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Se trata de una técnica sexual milenaria que hace triplicar el placer sexual a base de contracciones vaginales. Es la sofisticación del Oriente Lejano al ... alcance de la cama occidental. Muchos euroamericanos cayeron, y siguen cayendo, atrapados por expertas cortesanas que utilizaban y siguen utilizando esta técnica para alzarse con un omnímodo poder doméstico insano, aunque transparente. Le llaman el control de la Casa Rodante. En las últimas décadas lo hemos venido presenciando en España a través de una dama de alta cuna que ha pasado de la canción a la literatura con una elegancia a prueba de bomba (sexual, se entiende) aunque su hija pretenda ascender a los cielos. A veces uno se sensibiliza más imaginando situaciones que viviéndolas in situ, la imaginación es calenturienta, a pesar de que acierte con la febrícula alta. En mi caso, recién llegado de Londres, la ciudad más cara y distinguida del orbe, he querido seguir la estela de Portobello, Kensington, Notting Hill, Belgravia..., trasladándome al lujo británico de sus colonias orientales, allá por los años 30 y 40; y lo he hecho mirando una serie fílmica meliflua y decadente que lleva el mismo nombre que la técnica sexual. Narra, con mirada tapizada, la conquista japonesa de Singapur, ciudad crisol que albergaba chinos, hindúes y británicos, que fueron barridos por el ejército implacable del Sol Naciente sin que los mandos supieran reaccionar a tiempo. Hasta Churchill dijo que la vergonzosa derrota inglesa en Singapur había sido la mayor catástrofe de la historia militar de su país. Lo cierto es que costó decenas de miles de muertos, y los que sobrevivieron fueron esclavizados o masacrados por las fuerzas niponas que desconocían el Convenio de Ginebra y así les fue más tarde en Hiroshima y Nagasaki. Ojo por ojo, diente por diente. La famosa película de David Lean –ya saben, director de joyas como 'Zhivago', 'Lawrence de Arabia' o 'Pasaje a la India', entre otras– construye al milímetro la resistencia de un campo de prisioneros a las delirantes y crueles pretensiones expansionistas del Estado Mayor de Hiro Hito. La Historia se escribe al revés más que con renglones torcidos. William y Elsa, galeses de pura cepa, al igual que el generoso sir Charles Morgan, mi generoso anfitrión en Portobello, residentes en Mijas, amigos de Casa Brenan, lectores del hispanista de hispanistas y de la dulce Gamel, me cuentan que odian la guerra con todas sus fuerzas, pero que precisamente la violencia absurda del colonialismo se basa en ella y ha podido con todo, incluso con el beso de Singapur. Y no andan descaminados.
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