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'Lugalo' y 'Diderot', masones de la logia Pitágoras, ante el busto de la mujer que personifica a la República, 'la Marianne', en el Ateneo de Málaga. Ñito Salas
En las entrañas de la masonería malagueña

En las entrañas de la masonería malagueña

'Lugalo' y 'Diderot' son los nombres en clave de dos masones de la ciudad, cuya logia, Pitágoras, ha cumplido diez años: ellos nos cuentan cómo nació este taller, qué hacen en sus 'tenidas' (reuniones) y qué ideas defienden y practican

Lunes, 19 de febrero 2024, 00:14

«Trabajamos con nombres simbólicos para proteger nuestra identidad», se justifican 'Lugalo' y 'Diderot' para no revelar sus nombres reales. Son masones, miembros de la logia malagueña Pitágoras, que ha cumplido su décimo aniversario, y últimamente les están llegando noticias de que en Madrid aparecen pintadas amenazantes a las puertas de los talleres masónicos que ellos atribuyen a manos de la ultraderecha. A lo largo de la historia, rememoran, la masonería y sus miembros han estado muy perseguidos, muy especialmente, dicen, en España, tanto por la monarquía absolutista de Fernando VII, como por la dictadura de Franco. Pero los masones sobreviven después de tanta persecución y la mala prensa que les ha asociado a cultos diabólicos, rituales extraños o conspiraciones varias, cuando ellos se autodefinen apenas como «personas libres y de buenas costumbres».

Según explican a SUR, su membresía está creciendo. Y aportan una evidencia: la creación de su logia en Málaga hace diez años es fruto de ese aumento de su masa crítica primero en Andalucía y después en la provincia.

Ellos dos, 'Lugalo' y 'Diderot', han sobrepasado la edad de jubilación. A lo largo de su vida se han dedicado a la gestión cultural y a los servicios sociales. Fue la curiosidad que luego se convirtió en interés y sus mentes inquietas las que los llevaron a entrar en la masonería, además del «talante distinto» que observaron en sus miembros una vez los conocieron. Pero todo esto sucedió por fases: en la adolescencia y la juventud se informaron sobre en qué consistía aquello y ya más mayores, cuando tenían la vida hecha y los hijos criados, ingresaron, tras entrar en contacto con el movimiento por las redes sociales, los chats… por internet: «La masonería está en el siglo XXI», afirman.

'Obediencia' francesa

Por la época en que quisieron entrar en un taller –sinónimo de logia–, la masonería en Málaga y en Andalucía existía sólo en su versión inglesa –simplificando, la conservadora, monárquica y aristocrática–, fruto de la gran cantidad de población procedente de ese origen geográfico. Ellos, en cambio, conectaban más con la 'obediencia' –ésta es la terminología– del Gran Oriente de Francia (laica, republicana y democrática, que cuenta con una estructura federal formada por 1.300 logias y más de 50.000 miembros en todo el mundo). Buscaron un templo –otro sinónimo de logia– de esta sensibilidad y se adscribieron a una logia de Alicante.

Cuando allí creció el número de andaluces y los maestros de esa procedencia, se marcaron como objetivo fundar un taller más cerca de casa. Una primera fase de este proceso es la creación de triángulos (la unidad mínima de trabajo masónico, una célula formada por un maestro y tres miembros), para a continuación, 'levantar columnas' o realizar 'el encendido de luces', que son las expresiones de su jerga que aluden a la fundación de una logia como tal. «De forma natural, como hay un crecimiento, se van creando logias, por eso ésta de Málaga tiene diez años; nosotros estábamos antes en una de Sevilla, Tartessos», explican. Ahora mismo, comentan, la logia Pitágoras roza la treintena de miembros de todas las edades, de los que cinco son mujeres, desempeñan todo tipo de profesiones, y pueden tener cualquier ideología, aunque lo que comparten es que son «gente inquieta», aseguran 'Lugalo' y 'Diderot'.

'Lugalo' y 'Diderot', en el Ateneo de Málaga. En primer plano, la escuadra y el compás, símbolos célebres de la masonería, que hacen alusión a la arquitectura y a la construcción. Según qué instrumento esté delante, se conoce si se refiere a un aprendiz, a un compañero o a un maestro. Ñito Salas

¿Cómo se hace un masón?

Cuando alguien empieza a investigar sobre la masonería o conoce a algún masón, la curiosidad puede empezar a ser interés y se puede animar a entrar en una logia, como les sucedió a ellos. ¿Cómo es el proceso de ingreso? No es nada fácil. Lo primero, comentan, hay que leer mucho: literatura masónica y antimasónica también. Pero, además, explican, en la página web de Pitágoras se pueden ver las 'planchas' que es como llaman a los escritos sobre los que debaten (en alusión, como ocurre en gran parte de su simbología, a elementos de la arquitectura, en este caso, al plano de una construcción, que se llama así) y que a veces hasta tienen su reflejo en las normas que aprueban en el Congreso de los Diputados, como dicen que sucedió con la Ley de Eutanasia. Se trata de averiguar si la masonería conecta con uno, o no: «A nosotros no nos interesan quienes vienen a curiosear, que entran y luego se salen al poco tiempo. Hay que saber dónde te metes; tienes que tener una seguridad y una madurez», advierten.

«A nosotros no nos interesan quienes vienen a curiosear, que entran y luego se salen al poco tiempo. Hay que saber dónde te metes; tienes que tener una seguridad y una madurez»

A través de su web se puede hacer la solicitud de entrada rellenando un formulario con datos personales, biográficos y una explicación sobre qué es lo que al sujeto en cuestión le motiva de la masonería. A partir de ahí, el expediente entra en tramitación. Uno de los hitos más importantes es el momento en que tres maestros masones hacen tres 'aplomaciones' (entrevistas) al candidato –de nuevo, un término de su jerga que procede de la arquitectura o la albañilería: 'aplomación' viene de plomada, el instrumento que mide la rectitud de una construcción–. Esas entrevistas versan sobre cuestiones personales, filosóficas y sociales. El taller quiere conocer en profundidad al aspirante. Y, sobre todo, ratificar si responde al perfil de alguien de pensamiento libre y buenas costumbres; si es, en definitiva, un ciudadano ejemplar.

Ñito Salas

Y respecto a las cuestiones ideológicas, no es necesario compartir las ideas avanzadas que inspiran a la logia o su republicanismo: «Si discrepas de mí, lejos de ofenderme, me enriqueces», aseguran. De hecho, presumen de no tener «límites en el pensamiento» y de «no tolerar trabas»: «La libertad de pensamiento tiene que estar siempre presente».

En paralelo, la logia en cuestión consulta al Gran Oriente de Francia para ver si al profano que aspira a ser masón se le ha rechazado en algún taller de esa obediencia o si se le ha expulsado por algún motivo –haber cometido algún delito, ser un maltratador...–. Tras hacer esa comprobación, se le hace el 'pase bajo venda', la presentación solemne del candidato ante la logia en 'tenida' –así se denominan las reuniones del taller–, en la que cualquiera de sus miembros le puede preguntar cualquier cosa y, acto seguido, se somete a votación su incorporación con bolas negras y blancas que se introducen en sendas urnas –balotaje–. El aspirante necesitará mayoría absoluta para ingresar.

En la masonería sucede lo contrario que en una secta, resaltan los masones: aunque es bastante complicado entrar, es fácil salir –por deseo propio, aunque un masón también puede ser expulsado ('irradiado' en la jerga) si se es irrespetuoso, no cumple con su trabajo, no paga la cuota (40 euros mensuales), no acude a las tenidas...–.

Rito de paso: un «sociodrama»

Una vez aceptada la entrada del profano a la logia, tiene lugar la ceremonia de iniciación o el rito de paso –se entra profano, se sale masón–. Para que cualquiera se pueda hacer una idea de en qué consiste, dicen que la serie 'El olivar de Atocha' lo refleja bastante bien (está disponible en RTVE Play). Pero ellos también lo explican para los lectores de SUR.

La ceremonia de iniciación «es un sociodrama», califican, con varias etapas y pruebas. Por ejemplo, la prueba de la tierra, que lleva al profano a un 'gabinete de reflexión', un habitáculo pequeño, negro, con unas láminas en la pared que le animan a que abandone el proceso («si vienes aquí por curiosidad, vete», por ejemplo) y con elementos simbólicos de la tradición masona más arcaica, como el gallo, el reloj de arena, un mendrugo de pan, un vaso de agua, tres tarritos con mercurio, azufre y tierra. Ahí se encierra al profano donde tendrá que rellenar un documento en el que explicará su opinión acerca de las que considera sus obligaciones para con su país, su familia y para con él mismo, y para mostrar, llegado el momento de la muerte, qué testamento dejaría.

El profano, antes de ser masón, también habrá de atravesar la prueba del fuego, la del aire y la del agua. Es todo un proceso, se pasa de una fase a otra. Todo es progresivo en la masonería, como la escala que les lleva de ser aprendices, de ahí a compañeros y al final, a maestros. No dan muchos más detalles. Pero insisten en que todo es simbólico y teatralizado.

Una ceremonia de iniciación en la masonería. Cedida

Sí explican que la persona en cuestión va vendada, arremangada de la pierna derecha, descalza de un pie, con un hombro descubierto y con una cuerda o cadena que le ata las manos y el cuello. Entra casi a rastras al taller. «Una vez que ha entrado con las cadenas, lo primero que hace el venerable maestro o el presidente es cogerlas, quitárselas y tirarlas, y le explica: 'Éstas son todas las cosas que te están atando, te están esclavizando; a partir de ahora, fuera'. El venerable maestro, al nuevo masón, aún de rodillas, le dice: 'Nunca te arrodillarás ante nadie. Un masón vive de pie y muere de pie'». Tiene, por tanto, un significado que se entre con cadenas al taller, explican, porque en la vida estamos llenos de ataduras. Y tiene también su porqué que haya tenido que vaciar sus bolsillos antes de entrar: hay que dejar atrás los 'metales profanos', lo que viene del exterior.

'Tenidas' mensuales

Al margen de estas ceremonias de iniciación, las 'tenidas', las reuniones que se celebran mensualmente, son sesiones de exposición y debate sobre diferentes asuntos. Algunos de los que están trabajando en estos momentos son la abstención en las elecciones y la desafección política; la legitimidad de la desobediencia civil; o el agua como bien común. Temas, por tanto, de gran actualidad: «Somos franceses, somos operativos, especulativos, aplicamos el método científico, todo es relativo», espetan. Pero en estas reuniones llevan la indumentaria correspondiente: el mandil y los guantes.

Taller masónico preparado. Cedida

Málaga, explican estos masones, ha sido y es un territorio propicio a la masonería, por su tradición liberal. Por eso, destacan que la Pitágoras no es la única logia de la ciudad o de la provincia, que hay más, y que en las últimas dos décadas han crecido en número.

Apuntan que tienen prohibido tratar cuestiones partidistas, pero señalan que en sus filas se pueden contrar tanto militantes del PP como comunistas y en alguna logia también puede haber algún sacerdote. Aunque trazan una frontera entre lo que es la masonería o una logia masónica y una religión, un partido político o una asociación: el objetivo de un partido es alcanzar el poder; el de una religión, imponer un dogma; y una asociación trabaja también con una finalidad cultural, social, del tipo que sea... «La masonería no es ni un partido político, ni una religión, ni una asociación», aseguran. Pero también quieren que su pensamiento trascienda las fronteras del taller. Sus trabajos, cuando son aprobados, llegan al exterior.

«Trabajamos a cubierto, resguardados, porque el pensamiento circula más libre y su expresión, también, cuando se tiene la constancia de que lo que se va a decir no va a llegar a los poderes»

Pero sus debates son secretos. Lo que pasa en la logia, se queda en la logia. Hasta tal punto, que si hay un masón que ha faltado a una de las 'tenidas', no llegará a saber nunca lo que aconteció en esa sesión. «Está prohibido comentarle algo», remachan. Trabajan «a cubierto», como lo llaman, «resguardados», porque el pensamiento circula más libre y su expresión, también, cuando se tiene la constancia de que lo que se va a decir no va a llegar a los poderes. Eso es lo que dice la tradición que ellos siguen respetando. «Yo me puedo desnudar intelectualmente en mi taller delante de los miembros sabiendo que aunque diga un disparate, me van a respetar, me van a corregir, y no va a salir de ahí, cosa que no sucede en la 'vida profana'», explican.

Ese secreto también alcanza otra dimensión: un masón no puede revelar la identidad masónica de un masón vivo, aunque cada cual sí puede declarar que lo es, si así lo desea.

La masonería en el siglo XXI

No es un partido, no es una religión, no es una asociación. ¿Qué papel puede tener la masonería en el siglo XXI? «El que siempre ha tenido», contestan: «La logia es como si fuera un alambique: entran muchas ideas y se destilan y se depuran y sale un elixir, un licor. La masonería tiene un papel así en el ser humano: tiene capacidad de ayudarte a ti, individualmente como persona, a progresar, a mejorar, pero también, junto con el resto de los masones, tiene como finalidad la mejora de la humanidad para que sea más justa y más luminosa».

«La masonería tiene la capacidad de ayudarte a ti, individualmente como persona, a progresar, pero también tiene como finalidad la mejora de la humanidad»

¿Y qué imagen creen que irradian los masones en estos tiempos, ya con la dictadura a medio siglo de distancia? «Lo mismo puedes encontrarte a personas que piensan que los masones son gente interesante con la que se puede hablar y discutir como otras personas que creen que los masones son antiguos».

Este periódico ha pedido a la logia Pitágoras poder participar en alguna de sus 'tenidas' (reuniones). Pero, dado su carácter secreto, se ha denegado la petición. Aunque, a cambio, explican que una vez al año celebran 'tenidas blancas abiertas' a profanos para que conozcan lo que es la masonería. Y también tienen lugar 'tenidas blancas cerradas', que consisten en que se invita a un profano a que pronuncie una conferencia o hable sobre un tema para el taller masónico.

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