
Héctor Barbotta
Domingo, 8 de noviembre 2015, 12:00
12 de noviembre de 2005, el entonces magistrado del Juzgado de Instrucción número 5 de Marbella, Miguel Ángel Torres, abrió diligencias de una causa para investigar la corrupción en el Ayuntamiento de Marbella tras tomar declaración por otro asunto a un funcionario municipal. El proceso tomaría el nombre de caso Malaya. Diez años después, el juez Torres, actualmente en un Juzgado de Lo Penal de Granada, recuerda aquel momento.
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¿Cómo tomó aquella decisión?
Yo pondría el antecedente en la detención del alcalde de Manilva, que coincidió con la declaración de Jorge González, el funcionario municipal. Ese mismo día el fiscal, Juan Carlos López Caballero, los policías y yo tuvimos la idea de que si eso se había hecho en Manilva podíamos intentarlo en Marbella. (El alcalde de Manilva Pedro Tirado fue detenido en la operación Ballena Blanca).
¿Qué información tenía de Marbella para decidir que había que hacer algo?
La sensación que transmitía la gente en la calle. Eso se veía. Y también todos los delitos urbanísticos y relacionados con la corrupción que llevábamos en el juzgado. Eso te daba una serie de elementos sobre quiénes eran los que mandaban en el Ayuntamiento, te permitía atar cabos y te daba la iniciativa para poder investigar después. Y Jorge González fue la chispa.
Gil ya había estado en la cárcel y había decenas de causas urbanísticas, pero no se llegaba a nada. ¿Había que hacerlo de otra forma?
Eran un poco frustrantes los procedimientos que había por delitos contra la ordenación del territorio porque no llegaban a ningún sitio. Lo que acordamos con la policía y con el fiscal fue implantar un nuevo método, intentar localizar los bienes, hacerlo desde otra perspectiva. Y merecía la pena intentarlo.
Uno de los aspectos que más llamaron la atención desde el inicio de la investigación fue el énfasis que se puso en el secreto. ¿Usted tenía la percepción de que podía haber filtraciones hacia quienes ejercían el poder en la ciudad?
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Yo tenía la sensación de que los investigados tenían mucha gente de su parte y que en los juzgados también había personas que tenía como función facilitarles información. Había gente, no en mi juzgado pero sí en los juzgados, que se preocupaba por saber si se estaba investigando a miembros del Ayuntamiento.
¿Su sensación era que no se podía fiar de nadie?
La sensación era que como no te podías fiar de nadie no se lo decías a nadie. Por eso íbamos por la tarde y solamente lo sabíamos tres personas en el juzgado: la secretaria, una funcionaria del juzgado y yo. Nadie más. Utilizamos muchas técnicas para que no se conociera lo que estábamos haciendo. De la funcionaria, Esperanza, no se ha hablado nunca y fue una de las personas más importantes del procedimiento. Ella sola llevó toda la causa e hizo un esfuerzo enorme.
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¿Qué técnicas usaron para garantizar el secreto?
Esto ya se puede contar. La causa no existió nunca en el ordenador hasta que se hicieron las detenciones. Lo que hicimos fue coger un procedimiento que ya estaba archivado y utilizar ese número para que nadie pudiese llegar al ordenador y ver lo que estábamos investigando.
¿En algún momento tuvo dudas o sintió vértigo por lo que estaba haciendo?
Nunca fui optimista al principio. Mucha gente lo había intentado y no había podido hacerlo. Fui escéptico en cuanto a los resultados. Nunca nos planteamos hacer una macrooperación, ni una investigación sobre la corrupción en Marbella. Queríamos obtener algunos resultados, encontrar patrimonio, que era muy importante, y se consiguió. Aspirábamos a unos resultados muy modestos, pero la cosa se desbordó.
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¿Qué es lo que desborda Malaya?
El hallazgo del archivo de Maras (la contabilidad de Roca) es lo que cambia la perspectiva. Eso fue la clave.
Cuando comenzó Malaya, las instituciones eran aún espacios de impunidad. Fue la primera vez que entró la policía a un ayuntamiento y que se detuvo a un equipo de gobierno casi al completo. ¿Ha sido usted un precursor teniendo en cuenta todos los casos de corrupción política que saltaron después? ¿Sin Malaya hubiese existido Púnica, Eres, Gürtel?
Creo que era inevitable, hubiese pasado. Pero nosotros fuimos los primeros. Impulsamos un nuevo método de trabajo inédito hasta entonces.
Gil llevaba 15 años saqueando Marbella con impunidad. El gilismo se acaba con Malaya. ¿Considera su papel relevante en la lucha contra la corrupción?
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(Sonríe) Es un tema trascendente. No. Hicimos un método de trabajo innovador, que tuvo resultados aceptables. Estoy satisfecho con el trabajo que realizamos, pero no creo que tenga un lugar reservado en la historia. Ni falta que me hace.
¿A usted qué le ha costado Malaya a nivel personal?
Me costó perderme el embarazo y los primeros meses de mi hijo.
¿Y a nivel profesional?
Yo no he obtenido ningún beneficio de Malaya.
¿Y algún perjuicio?
Tampoco. Se acabó Malaya y seguí mi carrera. No obtuve los beneficios que se decían. Cuando yo estaba en el caso hubo abogados que me felicitaron porque decían que me iba al Constitucional, a la Audiencia Nacional, de diputado... Y no me he ido a ningún sitio. Nadie me ha hecho una oferta para nada.
¿La esperaba?
No, la verdad es que no. Tuvimos un defecto, que no nos casamos con nadie. Y en un país como España o te casas con alguien o nadie se acuerda de ti. Tengo esa mala costumbre de que siempre todo el mundo piensa que soy del contrario. En aquella época los del PSOE decían que era del PP y los del PP, que era del PSOE.
¿Su carrera quedó aparcada después de Malaya?
Si en Malaya hubiese pensado en mi futuro o hubiese sido más flexible en ciertas cosas, si hubiese tenido manga ancha para no tratar a todo el mundo por igual, mi carrera hubiera prosperado. Pero creo que no hice ninguna concesión a nadie y por eso nadie se va a acordar de mí.
¿Se lo pidieron?
No hace falta que te lo pidan.
¿No tuvo siquiera ofertas para irse a un despacho de abogados?
Como nunca tuve buenas relaciones con los abogados, no puedo tener su confianza. Ningún despacho de abogados grande se va a fiar de mí nunca. En este país no hace falta ser un lumbreras para prosperar, sino tener buenos padrinos. Pero yo no hice ninguna concesión a nadie.
¿En algún momento se sintió amenazado o tuvo la advertencia de que estaba tratando con gente poderosa?
No. Eso ya se sabe. Sabes que son poderosos. Y también que hubo movimientos extraños en su momento.
¿A qué se refiere?
Hubo reuniones para quitarme de en medio. Fue al final del procedimiento. Me lo contó gente que participó de esas reuniones. Pero no puedo decir más. Aquelo no prosperó.
¿Usted cambió su rutina?
Me pusieron escolta. Fue una decisión de la policía. No es una experiencia que me guste.
¿Usted tuvo que cambiar de teléfono?
Yo no utilizaba el móvil. Tenía las sensación de que mi teléfono podían escucharlo. Ahora, ¿quién o cuánto? No lo sé, pero sí que teníamos los teléfonos pinchados por dos o tres lados. Yo no hablaba con los policías por teléfono. Nos teníamos que reunir personalmente.
¿Llegaron a entrar en su casa?
No lo sé. Una noche volví de trabajar y me encontré todas las luces del piso encendidas. La policía no encontró huellas. No tengo pruebas de que haya entrado alguien, aunque creo que sí. Puedes dejarte una encendida, pero no todas.
En la sentencia hay una crítica a algunas detenciones. ¿Había otra forma de realizar esta operación?
Diez años después se ven las cosas de una forma diferente. Con las posibilidades y los recursos que tenía esta gente, si no se hace de esa manera hubiese sido imposible.
¿Malaya creó escuela?
Creó una forma de actuar diferente, aunque este modelo no se ha seguido después. Creo que cambió la mentalidad, y nos hemos acostumbrado a que se registren ayuntamientos, que se detenga a alcaldes. En esa época aún era impensable intervenir el teléfono de un alcalde o entrar a un ayuntamiento o investigar el blanqueo vinculado a la corrupción. Son cosas que nadie se planteaba y que ahora ya las vemos como normales.
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¿Malaya hubiese sido posible con Jesús Gil?
Si Jesús Gil hubiese estado vivo y de alcalde, el caso Malaya no habría existido. La situación de Gil no era la misma. Tenía otros contactos y habría intentado parar por todos los medios la investigación.
Hay quienes opinan que el Estado tuvo una actitud vergonzosa con Marbella durante 15 años y que quien salva las vergüenzas son un juez de 30 años y un grupo de policías de una comisaría de provincias.
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Bueno, pero nosotros también somos parte del Estado. El Estado, tarde y a destiempo, también hizo su función. Eso demuestra que el Estado funciona. Aunque sea tarde.
Pero aún en el caso Malaya salieron evidencias de ciertas complicidades. Cuando aparece la lista de regalos de Aifos salen nombres de algunos jueces...
Descubrimos cosas que no esperábamos. Desde el principio sabíamos que teníamos que estar preparados para encontrarnos con muchas sorpresas, no podíamos ir con ideas preconcebidas.
¿Cree que se ha hecho lo suficiente para erradicar este fenómeno?
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No es que no se haya hecho lo suficiente, es que no se ha hecho absolutamente nada para combatir la corrupción. Ni antes ni ahora. Ni se hará. ¿Por qué? Porque todos los partidos políticos saben que la única forma de combatir la corrupción es con medios, no haciendo cambios legislativos. Teniendo jueces especializados, fiscales especializados, policías que trabajen con los jueces. Esa es la única forma de combatir la corrupción, y eso ni se hace ni se va a hacer. A ningún partido le interesa que la justicia controle a los partidos políticos. Ni siquiera al partido contrario.
¿Qué opina de la sentencia del caso?
¿De la de la Audiencia o la del Supremo?
Díganos qué opina de las dos.
Ambas están muy trabajadas. Las dos consagran la investigación y la instrucción que se hizo en su momento. Eso no lo cuestionan. No se han producido todas esas barbaridades y nulidades que decían que se iban a producir. Y pese a lo que se diga sobre la lentitud de la justicia, en menos de diez años ya tenemos la sentencia del Supremo. Cuando se habla de las dilaciones de la justicia se suele meter a Malaya, y la diferencia es que Malaya ya tiene sentencia. En este caso ha sido bastante ágil para la extensión y el volumen del procedimiento.
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¿Le parecen cortas las condenas?
No voy a valorar eso. Las penas me parecen correctas, pero a veces se crean expectativas que no se corresponden con la realidad. La cuestión esencial de la sentencia no es si a uno le ponen un año más o menos. Lo importante es que de verdad se haya encontrado parte del dinero o que se haya demostrado que la corrupción existía. Que se haya dado una respuesta jurídica a lo que esperaban los ciudadanos. Y creo que es la primera sentencia que de verdad afronta un tema de corrupción en su integridad; cómo entra el dinero, cómo se reparte, cómo se blanquea. Eso es lo interesante.
¿Cómo vivió el proceso de la investigación e imputación del juez Urquía? Usted tenía una relación personal con él.
Fue el peor momento, con diferencia. Es algo que nunca esperas que te pase. Es durísimo. Pero no tienes más posibilidades. No se me ocurría en aquel momento ni se me ocurren ahora más opciones que hacer lo que hice.
Usted interrogó a Roca numerosas veces. En los autos lo definía como una persona muy inteligente. ¿Cómo preparaba los interrogatorios?
No los preparaba porque no tenía tiempo para hacerlo. Roca es una persona muy inteligente, mucho más inteligente que yo. Por eso era algo muy estimulante preguntarle a él. No todos los imputados eran tan inteligentes.
¿Lo intimidaba de alguna manera esa inteligencia?
No, porque teníamos cien imputados y cien abogados de los mejores de España. No podías intimidarte con ninguno.
¿Qué imagen tiene usted de Roca?
Además de muy inteligente creo que debe de ser una persona muy amiga de sus amigos, muy generoso con los suyos. En el trato era una persona correcta. Al principio, él era bastante escéptico acerca de lo que iba a pasar. Pensaba que se escapaba. Cuando ha ido pasando el tiempo, se ha ido dando cuenta de cuál es su situación.
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¿Tiene usted la sospecha de que hubo un topo dentro de la policía?
Yo distinguiría dos tipos de topos. Unos son los que dan información a la prensa sin tener conocimiento de lo que está pasando en el procedimiento. En lugar de informadores son intoxicadores. Eso ha hecho mucho daño. ¿Topos que colaboraban con los imputados? Yo creo que sí han existido. Pero no sólo en la policía, sino también en otros estamentos.
¿Es una suposición o una convicción?
En varios estamentos hay gente que ha colaborado con estas personas.
¿Estamentos policiales y judiciales?
Sí.
¿Se podría haber llegado más lejos en Malaya si no hubiese sido por eso?
No se podía llegar más lejos en Malaya. Se hizo todo lo que se pudo. Tengan en cuenta que era muy difícil encontrar pruebas de delitos que se habían cometido muchos años antes.
¿El episodio de J.A.G. (iniciales de un supuesto alto cargo policial que habría cobrado de Roca y al que nunca se llegó a identificar) fue frustrante para usted?
Era uno de esos flecos que nunca sabremos. Pero hay otras iniciales en la lista de aportantes y receptores que no sabemos quiénes son. Siempre nos quedará esa duda.
¿Usted cree que Roca sabía que iba a ser detenido y que había una operación en marcha?
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Seguro. Seguro. Porque él sacó varias cajas con archivos de su oficina y se las llevó. Fue documentación que nunca se encontró y que era la más preciada. Eso me frustra más. No haber encontrado esos papeles.
¿La huida de Carlos Fernández supuso para usted una frustración?
No especialmente. En un colectivo tan grande es normal que alguno logre huir. El problema es que cuando detienes a 27 personas, como fue en la segunda fase, cada uno tiene su vida. Uno está de viaje, otro se ha ido de fin de semana Es muy difícil situar a todo el mundo. Es normal que se te escape alguien. Cuando haya que ejecutar la sentencia no sé si van a estar todos.
¿Se hizo lo posible por encontrar a Carlos Fernández?
Sí. Se ordenaron gestiones, se le buscó en varios países. Se intentó localizarlo por todos los medios, pero nunca hubo la más mínima pista.
¿Le ha sorprendido especialmente alguno de los imputados?
Yo destacaría como una persona muy inteligente a Tomás Olivo. Por encima de la media. Me parecieron personas más interesantes los empresarios que los políticos. Eran personas con más dominio de la situación, con más conocimiento, con más iniciativa. Los políticos me parecieron mucho más grises.
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¿Cómo vivió la entrada de Pantoja en el procedimiento? ¿Temió que se desmadrara desde el punto de vista mediático?
Sí. Completamente. Era una cosa que teníamos que hacer obligatoriamente pero que no nos apetecía nada. Lo único que quería era que pasara pronto. Estos personajes del mundo del corazón hicieron mucho daño a la percepción que se tuvo del procedimiento. La detención se hizo con la perspectiva de que teníamos un calendario de actuaciones y no se podía posponer.
Pero coincidió con la visita de Rodríguez Zapatero, que además hizo unas polémicas declaraciones...
El presidente del Gobierno dijo en aquel momento una frase que posteriormente se malinterpretó.
¿Rodríguez Zapatero no sabía que se iba a producir esa detención?
En absoluto. Estoy convencido de que no l
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