Juan Manuel Micheo, el mejor amigo de la cabra

Vidas con Huella ·

Es el sabio de la raza autóctona en la primera tierra de cabras de Europa. El auge de queserías en Málaga tiene mucho que ver con este veterinario sin fronteras, desde hace dos décadas artífice de la mejora genética

Domingo, 15 de julio 2018, 00:29

Si le tocara la lotería, compraría sin dudar el Lagar de la Campana, «la ilusión de mi vida», hoy un cortijo semiderruido y con una cuarentena de copropietarios en el horizonte, sus primos de Madrid. Es parte del paisaje infantil de Juan Manuel Micheo, el lugar donde María 'la rentera' le enseñaba cómo se podía vivir casi feliz sin agua corriente, luz ni gas en mitad de los Montes de Málaga, con algunos animales, olivos y frutales. «Había que limpiar de hojas un canal que traía el agua para lavarse y cocinar e ir a por la de beber hasta una fuente», describe penalidades que sus hermanos y él reciclaban en aventura y diversión de fin de semana. «Cuando llegábamos, estaba deseando de irme con María, no con mi padre, que nos había llevado», mide el imán de la particular granja escuela cuando no existían las granjas escuela. El roce casi neolítico fue el comienzo de la abducción por la cabra presente en su carrera desde que terminó veterinaria en Córdoba hace 27 años. Bajar al herbívoro del monte, situar sus productos en el mercado y lanzarlo del tercer mundo a la vanguardia del control genético y de las mejores prácticas sanitarias hablan mucho de alguien que ha transitado un verdadero camino de cabras en lo profesional pero que también ve que el sector nunca ha presentado, pese a todo, un horizonte tan interesante como en el momento actual.

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«Si el aceite de oliva lleva años como el primer producto revelación, el segundo va a ser la leche de cabra», pronostica desde un curriculum cuajado de experiencias alejadas de la comodidad. Fue cooperante en Veterinarios sin Fronteras en México y más tarde coordinador de la ONGdurante tres años (1999-2001) para proyectos de mejora ganadera en el área del Caribe: Cuba, Haití y República Dominicana. En la mochila ya llevaba una experiencia local, intensa y complicada, formando a futuros ganaderos en el Instituto de Investigación y Formación Agraria y Pesquera de Campanillas, el Ifapa. «Me regañaban incluso por montar más cursos cuando no llegaba el dinero y no quería dejar tirada a tanta gente. Me perseguían por trabajar», explica entre risas seis años de inmersión en la docencia caprina de la que han salido veterinarios incluso entre hijos de los ganaderos. «Históricamente el hijo malo y rebelde se quedaba con el padre y se hacía cabrero y ahora es el hijo bueno, pero siguen todos con las mismas dificultades para abrirse paso porque en Andalucía es más fácil que regularicen una casa ilegal en el campo que una explotación de caprino», comparte una paradoja que frena un mayor desarrollo del sector.

Las primeras prácticas las hizo en el área agropecuaria de la Diputación, junto a su director José Subires, «el alma de la Asociación Nacional de Criadores de la Cabra Malagueña», asegura. Los ganaderos le ficharon como técnico en 2001 a su vuelta de Centroamérica. «La experiencia de la cooperación al desarrollo fue estupenda, pero siempre tuve claro que quería volver a Málaga», reconoce este hijo de marino mercante su tope viajero. Casi dos décadas después como primer técnico de Cabrama, la raza autóctona ha hecho de Micheo la cabeza visible de un sector muy atomizado –1.500 explotaciones– y también altavoz de las reivindicaciones ante la Administración.

Le gusta decir que si Nueva Zelanda es la referencia genética de una raza castellana como la merina, Málaga debe serlo de la mejora de un ganadería a la que le queda mucho para salir de su gran dependencia económica de la gran industria lechera. Está orgulloso de los avances. El proyecto de mejora genética que actualizó al llegar a Cabrama es causa y efecto del crecimiento de sector quesero que lidera ahora Málaga en Andalucía con 15 nuevas queserías en apenas una década. «Al sector quesero lo hemos tenido que levantar de la ruina porque en la regulación fuimos en Andalucía más papistas que el Papa», reconoce Micheo mientras enseña en Casabermeja el Centro de Testaje de Sementales –«los mejores hijos de las mejores cabras malagueñas», dice señalando a los machos–, la joya científica de este centro de mando para un sector que ahora procesa sólo el 30 por ciento de su leche y vende el resto a la gran industria.

«En Andalucía es más fácil que regularicen una vivienda ilegal en el campo que una explotación de caprino»

«Francia nos lleva 40 años de ventaja, pero vamos avanzando», prologa su envidia por el sano chauvinismo con el que nuestros vecinos del norte han mimado la industria en torno a sus cabras alpinas, con una leche de menor rendimiento en grasa y proteína, las claves del queso. «Málaga tiene más de 220.000 cabras, y produce más que regiones enteras como Poitou-Charentes, pero los franceses aman y valoran los productos de cada lugar y eso no pasa aquí de la misma forma», se lamenta. «Es más que probable que ese queso francés de cabra que se compra en una gran superficie tenga leche malagueña», abunda sobre un potencial local aún no desarrollado donde las primas por cabeza de ganado fomentan la estabulación sin otras estrategias para mejorar la calidad como la semilibertad del ganado. «Con el sistema actual, al ganadero que más se preocupa e invierte peor le van las cosas, porque tiene más gastos y la ayuda europea es por tener la cabra sin más. En este país nos falta mucha planificación. ¿No hay nadie en la Administración que diga: aquí hay suelo libre, aquí otra gente con cabras pero sin suelo y más allá gente que quiere buscarse la vida?, propone cambios en un escenario difícil en un sector atado a los compartimentos estancos : «El monte es de Medio Ambiente, las cabras son competencia de Agricultura y las queserías de Salud. Demasiado complicado para que las ayudas salgan de ese único planteamiento que hay de gastar el dinero como sea», sintetiza.

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El artífice del libro genealógico de la cabra –«informatizado por supuesto», aclara– ha cambiado también a su modo Casabermeja, un pueblo que ha hecho ya de la cabra razón festiva y turística, y que el año pasado abrió el primer centro de interpretación, 'La Casa de la Cabra', en el antiguo calabozo municipal para acercar ese mundo a niños y adultos con juegos y actividades de todo tipo, pastoreo incluido.

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