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La última lágrima del 'Padre Coraje'

La última lágrima del 'Padre Coraje'

Descendió a los bajos fondos para desenmascarar a los asesinos de su hijo. Dos décadas después, Francisco Holgado, de 71 años, marcha hasta Madrid para que no prescriban las 33 puñaladas que acabaron con su vida

francisco Apaolaza

Domingo, 11 de octubre 2015, 23:55

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Dicen que el tiempo lo cura todo y es mentira. A Francisco Holgado se le ha puesto el sol 7.200 veces sobre la pena y sobre la rabia. Se quema en una hoguera triste que comenzó a arder aquel maldito 22 de noviembre de 1995, cuando asesinaron a su hijo Juan, de 26 años, en una gasolinera de Campsa de Jerez de la Frontera. Todo ese horror sigue vivo: su mujer Antonia corriendo hacia el hospital y enterándose de que el cuerpo ya estaba en el tanatorio, los dientes rotos de apretarlos, las manchas de sangre del local llenándolo todo el suelo, las paredes, la fotocopiadora, como si allí hubieran peleado dos fieras sin piel... Y los asesinos en la calle. Francisco sigue bregando contra esa pesadilla dos décadas después. A sus 71 años, cansado, enfermo y desesperado, el Padre Coraje juega su última baza para tratar de resolver el crimen: marcha de Jerez hacia Madrid en un intento de agilizar la investigación y de que el delito no prescriba. «No voy a parar hasta que me muera».

Entre lágrimas comenzó el lunes, a las siete de la mañana, su caminata hacia capital, más de 600 kilómetros, pero ese camino comenzó en realidad aquel 22 de noviembre. La última operación aparecía en la caja registradora de la gasolinera cuando pasaban dos segundos de las cuatro de la madrugada. Después, se sabe que varios delincuentes entraron en el local y cosieron a Juan con 33 puñaladas algunas con un cuchillo de 18 centímetros de hoja, lo dejaron agonizando en el suelo y uno de ellos se bebió un brick de zumo.Sin piedad.

Esa escena ha pasado por la cabeza de Francisco yAntonia, su ex mujer, día tras día. Ha sido una vida dedicada a buscar una justicia que no encuentran. Francisco dejó su trabajo en una sucursal bancaria, se compró una peluca, unas gafas, ropa vaquera y se arrastró por los infiernos del Jerez de hace veinte años para hacerse pasar por otra persona (Pepe, un maleante más) y desentrañar el crimen. Allí, en las fogatas, en los barrios de la droga, sobre el barro por el que caminaban cadáveres andantes, consiguió acercarse al delincuente Pedro Asencio y se hizo amigo del que, a su juicio, es el asesino de su hijo. Se jugó la vida porque ya no le valía de mucho.

Viaje al infierno

En todo ese tiempo consiguió grabaciones que imputaron a tres toxicómanos: Pedro Asencio, al que acusaban de haber vendido una medalla de Juan, Domingo Gómez Dominguín y Yolanda Castro, que confesaba haber sido testigo de la escena.En el primer juicio no se admitieron las grabaciones y quedaron en libertad.En el segundo, sí, pero en 2003 no encontraron suficientes pruebas de cargo: ni las huellas dactilares ni el ADN coincidían con los suyos, así que salieron absueltos de nuevo.El caso sigue abierto, pero si no hay resultados, el 22 de noviembre prescribirá.

¿Quién cree hoy que lo hizo?

Los mismos que creía entonces. Los sigo viendo por la calle.

«La esperanza es lo último que se pierde. Dicen...». Holgado guarda silencio al teléfono mientras camina por la cuneta de la A4, cerca de Sevilla, donde esta semana se ha encontrado con el abuelo de Marta del Castillo. Lleva unos zapatos cómodos, una camiseta con la foto de Juan (tendría hoy 46 años) y una mochila llena de agua y barritas energéticas. También un spray con el que va dejando un mensaje que se ha convertido en su firma y que ha llenado el paisaje de Jerez en este tiempo: Justicia para Juan Holgado. Anda más de 30 kilómetros diarios sin entrenarse y no se sabe cuánto durará. Sufre del corazón. Por las noches, descansa en una caravana que conduce un chófer contratado.

Antes de llegar aquí ha hecho de todo: pintadas, huelgas de hambre, manifestaciones en la calle, en los plenos del Ayuntamiento... Incluso se sentó en la vía y llegó a parar un tren. Fue tanta su lucha que el periodista jerezano Pepe Contreras lo bautizó como Padre Coraje, el título de una serie de Benito Zambrano sobre su historia que les trajo más disgustos que alegrías. SegúnAntonia Castro, su ex, hubo personas que les acusaron de lucrarse de su desgracia, pero ellos juran que no cobraron un céntimo.

Ahora tiene dos objetivos. Uno casi imposible: que no prescriba el delito. El otro, que se agilice la investigación. Su abogado, el letrado José Miguel Ayllón, reclama que se cotejen las diez huellas sin dueño que se encontraron en el escenario del crimen con los archivos actuales de las Fuerzas de Seguridad del Estado, que se intente conseguir ADN con «las técnicas de hoy en día», más avanzadas, y que se investigue uno de los principales agujeros del juicio en su opinión, que es el papel de Yolanda Castro, la testigo de los hechos que se desdijo. Es sobrina del exalcalde jerezano Pedro Pacheco y, a su entender, se la hicieron «muchos favores» durante la vista.

Sus perspectivas no son malas, aunque el caso ya se ha llevado por delante tantas cosas que las victorias son limitadas. Perdió a su familia, su trabajo, su salud física y la mental. Antonia y él se divorciaron de mala manera, cruzaron decenas de denuncias y un juez llegó a firmar una orden de alejamiento contra ella en 2009. «Y lo que más me duele de todo eso sigue siendo la injusticia», concluye Francisco.

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