
RAFAEL PÉREZ PALLARÉS
Domingo, 2 de abril 2023, 02:00
Ni una ni dos, sino un grupo considerable de mujeres acompañaron a Jesús de Nazaret durante su predicación y pasión. El perfil psicológico y espiritual de las mujeres en la pasión de Cristo ofrece un retrato de su fortaleza emocional y personal, máxime teniendo en cuenta la situación de vulnerabilidad social y jurídica a la que estaba sometida la mujer en tiempos de Cristo.
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La mujer israelita en la época de Jesús de Nazaret estaba sometida a leyes y normas asfixiantes, especialmente las contempladas por grupos vinculados a la estricta observancia, como los fariseos. Sin ir muy lejos, las reglas mantenían que no se debía hablar a solas con las mujeres en público. La rigidez de la legislación imperante contrasta con la relación de fluidez con la que Jesús de Nazaret se relacionaba con las mujeres.
Aunque, para entenderlo mejor, hay que tener en cuenta que el Nazareno se movió mucho más en el ámbito rural que en el de la gran urbe, y en ese contexto, las relaciones eran más libres y naturales. En los pueblos la mujer iba a la fuente a por agua, se unía al trabajo de los hombres en el campo, vendía productos de la cosecha... Es cierto que, desde el punto de vista religioso, la mujer judía no estaba equiparada con el hombre y por eso choca cómo es la comunicación entre el Nazareno y las mujeres. Algo que en los momentos de su detención, tortura y asesinato se evidencia claramente. Las mujeres que lo acompañaron lo conocían o lo habían tratado. No se quitaron de en medio, aunque no estuvieran obligadas por ley a ir en peregrinación a Jerusalén por las fiestas de Pascua. Conviene recordar que los derechos religiosos y jurídicos de las mujeres, lo mismo que los deberes, estaban limitados. No tenía derecho, por ejemplo, a prestar testimonio en un juicio. Sencillamente, era considerada mentirosa por naturaleza.
Quizá por eso, llama especialmente la atención la postura de Claudia Prócula, la esposa de Poncio Pilato, que, no siendo hebrea, intenta mediar en el juicio contra Jesús. En el Evangelio de San Mateo leemos que mandó a decir a su marido: «No te metas con ese justo, porque esta noche he tenido pesadillas horribles por su causa». Esta referencia también aparece en la literatura apócrifa, concretamente en las Actas de Pilato. Claudia fue la única defensora en el juicio contra Jesús. Sus padres, Selene y Marco, estaban emparentados con la nobleza más importante del Imperio. Era sagaz, culta y crítica con las normas establecidas. Jerusalén, en una época tan convulsa, le parecería una ciudad peligrosa. Conoció el temperamento caprichoso y cruel de Calígula y fue testigo de las conspiraciones de Tiberio.
Claudia, reconocida como santa por la Iglesia Ortodoxa oriental y etíope, pretendió influir en la decisión fatal de su esposo. Algo que, finalmente, no pudieron impedir ni ella ni Juana de Cusa, que podría haber intervenido para evitar el fatal desenlace ya que estaba vinculada también al gobierno, en este caso, a la casa real. El Evangelista san Lucas la refiere como miembro del grupo de mujeres que acompañaban a Jesús: «Iban con Él los doce y algunas mujeres que había liberado de malos espíritus y curado de enfermedades: María, llamada Magdalena, de la que había expulsado siete demonios; Juana, mujer de Cusa, administrador de Herodes; Susana y otras muchas que le asistían con sus bienes».
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Cusa administraba la casa del rey Herodes Antipas, por lo que varios de los acontecimientos sucedidos en la corte herodiana, como el asesinato de Juan Bautista o el encuentro de Cristo con Herodes, pudieron ser narrados al evangelista Lucas de primera mano por ella. Juana fue una mujer que tendría una postura difícil por la implicación política y religiosa de Herodes con los judíos practicantes. Lucas, en el capítulo 24, también cuenta en referencia a Juana que las primeras en enterarse de la Resurrección de Jesús son las mujeres, nombrándola directamente a ella.
Junto a Juana, liderando al grupo de mujeres, encontramos a María Magdalena, discípula de Jesús y calificada por las primeras comunidades cristianas como apóstol de los apóstoles. Toda una declaración de principios sobre su identidad y el papel que jugó en los primeros pasos del cristianismo. Natural de Magdala, aldea cercana a Cafarnaún, María formaba parte del grupo de discípulas que acompañaron a Jesús y sus discípulos durante su predicación en Galilea, ayudándoles con sus bienes. Además, los cuatro evangelios la mencionan con el grupo de mujeres que, junto a la madre de Jesús, estaba presente en la crucifixión: entre ellas, estaba Magdalena y María de Cleofás. El evangelista Juan lo relata y es probable que, con esta última, estemos ante una pariente cercana de la madre de Jesús. Al pie de la cruz, la de Magdala fue testigo de cómo Jesús entregó a su madre a Juan, que la acogió en su casa, después de que la madre lo recibiera como hijo por también indicación de Cristo.
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