José María García Urbano se presentó ayer en Málaga como algo más que el alcalde de Estepona. Por momentos mostró un espíritu legislativo propio de un candidato a dirigir la comunidad autónoma. Sus diez mandamientos dejaron boquiabiertos a la audiencia presente, en la que abundaban militantes y simpatizantes peperos. Pocas veces se ha visto en un acto de estas características y con personajes del PPen el atril un aplauso tan sentido y sonoro como el que recibió García Urbano ayer. Por momentos parecía estar investido para ser ese líder que los populares buscan desde hace décadas para desbancar a los socialistas andaluces. García Urbano tuvo su minuto de gloria y no dudó en aprovecharlo. Y esto puede proporcionarle algún que otro quebradero de cabeza interno, porque no dudó en desmarcarse de las tesis oficiales del partido.
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