sirios acusados de organizar la red de tráfico de personas a la que recurrió la familia de Aylan para intentar llegar a Grecia están siendo juzgados en Bodrum. Los acusados, que se enfrentan a penas de 35 años por la muerte de al menos cinco de sus clientes, entre ellos el propio Aylan, han negado los cargos. El juicio está suspendido; los tribunales turcos están desbordados por la avalancha de refugiados.