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Ester Requena
Martes, 5 de enero 2016, 00:28
En Valencia son de corazón morado. En Asturias de llorar. En Cantabria de quedarse con los ojos como platos; de pulpo en Castilla-La Mancha y los andaluces somos más de reírnos a carcajada limpia o de apretar los dientes, según se mire. Pero, sobre todo, a los españoles nos mola poner una carita mandando un beso con corazón. Los emoticonos forman parte de nuestra vida y a día de hoy pocos pueden vivir sin ellos en el móvil. Acaban de cumplir dos décadas en plena forma: a diario se envían seis mil millones de emojis y stickers. O lo que es lo mismo: 70.000 cada segundo. Incluso el Diccionario Oxford ha elegido uno de estos símbolos como la palabra del año: la carita con lágrimas de risa.
Su uso ya no se reduce a los más jóvenes. Se ha extendido a todas las edades, aunque los estudios aseguran que las mujeres emplean más emoticonos que los hombres. Muchos ven en ellos la evolución en el siglo XXI de las pinturas rupestres y los jeroglíficos. Aunque su función es bien distinta. Se encargan de enriquecer el lenguaje escrito con entonación, estados de ánimo, gestos... matices que no están presentes en la lengua escrita y que sin estos simpáticos dibujos podrían generar malentendidos. «Amplían las posibilidades comunicativas y garantizan que los mensajes se entiendan de la forma correcta», afirma la lingüista Lisa Lebduska, del Wheaton College de Massachusetts. Hace unos meses el portal Buzzfeed publicó una entrevista con la ministra de Asuntos Exteriores australiana, Julie Bishop, en la que las respuestas habían sido redactadas en su totalidad con caracteres emojis.
Con una imagen más rudimentaria, los emojis nacieron en color en 1990 de la mano del japonés Shigetaka Kurita, quien nunca ha percibido derechos de autor, algo de lo que se siente orgulloso «porque las letras tampoco los tienen».
Justo un lustro después llegaron por vez primera a los móviles Pocket Bell (se acaban de cumplir 20 años) extendiéndose rápidamente a los correos electrónicos y a los primeros chats de internet. Entonces solo se basaban en símbolos y curiosidades japonesas, de ahí su toque recordando al manga (el apelativo emoji proviene del japonés e, imagen, y moji, carácter). Sin embargo, los puristas adelantan su origen, aunque en papel, a Scott Fahlman, un informático de la Carnegie Mellon University, en Pittsburgh, uno de los más destacados centros de investigación de Estados Unidos en el área de la robótica. Ya en 1982 incluía en sus mensajes a sus compañeros de trabajo anotaciones como :-) para denotar que era una broma. Para los serios usaba un :-( al final de sus frases. Luego llegarían el guiño y la carcajada.
Hasta los partidos políticos han contado con sus emojis en el 20D, aunque solo para Twitter, donde cada segundo se lanzan 200. Y hay lista de espera para formar parte del selecto grupo de estos dibujitos. «Recibimos muchísimas propuestas para nuevos emoticonos», afirma Ben Davis, presidente de Unicode, una especie de lobby que se encuentra detrás de su estandarización y codificación para que luego los use medio mundo. Porque el proceso para convertirse en emoji cuenta con una burocracia digna de un secreto de Estado. Muchos meses de valoraciones para analizar si ocupará una laguna necesaria en el lenguaje o si tendrá un uso masivo. Entre los que acaban de pasar el filtro se encuentra uno dedicado a los selfis y una nariz de Pinocho. Aunque para ponerlos en el móvil habrá que esperar hasta junio de 2016.
Mezquitas y sinagogas
Las últimas novedades han sido la distintas tonalidades de piel así como las parejas de hombres y de mujeres besándose, reivindicadas por el colectivo LGTB. Y ya se trabaja en los símbolos que representen mezquitas y sinagogas... porque ahora mismo solo existe la iglesia cristiana. La paella española o la tortilla de patatas tendrán que esperar por más que miles de personas han solicitado su inclusión. No han pasado el filtro para sumarse al millar de emoticonos existentes, de los que en España usamos los relacionados con la fiesta un 72% por encima de la media mundial. Una curiosidad: se ha descubierto que la famosa flamenca viste en realidad un traje de salsa.
Eso sí, al ser símbolos, cada uno los interpreta según su imaginación... y cultura. De hecho, las dos manos con las palmas juntas que en nuestro país pasan por un rezo o un ruego, en Japón es un saludo. O los monos ciegos, sordos y mudos que muestran sorpresa y vergüenza se basan en un proverbio budista: «No escuches al mal, no veas al mal, no hables al mal». Con 20 años de vida, la historia de los emojis solo ha empezado a escribirse... aunque su futuro aparece lleno de caritas sonrientes.
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