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Como ir a un balneario. Así es la piscina municipal de Almargen, un pueblo situado en el norte de la provincia de Málaga, donde cada año usan las aguas con gran valor mineral del arroyo Salado para llenarla. Los almargeños disfrutan desde hace ya varias décadas de estas aguas de gran calidad termal, que, en su día, se han comparado con otras de balnearios tan famosos como el de La Toja, en la provincia gallega de Pontevedra, o el de Baden-Baden, en la Selva Negra (Alemania).
Cada verano, esta piscina de acceso público, previo el pago de una entrada (también existe la modalidad de abonos), se llena tanto de los vecinos del pueblo como de muchos visitantes que acuden allí porque conocen las propiedades saludables de sus aguas. Sobre todo para algunas patologías relacionadas con la piel, como la dermatitis atópica, tan común en los últimos años entre muchos niños.
En concreto, la piscina se llena con agua clorurada sulfatada sódica cálcica de forma natural. Aunque en los últimos años se ha hecho famosa por esta peculiaridad, realmente se abastece de aguas procedentes del nacimiento del arroyo Salado, situado apenas a un kilómetro de allí, desde su construcción, es decir, en los últimos años de la década de los setenta, cuando el país vivía la transición entre la dictadura franquista y la democracia.
Pero, esta piscina también tiene su propia prehistoria. Como relata, Antonio Marín, administrativo del Ayuntamiento de Almargen, mucho antes que se construyera la actual piscina municipal, hubo un hombre del pueblo que decidió crear una charca cada verano en el cauce del arroyo con la ayuda de sacos de tierra para recrecer el borde y hacerla más profunda. Se conocía como la poza de Chito por el apellido de este emprendedor, que cobraba en pesetas el acceso a la misma a cada bañista. Desgraciadamente, un verano falleció ahogado un niño, lo que derivó finalmente en la construcción de la piscina actual, en una zona muy cerca del cauce
En principio, relata Antonio, «se llenaba directamente desde el propio cauce del arroyo», pero, con los años, se fue mejorando el sistema hasta que se ha conseguido que el agua llegue directamente por tuberías desde el nacimiento, situado en el paraje de Casa Blanca, en una ribera donde abundan hoy los eucaliptos. «Antiguamente, se llenaba la piscina, pero en cuanto se ponía sucia, se vaciaba de nuevo al arroyo y nos quedábamos varios días sin poder bañarnos», rememora Antonio.
Desde 2008, el agua dura toda la temporada estival y sólo se vacía al final. Además, el agua de las duchas viene sin ningún tratamiento directamente desde el nacimiento. Por eso, son muchos los bañistas que tras mojarse bajo ellas se secan al sol y no con toallas para aprovechar las virtudes dermatológicas de las aguas.
Todavía hay quien recuerda los primeros años de esta piscina actual, en la que en la entrada había una choza para dar sombra al encargado de cobrar la entrada, junto al típico botijo. Lo recuerda este administrativo del Ayuntamiento de Almargen, que, además de ser una auténtica enciclopedia del pueblo, es conocido por su participación en el concurso de Pasapalabra.
.Que él recuerde, no ha habido ningún año que por sequía se haya secado en verano el arroyo y, por tanto, siempre ha sido posible usar sus aguas para la piscina.
Desde mediados de julio hasta finales de agosto es cuando se deja notar más la presencia de foráneos, lo que no siempre sienta bien a los lugareños, que se quedan sin la intimidad de las primeras semanas. Esto lógicamente provoca algunos recelos, aunque, normalmente, prevalece el carácter acogedor de este encantador pueblo malagueño, situado en el norte del Valle del Guadalteba, en el límite con la provincia de Sevilla.
La piscina que se llena con las aguas minerales del arroyo Salado no es ni mucho menos la única curiosidad de este pueblo del Guadalteba. De hecho, desde hace años hay quien lo ha puesto en el mapa por uno de los tantos vestigios arqueológicos que se han hallado en su territorio.
En concreto, se trata de un icono de piedra de la Diosa de la Fertilidad, tallado hace más de cinco mil años. Cada año se acercan hasta el museo de historia de este pueblo numerosas parejas que quieren ver y tocar la piedra esculpida por una llamativa superstición. Hay quien cree que hace honor a su nombre. Por eso, se acercan e incluso la tocan para que sea posible el embarazo en casos complicados por falta precisamente de fertilidad.
Este icono se encontró hace varias décadas por una familia local en su propiedad, quien incluso la conservó como adorno durante años sin conocer su importancia arqueológica.
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Daniel de Lucas y Josemi Benítez (Gráficos)
Jon Garay e Isabel Toledo
Paco Griñán | Málaga
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