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zigor aldama
Jueves, 25 de junio 2015, 00:02
¿Acaso existe alguna diferencia con la de ternera, la de un tiernocorderito o la de un lindo cochinillo? La respuesta divide a China, y nunca es más evidente esa polarización que durante el solsticio de verano. Es el momento en el que unos 10.000 ejemplares son sacrificados en la localidad sureña de Yulin para celebrar su Festival de Carne de Perro, que se popularizó en la década de los noventa y que reúne a cientos de productores que defienden que, además del mejor amigo del hombre, puede formar parte de su dieta. «La tradición de comer perro es ancestral, mientras que la de tenerlo como mascota es algo nuevo y fruto del carácter burgués que se está desarrollando en las ciudades», espetó ayer uno de los vecinos que se encararon a los veinticinco activistas pro derechos de los animales que desplegaron pancartas contra el festival frente al ayuntamiento de Yulin. «Es una barbarie que mancha la imagen de China», le respondieron durante el rifirrafe.
Pero lo cierto es que el gigante asiático no es el único lugar en el que sus ciudadanos disfrutan de un plato de can. Sucede en una decena de países, que incluyen culturas tan diferentes como las de Suiza, donde la ONG Chats Noiraigue denuncia que un 3% de la población consume perro y gato «de forma discreta», Vietnam, o Corea. Lógicamente, en ninguno de estos países es delito sacrificar perros para consumo humano, pero sí que se exige que se haga en las mismas condiciones sanitarias requeridas para el resto de los animales. Y ahí es donde radica el aspecto más enconado de la polémica en China. Porque una investigación publicada este mes por la ONG Animals Asia ha certificado que muchos de los perros que se venden en Yulin no han sido criados en granjas, sino 'cazados' en las calles.
«Muchos son animales callejeros, cuya ingestión puede derivar en problemas de salud pública, y otros incluso se venden con la identificación de sus dueños, lo cual demuestra la existencia de un mercado ilegal», denuncia la organización en el texto. El propio Gobierno chino ha reconocido irregularidades en la cría y el sacrificio de los perros, pero asegura que este año ha llevado a cabo estrictos controles para garantizar que los animales hayan recibido las vacunas necesarias y que la carne sea manipulada de acuerdo a los estándares de higiene del país. Así, los comensales pueden disfrutar de las delicias gastronómicas de perro, condimentadas con lichis (fruta tropical) como manda la tradición, sin preocuparse de tener que salir corriendo en busca de un váter.
Prohibida si tienes fiebre
Pero, ¿por qué tanto interés por comer perro? «Es muy saludable en este momento del año», sentencia uno de los vendedores. Es una afirmación que se lleva haciendo en Asia desde hace medio milenio. No en vano, tanto el vademécum chino publicado en 1578 por Li Sijin como la enciclopedia médica coreana de 1613, que describen la carne en términos más filosóficos que culinarios dicen que es una carne caliente, razón por la que nadie con fiebre debe comerla, le otorgan varias propiedades positivas: fortalece el estómago, mejora la circulación sanguínea y, cómo no, potencia la virilidad de los hombres. Según estos escritos, los perros de pelo amarillo son los más adecuados para ellos, mientras a ellas se les recomienda ingerir los de pelo negro. Los peores son los blancos, como el samoyedo.
«En realidad, la única razón por la que hay gente que se opone a que comamos perro reside en la relación sentimental que ha desarrollado hacia ese animal. Porque ni está en peligro de extinción, como puede ser el caso del tigre, ni encierra peligro alguno para el ser humano. En Occidente hay quienes tienen cerdos, conejos y hasta roedores como mascotas. ¿Deberíamos dejar de comerlos por esa razón?», comenta el responsable de un restaurante de la capital vietnamita, Hanoi, en el que se sirven varios platos elaborados con carne de canes. «Pido que se respete nuestra tradición y que no se nos trate como a criminales», concluye. A esos mejor dejarlos vivir.
En cualquier caso, los razonamientos importan poco en un debate tan visceral. De hecho, algunos activistas, conscientes de que no tienen la ley de su parte, han pasado a la acción de forma diferente. Es el caso de Yang Xiaoyun, que el año pasado gastó 150.000 yuanes (22.000 euros) en el festival de Yulin para comprar unos 350 perros y evitar así que fuesen sacrificados. Este año, después de haber lanzado una campaña online para obtener fondos, ha regresado para salvar a otro centenar. Lo que no se sabe es qué hará con todos ellos, porque Yang reside en Tianjin, nada menos que a 2.000 kilómetros de distancia.
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