La Luciérnaga: la asociación de madres unidas para superar el duelo por sus hijos fallecidos
Creada en 2014, fue la primera en organizar en la provincia de Málaga grupos de apoyo para las familias que deben afrontar la pérdida de sus seres más queridos
David Lerma
Marbella
Jueves, 2 de noviembre 2023, 00:01
Siete mujeres se reúnen un martes de octubre a las seis de la tarde en la sala polivalente del Centro Cultural Cortijo de Miraflores, en Marbella. Carmen Martín, presidenta de la asociación La Luciérnaga, se acerca a una mesa llena de folletos con mensajes inspiradores: «Nada, ni la muerte, puede llevarse mi maternidad», reza uno de ellos. Tras encender un par de velas, estas mujeres se sientan en círculo en silencio. Tras las presentaciones, una de ellas empieza a hablar. Es la primera vez que acude al grupo de duelo que se convoca cada mes para expresar y compartir todo el espectro de emociones que produce la muerte de un hijo o una hija.
María (nombre supuesto) llegó hace más de diez años a Marbella procedente de Colombia con sus hijos. Hace seis meses, su hija de 23 años murió de una peritonitis derivada de las complicaciones de un cáncer que no pudo detectarse a tiempo. «Era una chica buena y trabajadora», explica. El relato de los últimos meses de vida de su hija es angustioso. Sus compañeras escuchan atentas y comprensivas.
«¿Cómo se llama?», pregunta Rosa Martínez, madre del joven deportista Pablo Ráez, que falleció en 2017 por una leucemia y cuyo valor y ejemplo ante la muerte conmocionó a toda Marbella. La pregunta parece calmarla, pero el llanto, las manos apretadas, el desespero volverán a aparecer durante las dos horas que durará la reunión.
El proceso psicológico establecido por la psiquiatra Elizabeth Kübler-Ross sigue siendo válido para Carmen Martín. Negación, ira, negociación, depresión y aceptación son las cinco fases que se han descrito para afrontar el duelo por un ser querido. Cada duelo, no obstante, «es distinto», matiza.
La Luciérnaga nació en 2014 con otro propósito inicial. La idea era apoyar a la las madres para ayudarlas a afrontar la maternidad «desde el apego y la crianza respetuosa. Creamos la asociación para guiar en la crianza de los hijos que están todavía con nosotras», cuenta Carmen. «Pero no queríamos separarla de esa otra maternidad de los hijos que se marchan antes de tiempo, una maternidad espiritual, de alguna manera».
«No quisimos formar dos asociaciones». De este modo, crearon dos grupos: un grupo de apoyo a la lactancia y la crianza y otro de duelo perinatal, aquel que se produce durante el embarazo o poco después del parto. Ahora además tienen un grupo de duelo de hijos mayores y otro de duelo de familiares. «Hemos acompañado a muchas madres», relata. «Ahora somos una cincuenta mamás. Ofrecemos apoyo todos los días a cualquier hora», asegura. «En 2014, éramos la única asociación en Málaga. Han venido personas de Torremolinos, Manilva, Mijas, Fuengirola...»
El duelo social
Carmen vivió la trágica experiencia de perder a Daniel, uno de sus cuatro hijos, por eso creó inicialmente un grupo de duelo perinatal. «Falleció a las dos horas de nacer después de un embarazo totalmente normal. Estábamos en Perú realizando un proyecto de cooperación internacional. Muerte súbita: ¿Te puedes imaginar? Tuvimos que recorrer un camino de duelo tremendo». Un camino que ha aprendido a compartir con las mujeres que acuden a La Luciérnaga en busca de apoyo.
El duelo social, aquel que se nos impone en la vida diaria, es difícil de gestionar. «El duelo perinatal es aún más tabú. Te dicen: eres joven, tendrás otro, como si tu hijo no hubiera existido para la gente». No obstante, Carmen asegura que quiere transmitir esperanza. «El duelo se supera. La cicatriz queda. Siempre seré mamá de cuatro hijos, pero creo que tenemos que romper el estigma. Tenemos el derecho a vivir con paz, serenas y agradecidas. Al final, queda el amor», reconoce.
Carmen asume que «es un mito que la muerte de un hijo no se puede superar. La muerte forma parte de la vida y los hijos también se mueren y sí, es una experiencia terriblemente dolorosa, pero no tiene por qué convertirse en una experiencia traumática. Eso lo produce la soledad y el aislamiento. Muchas familias inician un proceso de exclusión social y no lo superan nunca. Tengo presente a Daniel todos los días, pero ya no me duele, como no me duele la cicatriz de apendicitis. Queda el recuerdo», reconoce. El duelo es solo amor que no tiene dónde ir.
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