«La superación es aceptarse»
Asumió de adolescente la enfermedad degenerativa que la deja ciega y ha hecho siempre lo que ha querido: Lía Beel Quintana ha sido atleta paralímpica y ahora, recién llegada a Málaga –ciudad «accesible, pero difícil»–, quiere disfrutar de otros deportes y enseña Braille a adultos
«La superación consiste en aceptar que tienes un problema, una discapacidad, y después hacer una vida normal, ser independiente y feliz». Es una definición que habría de patentar Lía Beel Quintana, atleta paralímpica recientemente retirada del deporte profesional y vecina de Málaga desde el pasado verano. Su retinosis pigmentaria, la enfermedad degenerativa que le diagnosticaron a los tres años y que la deja ciega, no la frena. «Ha habido momentos duros; lo tuve que aceptar cuando era adolescente, que no es el momento más fácil, pero yo a partir de ese momento asumí que mi vida iba a ser así y decidí que iba a hacer lo que quisiera, que no me iba a quedar anclada. A partir de ahí no he tenido ninguna barrera para hacer nada», manifiesta. Además de en la adolescencia, en los últimos tres o cuatro años ha sufrido una fuerte pérdida de visión, pero ya no ha tenido que afrontar un nuevo proceso de aceptación. El trabajo estaba ya hecho.
Madurez envidiable a sus 28 años: «Yo tengo una vida normal, yo no pienso que soy invidente, yo cojo a mi perro guía y salgo de mi casa», afirma, aunque a veces se encuentre con problemas, como hace unos días, cuando en Málaga diluviaba y los semáforos no funcionaban, lo que la dejó inmóvil bajo la lluvia durante minutos interminables hasta que unas chicas le echaron una mano para cruzar la calle. «Eso te hace sentir fatal, pero es puntual», dice. «En el día a día no tienes el problema de no ver, te adaptas».
La descubrimos practicando FitBoxing en un gimnasio de El Perchel. Ha dejado el atletismo, el deporte que comenzó como una afición y que luego llegó a practicar profesionalmente. Se retiró tras quedar novena en el último campeonato del Mundo, el que se celebró el pasado julio en París, porque tras sus mejores marcas personales, sintió que ya estaba cansada, que ya no la hacía feliz entrenar y no quería seguir en ello como una obligación. «No me dan miedo los cambios», declara. Pero el deporte continúa siendo lo suyo y quiere seguir superando retos. Por ejemplo, con la práctica de esta nueva disciplina. O un arte marcial en el que está haciendo serias incursiones, el jiu-jitsu brasileño.
En su carrera deportiva profesional se cuentan numerosas competiciones de primer nivel –prácticamente todas las disputadas salvo Tokio de 2021, porque se lesionó– desde que en segundo de carrera, ya en Madrid, donde se desplazó para estudiar desde la ciudad de Burgos en la que se crió tras nacer en Australia, participó en su primer campeonato del mundo absoluto y en el europeo sub-23, donde cosechó medallas de bronce y de oro, respectivamente.

Más naturalidad
SUR se reúne con Lía en la semana en la que el Congreso de los Diputados ha aprobado el cambio en la Constitución para sustituir de su texto el término «disminuido» por la expresión «persona con discapacidad». Lía valora el avance, pero reclama que de las palabras, muy importantes, se pase a los hechos, a las políticas de apoyo a las personas con discapacidad. Y resalta cómo tienen que cambiar la actitud y el comportamiento de la sociedad, para que la naturalidad inunde las relaciones sociales; siente que a veces no se sabe cómo tratar a las personas con diversidad funcional. «Hay muchas personas con discapacidad y todo el mundo sabe que lo es; es evidente. Por eso, si cualquiera se topa con alguien invidente que está desorientado, lo que hay que hacer es preguntar: 'perdona, ¿te puedo ayudar?' Lo mismo sucede con otra cosa: yo claro que utilizo los verbos 'ver' o 'leer', es un lenguaje estandarizado; por hablar con una persona con discapacidad no tienes que cambiarlo. Hay que naturalizar las cosas. La mayoría tenemos perfectamente aceptada nuestra discapacidad, sabemos lo que nos pasa y no nos va importar que alguien nos pregunte», explica. De hecho, ella, por su curiosidad y su profesión –estudió Fisioterapia Deportiva–, pregunta mucho: «¿Qué te ha pasado, qué te has hecho? Al final, detrás hay siempre historias de vida que te aportan».
«La mayoría tenemos perfectamente aceptada nuestra discapacidad, sabemos lo que nos pasa y no nos va a importar que alguien nos pregunte. Yo lo hago también: al final, detrás hay siempre historias de vida que te aportan»
Los cambios, ya lo ha dicho, no le dan miedo. De Burgos se fue a Madrid a estudiar, ha pasado por Toledo y ahora, desde julio, está en Málaga. A su marido, jefe de juego de la Once, le destinaron a esta ciudad. Y ella, a su vez, consiguió una plaza como profesora de Braille para adultos también en la Once, un trabajo que le resulta muy gratificante, porque ve cómo sus alumnos aprenden y avanzan. Enseña a personas que puede que no aprendieran Braille en la infancia porque tuvieran un resto de visión suficientemente grande o que sí les enseñaron pero ya no se acuerdan o que han perdido visión de mayores por una enfermedad o un accidente sobrevenidos.
Difícil vivir del deporte
El de Lía también es un ejemplo de que vivir de la actividad deportiva es muy difícil. Ella siempre se ha ganado el jornal con su trabajo al margen del deporte, que muchas veces, paradójicamente, aun siendo atleta profesional, se ha tenido que limitar a ser un hobby, aunque se colgara medallas. Así, según las circunstancias, ha tenido que, bien reducir horas de trabajo para poder entrenar más, o al revés, y siempre robar tiempo a su vida personal. Por eso, reclama más patrocinio privado y más apoyo público a los deportistas. Los que quedan los cuatro primeros en una competición quizás puedan vivir bien, pero los cuatro siguientes, no, y también se han clasificado, defiende.
«En general, Málaga es una ciudad muy accesible, pero no es una ciudad fácil, en cuanto a que tiene muchos cruces, calles grandes, pequeñitas, rotondas enormes...»
Como recién llegada a Málaga realiza su propio análisis sobre la accesibilidad de la ciudad para personas con discapacidad. Y da un titular: la capital es «accesible, pero no fácil». «El metro es accesible, los semáforos son accesibles, en general es una ciudad muy accesible, pero no es una ciudad fácil, en cuanto a que tiene muchos cruces, calles grandes, pequeñitas, rotondas enormes; cuando llegas, al principio, te tienes que aprender los recorridos, y no me parece una ciudad fácil». ¿En comparación con Burgos o con Madrid? «En Madrid es que vas en metro, y el metro es muy sencillo». Otra ciudad en la que ha vivido, Toledo, sobre todo el casco antiguo, sí que la considera muy complicada para una persona invidente.
Lía no para: se levanta a las seis de la mañana y se acuesta pasadas las doce. Se acaba de cambiar de ciudad, enseña Braille, pega puñetazos practicando fitboxing, quiere avanzar en el jiu-jitsu brasileño, también está aprendiendo a tocar la guitarra, le gusta mucho leer, también disfruta del cine. Sólo se da una tregua a la hora de comer, el tiempo de descanso que comparte con su marido, que fue su 'lazarillo' deportivo. Tiene una visión muy clara de lo que es la discapacidad, de cómo tratarla e intuiciones sobre un urbanismo amigable para el conjunto de la sociedad. Se patea Málaga, donde todo está a media hora, junto a su perro guía, Spencer, que dormita mientras ella se enreda en estos mil y un proyectos. Qué completa nueva vecina tiene la ciudad.
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