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Antigua imagen de Jesús de Viñeros, destruida en los sucesos de mayo de 1931.
Manuel Rubio Velázquez y los restos de Pedro de Mena

Manuel Rubio Velázquez y los restos de Pedro de Mena

Hallada la sepultura del artista, el académico solicitó su traslado provisional a la iglesia del Santo Cristo

Andrés camino romero

Martes, 11 de noviembre 2014, 01:36

El siglo XIX es un periodo de nuestra historia local tremendamente interesante por lo que aún se desconoce y queda por descubrir de la Semana Santa en sus más variadas vertientes y disciplinas. Como nueva aportación biográfica, se trae a estas páginas de 'Pasión del SUR', de manera muy resumida, la vida y obra de un personaje destacado de la sociedad decimonónica malagueña: Manuel Rubio Velázquez de Velasco Rentero.

Fue descendiente de los marqueses de Valdeflores junto a sus hermanos Encarnación y Antonio, siendo este último quien ostentara el título nobiliario. Manuel realizó en su juventud la carrera de abogacía. En los datos del padrón municipal de 1862, consta que había sido bautizado en la parroquia de los Santos Mártires, tenía 39 años (por lo que presumiblemente pudiera haber nacido alrededor de 1823), su estado civil era soltero, residía en el número 17 de la calle Ollerías y contaba con un servicio doméstico formado por dos criados y una criada.

La vida pública y social de este prohombre, de noble cuna, fue muy prolífica en sus aproximadamente sesenta años de vida. En 1854 se incorporó a la junta directiva de la 'Sociedad de Seguros Mutuos de Incendios de edificios en Málaga', desempeñando en ella el puesto de secretario. En los comicios municipales de 1857, donde se eligieron a 36 representantes del Ayuntamiento en las cinco mesas electorales distribuidas por la ciudad, obtuvo el acta de concejal por el distrito número 4 (el de Santa Ana), con 71 votos. Una vez que el gobernador civil Miguel María Fuentes ratificó los resultados de las elecciones locales, se procedió al sorteo para el orden numérico de los ediles, introduciéndose en una cantara las cédulas con los nombres de cada uno de ellos. Manuel Rubio Velázquez salió designado «regidor primero». En esta corporación formó parte de la Comisión Inspectora de Fuentes y Cañerías, e intervino presentando diversas mociones.

Durante los días 20, 21 y 22 de junio de 1858, tuvieron lugar en Málaga las elecciones para la designación de dos diputados provinciales. Tras procederse al recuento, fueron proclamados: Joaquín Ferrer, por el distrito de la Alameda, con 254 sufragios; y Manuel Rubio Velázquez, por el de la Merced, con 134.

Mientras tanto en el Ayuntamiento, y según lo reglamentado en la Ley Municipal de 1845, se llegó a realizar un sorteo en el mes de julio de 1858, para saber quiénes eran los ediles que debían abandonar el Consistorio a primeros de enero del año 1859. Entre los once nominados, se hallaba Manuel Rubio Velázquez. El resto de miembros continuaría durante el bienio 1859-1860, más las incorporaciones que se produjeran con los elegidos en las cinco mesas electorales instaladas en el mes de noviembre de 1858.

A la finalización de sus funciones en la entidad local, y no antes, debió tomar posesión del cargo de diputado provincial, ya que la Ley no permitía compatibilizarlos. Hay constancia, por algunas fuentes documentales, que en 1861 estaba en su poder el acta de diputado provincial que mantuvo, por lo menos, hasta 1865.

Ingresó en la Academia de Bellas Artes de San Telmo como miembro numerario el 10 de enero de 1867 y destacó a su paso por ella, entre otras cuestiones, por rescatar los restos mortales del insigne escultor granadino Pedro de Mena y Medrano, como se verá líneas más abajo.

José Luis Álvarez de Linera Duarte, secretario-archivero de la Hermandad de la Santa Caridad entre 1918 y 1935, a la que él biografiado también pertenecía, mostraba en un historial las ocupaciones y distinciones de Manuel Rubio Velázquez: capitán de Caballería de Ultramar, condecorado con la honorífica medalla de la reina Isabel II, caballero de la Ínclita y Militar Orden de San Juan de Jerusalén, caballero de la Orden Civil de Beneficencia condecorado con la cruz de 2ª clase, secretario de la Junta Provincial de Agricultura, Industria y Comercio, vocal de la Junta Provincial de Venta de Bienes Nacionales, vicepresidente de la Junta Provincial de Sanidad y socio de número de la Sociedad Económica de Amigos del País.

Murió en Málaga, el 29 de septiembre de 1883.

Viñeros

La Cofradía de Nuestro Padre Jesús de Viñeros ha sido, desde su fundación en 1615 en la iglesia conventual de Nuestra Señora de las Mercedes, una de las instituciones nazarenas que más altibajos ha padecido a lo largo de su centenaria historia. El incumplimiento de las normas dictadas por el Consejo de Castilla, la epidemia de fiebre amarilla, el expolio de objetos y enseres por parte de las huestes napoleónicas, la crisis económica, etc., han sido algunas de las causas de sus continuas disoluciones temporales. Pese a estas contrariedades, casi siempre ha contado con insignes y relevantes figuras o miembros de familias de las clases más acomodadas de la ciudad (Juan Gómez Molina, Fernando de la Macorra Añiño, Joaquín María Díaz García, Narciso Díaz de Escovar, Enrique Ximénez de la Macorra, etc.). En el caso que se trata, Manuel Rubio Velázquez de Velasco Rentero ingresó en la Corporación en 1843 y, por motivos desconocidos, causó baja en la nómina de hermanos en 1850. Desgraciadamente por la falta de documentos no puede precisarse el grado de implicación y compromiso que tuvo en la Cofradía de Viñeros, aunque no sería de extrañar que formara parte de la junta de gobierno en la que asumiera alguna función significativa antes las muchas inquietudes asociacionistas que poseyó a lo largo de su vida.

Justamente en esa época en el seno de las cofradías y hermandades, del ámbito que fueren, primaba más la actividad funeraria que la procesional, de ahí que esta fraternidad de cuño mercedario no fuera una excepción y mandara construir un panteón en el cementerio de San Miguel para dar cristiana sepultura a sus miembros difuntos. Después del cese como componente de la Cofradía de Viñeros, ingresó el 28 de febrero de 1852 en la Hermandad de la Santa Caridad, cuya sede estaba en la iglesia de San Julián.

Santa Caridad

Tras desempeñar distintas responsabilidades en las juntas de oficiales de esta hermandad de carácter benéfico-asistencial, sustituyó a Fernando de la Macorra Añiño al frente de la misma el 21 de noviembre de 1860, cargo que ostentó hasta el 22 de mayo de 1877, siendo reemplazado por el comerciante Fermín Alarcón Luján.

De los diecisiete años de gestión ha de destacarse, por encima de cualquier acción o propuesta, los preparativos que se llevaron a cabo con motivo de la visita efectuada por la reina Isabel II al hospital de San Julián el 19 de octubre de 1862. En el libro de actas de la propia Hermandad de la Santa Caridad se lee el siguiente encabezamiento: «Regia Visita (), la Reina de Epaña, D[oña]ª Isabel Segunda de Borbon, y el Rey Consorte, D[o]n Francisco de Asis de Borbon, á esta Casa Hospital de San Julian, de la ciudad de Málaga, bajo la Direccion de la Hermandad de la S[an]ta. Caridad de N[uestro]. S[eñor]. J[esu]. C[risto]., cuya casa y hermandad son hijas de la de Sevilla».

A pesar de ser uno de los acontecimientos más notorios en la secular historia de la hermandad desde su reorganización en 1682 (recuérdese que fue fundada a los pocos meses de la conquista de Málaga en 1487 por los Reyes Católicos y vino funcionando hasta 1680), Manuel Rubio Velázquez se encontraba enfermo en la villa y corte de Madrid, privándole esta fatalidad de recibir a la mismísima reina Isabel II.

Durante su mandato el hospital llegó a alojar a veintinueve pobres, el mayor número que se recuerda en este establecimiento de caridad, enclavado en pleno corazón del Centro, entre las calles Nosquera, San Julián y Muro de San Julián.

A lo largo de los diecisiete años de gobierno se acometieron múltiples reformas en el edificio, como la de 1863. Ésta consistió en el blanqueo del mismo y trabajos de albañilería como los realizados para impedir que las ventanas que daban a la calle no sirvieran como basureros, poniéndose verjas de hierro.

Académico

Cuando Manuel Rubio Velázquez llevaba siete años al frente de esta señera institución (1867), hoy día desaparecida, ingresaba en la Academia de Bellas Artes de San Telmo como miembro numerario. En 1873 llegó a sus oídos el acuerdo del Ayuntamiento de corte republicano de demoler la iglesia y el convento del Císter, donde reposaban los restos del artista granadino Pedro de Mena y Medrano, fallecido en 1688 en Málaga.

El académico Rubio Velázquez se apresuró en rescatar los despojos del artífice, entre otras obras, de los cuarenta tableros para el coro de la Santa Iglesia Catedral o la efigie del Santísimo Cristo de la Buena Muerte destinada al convento de Santo Domingo de Guzmán, no sin antes preocuparse por los del prebendado Alonso García Garcés, quien había sido el refundador y primer hermano mayor de la Santa Caridad de 1682 a 1684, cuyo enterramiento había tenido lugar en este mismo enclave erigido en el siglo XVII.

Con la vuelta de la Restauración se detuvieron las oleadas de desamortizaciones y las propiedades retornaron a sus legítimos dueños y propietarios. Desde ese momento comenzaba un arduo y laborioso trabajo de localización de las cenizas de ambos próceres.

Para la identificación del eclesiástico se hizo imprescindible la participación de Joaquín María Díaz García y del presbítero José Baret Adisson ya que era, por entonces, sacristán mayor de la parroquia del Sagrario y capellán de las monjas del Cister.

Después Rubio Velázquez se ocupó de los del insigne escultor y solicitó en 1877, tras localizarse la sepultura el 22 de noviembre de 1876, el permiso correspondiente de las autoridades locales para trasladarlo provisionalmente a la iglesia del Santo Cristo de la Salud, dado que, por ese años, aún no se había iniciado la construcción de la actual abadía, donde reside canónicamente la Hermandad del Santo Sepulcro desde el pasado mes de enero.

En 1995 se procedía a realizar unas obras de restauración en el antiguo templo de la Compañía de Jesús, descubriéndose la caja de plomo que contenía los restos de Pedro de Mena, siendo conducidos a la abadía del Cister, como el maestro había dispuesto en su testamento, pues en el antiguo edificio habían profesado como monjas sus hijas, Claudia y Andrea.

En estas resumidas líneas, el lector ha podido hacerse una ligera idea de la ajetreada y comprometida actividad pública, asociacionista y cultural que mantuvo Manuel Rubio Velázquez en el desempeño de los cargos y puestos que detentó en su vida.

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