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Cuando apenas contaba tres meses de vida, Nicolás Eduardo Sguiglia conoció la dureza del exilio. En enero de 1977, sus padres, Eduardo y María, tuvieron ... que abandonar Argentina y marcharse a México huyendo de la persecución de la dictadura del general Rafael Videla. Ambos eran militantes de los movimientos estudiantiles y sindicales en la ciudad de Rosario. Madre e hijo llegaron en avión, mientras que su padre tuvo que hacerlo por carretera; tardó casi cinco meses en volver a ver su vástago. La familia Sguiglia permaneció ocho años en México, aunque no con ese apellido, ya que tuvieron que cambiárselo para salir de su país y utilizaron el Brest.
En 1984, cuando Argentina recuperó la democracia, la familia pudo volver a Argentina, instalándose en Buenos Aires. Es en el barrio de Saavedra de la capital donde Nico -como es conocido- donde realiza sus estudios de primaria y secundaria e ingresa en la Universidad para estudiar Sociología. Corren los años finales de la década de los años noventa y la crisis económica, con el aumento de la deuda que desembocará en el 'corralito', azota a los argentinos. En esta coyuntura, Nico Sguiglia decide abandonar el país y buscarse su futuro en Europa. Tras recorrer varias ciudades del Viejo Continente, entre ellas Málaga, en 2000 decide instalarse en la capital de la Costa del Sol porque «me gustó mucho, ya que me recordaba a mi Rosario natal».
Con su familia al otro lado del charco y sin vínculos personales ni profesionales en Málaga, Sguiglia concluye sus estudios en Sociología y Ciencia Política a través de la UNED y a su término complementa la formación con un máster sobre Inmigración y Desarrollo y Políticas Públicas en la Universidad Pablo de Olavide, lo que le llevó a vivir durante dos años en Sevilla. Junto a ello se involucró en la lucha de los movimientos sociales. Un compromiso transmitido por vía del ADN: «Me viene de familia, lo mamé desde chico, y también por el tipo de lecturas debido a la biblioteca que había en mi casa. Después empecé a participar en los centros estudiantiles de Argentina».
Este activista y político que tiene como referentes a José Mújica, Ángela Davis, Luther King, Agustín Tosco (sindicalista argentino), Rosa Luxemburgo y Diamantino García, afirma sentirse más vinculado a los movimientos sociales que a los partidos. Así, fue miembro fundador de Democracia Ya, estuvo en los orígenes del 15-M, fue impulsor de la Plataforma de Afectados por la Hipoteca (PAH), participó en la Red Precarios y en la creación de centros sociales y culturales como La Invisible y La Nave; a ello se une su participación en grupos que tratan el fenómeno de la inmigración y se unió a los movimientos antiglobalización.
«El hecho de ser sociólogo imprime una mirada de cierta sensibilidad a los temas sociales y a atender los fenómenos que tienen que ver con la dinámica de la sociedad», arguye, al tiempo que recuerda que su lucha a favor del CIE de Capuchinos, en 2002, hizo que fuera detenido y a punto estuvo de ser deportado a su Argentina natal; finalmente fue absuelto.
Respecto a los partidos, su participación en el 15-M y el vínculo que estableció con Alberto Garzón le llevó a entrar en IU, aunque su paso por la coalición fue breve, e inmediatamente entró en Podemos y en la constitución de la formación morada en Málaga. Cara a las elecciones municipales de 2015 estuvo en los movimientos para lograr una lista unitaria de la izquierda alternativa, un Ganemos Málaga que no fructificó. En 2019, con Adelante Málaga, luego reconvertido en Unidas Podemos, logró su primer cargo público al salir elegido concejal en la Casona del Parque.
Eso sí, reconoce que lo suyo es «estar más en la segunda línea, en el apoyo a las tareas organizativas» y afirma: «Tengo clarísimo que estoy de paso en la política. Lo de estar en primera línea lo hago temporalmente, pero no es algo que lo disfrute diciendo que esto es lo mío, no he encontrado ahí un gusanillo. Sí voy a estar toda mi vida vinculado a proyectos colectivos y los movimientos sociales».
Antes de ser elegido edil, el integrante de la dirección andaluza de Podemos como secretario de Sociedad Civil y Movimiento Popular trabajó en la hostelería, en proyectos vinculados a temas asociativos y otros relacionados con el ámbito académico. En este último campo estuvo cinco años trabajando como investigador en las universidades Pablo de Olavide -investigando el desarrollo de las políticas públicas en tema de movilidad sostenible- y en la Complutense de Madrid -abordando asuntos sobre vivienda-.
Nicolás Sguiglia se define ideológicamente como una persona de «izquierda popular, es decir una izquierda menos dogmática y más atenta a los sentires, necesidades e intereses del pueblo. Estar siempre con el radar puesto a ver cómo se mueve el sentido de la gente y el ver cómo articularlo para darle una salida colectiva». En este sentido, sostiene que las propuestas de Podemos «más allá de la mala fama que en ocasiones por nuestros propios errores cometemos, en cuanto a sus planteamientos de tipo económico y social es lo más parecido a lo que es la socialdemocracia original de principios del siglo XX».
Firme defensor de la unidad del espacio ideológico situado a la izquierda del PSOE, considera a Yolanda Díaz como «la figura más importante que tiene nuestro espacio político» y subraya que tiene «un perfil muy bueno para todo lo que viene por delante; ahora se trata de ajustar cuál va a ser el funcionamiento de ese nuevo espacio con la conducción de ella».
Vecino de Fuente Olletas, aunque muy vinculado a El Palo, la prioridad número uno, más allá de la política, para Nico Sguiglia es pasar el mayor tiempo posible con su hija Malena, de 8 años, con la que se divierte «mucho» hablando y jugando con ella. Aficionado a las series y la música se define como un seguidor de los sonidos latinos (salsa, cumbia,...) y afrodescendientes y hace sus pinitos tocando la batería.
Sguiglia reconoce que la política le absorbe «más de lo que debería» y que su objetivo es «poner límites y conciliar». En cuanto a sus defectos, admite ser «muy controlador, me cuesta delegar». Quienes le conocen lo definen como un político «camaleónico, en el sentido de ir adaptándose a cada momento». Sobre su experiencia de estos tres años en el Ayuntamiento, la califica de «ambivalente», ya que en el lado positivo le ha permitido profundizar en el conocimiento de la ciudad y, en el negativo, critica que hay «mucho ensimismamiento porque se dedica demasiado tiempo a los debates internos y se le presta poca atención a los problemas de la ciudadanía».
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