La ministra de Defensa se hace, ayer, un selfi con militares desplegados en la misión en Marjayún. :: r. c.

Cospedal, en la «calma tensa» de Líbano

La ministra de Defensa visita a los 620 efectivos españoles de la misión de pacificación en la frontera israelí

MATEO BALÍN

Viernes, 3 de marzo 2017, 00:26

marjayún (Líbano). «Estamos en alerta amarilla. Situación de calma tensa. La principal amenaza en Líbano proviene de las minas enterradas heredadas de conflictos pasados. Supervisar el terreno, verificar la seguridad, es fundamental para nuestra integridad». El sargento Francisco Javier Naranjo, natural de Cabra (Córdoba), se baja con diligencia del blindado Lince escoltado por su unidad. Descargan sus armas en el punto de entrada y se dirigen a sus barracones. Su jornada ha concluido por hoy, si no sucede nada extraño, tras finalizar la patrulla de unas seis horas por la llamada 'Línea Azul', 55 kilómetros marcados por la ONU en el 2000 para garantizar el cese de hostilidades entre el Ejército de Israel y las milicias armadas de Hezbolá.

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La niebla densa impide ver los imponentes Altos del Golán desde la base 'Miguel de Cervantes' de Marjayún, localidad en el sur del Líbano de unos 8.000 habitantes. El acuartelamiento español de 3,3 kilómetros cuadrados, uno de los más antiguos en el exterior, acoge a 620 militares y guardias civiles. Forman parte de la misión de pacificación de la ONU llamada UNIFIL. En la actualidad España lidera uno de los dos sectores de la operación, el este, paralelo al cauce del río Litani, donde se agrupan 3.500 militares de ocho países (España, Serbia, Brasil, El Salvador, Indonesia, Nepal, India y Fiyi).

La presencia de cascos azules en una de las fronteras más calientes del mundo -la guerra en Siria ha provocado la llegada de cerca de dos millones de refugiados en un país de 4,2 millones de habitantes y una extensión similar a la de Asturias- se remonta a 1978. Pero fue en julio de 2006 cuando la «calma tensa» se quebró tras la 'guerra de los 34 días'. El lanzamiento de cohetes de las milicias chíies de Hezbolá a poblaciones del norte de Israel provocó la invasión del ejército hebreo. Murieron un millar de civiles y militares. Diez años después, el incremento de la dotación de UNIFIL ha conseguido apaciguar los ánimos, cesar las hostilidades y permitir que poco a poco las fuerzas libanesas se hayan hecho cargo de la seguridad fronteriza.

«El ejército ya es autónomo»

El mejor ejemplo de la buena marcha de la misión, cuyo coste fue de 137 millones el año pasado, lo explica el brigada Bujalance, jefe del equipo de desactivación de explosivos. «La evolución en estos diez años ha sido positiva. En 2009, por ejemplo, efectuábamos dos intervenciones a la semana tras avisos de presencia de proyectiles, cohetes o minas anticarro. Hoy solo estamos aquí para dar protección a la fuerza española ya que el Ejército libanés es autónomo. No hemos salido hasta la fecha», asegura el suboficial destinado en la Brigada de Infantería Mecanizada 'Guzmán el Bueno X', con base en Cerro Muriano (Córdoba). Una unidad que ha estado desplegada en Líbano en otras cuatro ocasiones desde 2006.

Este escenario fue visitado ayer por la ministra de Defensa, María Dolores de Cospedal, dentro de su ronda de viajes por las diferentes misiones españolas en el exterior desde que juró su cargo en noviembre. Tras reunirse con el primer ministro libanés Saad Hariri y con su homólogo de Defensa, Cospedal se trasladó a Marjayún. Allí, les transmitió a los militares y al jefe de la misión, Aroldo Lázaro, su «reconocimiento, admiración y agradecimiento» por el mantenimiento de la paz y su «ayuda» a contribuir a la seguridad «de nuestras familias en España».

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La ministra también recordó a los quince militares fallecidos desde 2006, el último el cabo Francisco Javier Soria, tras impactar un proyectil israelí en un puesto de vigilancia de la ONU en la 'Línea Azul'. Cospedal estuvo acompañada en la visita a Líbano por dos portavoces de la Comisión de Defensa del Congreso, Ricardo Tarno (PP) y Juan Antonio Delgado (Podemos).

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