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Una voluntaria de la asociación Torrijos entrega los alimentos para las familias de Carlos Díaz y José Manuel Díaz.
Cuando la ONG es tu vecino

Cuando la ONG es tu vecino

La ayuda a familias sin recursos se consolida entre las actividades de varias asociaciones de barrio. Colectivos de Nuevo San Andrés, Huelin, La Corta o la Cruz Verde mantienen el reparto de alimentos que iniciaron por la crisis, del que se benefician cientos de malagueños

M. Ángeles González

Domingo, 1 de enero 2017, 09:49

En la segunda planta del Centro Ciudadano de Huelin, junto al mercado, varios hombres pintan unos lienzos mientras en la sala de informática el profesor espera a sus alumnos y en la clase de costura la monitora pone en orden telas e hilos. Fuera, en la acera de enfrente, decenas de personas hacen cola con carritos de la compra y bolsas de supermercado esperando que les llegue el turno para recoger un lote de comida. Aunque a priori pueda no parecerlo, ambas estampas tienen algo en común: tanto los talleres como la entrega de alimentos forman parte de las actividades que lleva a cabo la asociación de vecinos Torrijos, un colectivo con más de tres décadas de historia que nació con el objetivo de reivindicar mejoras para el barrio y sus residentes pero al que la crisis llevó a incluir entre sus prioridades la atención a las familias sin recursos.

Ante las necesidades de los vecinos, esta asociación tuvo que reinventarse hace ocho años, como también lo han hecho otras de Nuevo San Andrés, La Corta o la Cruz Verde, que en conjunto ayudan actualmente a más de mil familias malagueñas que reciben periódicamente alimentos de manera gratuita. Porque a pesar de los mensajes que hablan de una incipiente recuperación económica, el reparto gratuito de comida o de ropa no sólo se mantiene en estos colectivos, sino que en algunos casos se queda corto para atender la demanda.

A través de los distintos programas de distribución de alimentos que coordinan Bancosol y Cruz Roja y con la colaboración del Ayuntamiento de Málaga, los voluntarios que trabajan en estas asociaciones de vecinos se organizan para intentar aliviar dentro de sus posibilidades la asfixia económica que sufren cientos de familias malagueñas sin recursos. Y, más allá de los alimentos, generalmente no perecederos y en casos puntuales congelados y frutas y verduras frescas, estas pequeñas ONG de andar por casa también hacen colectas para pagar facturas o alquileres.

Antonio Calderón, vocal del área de Solidaridad de la asociación Torrijos de Huelin, recuerda que este colectivo empezó a repartir alimentos a inmigrantes en 2008, pero al poco tiempo observaron que cada vez había más malagueños necesitados, «por lo que abrimos el reparto de comida a estas familias», cuenta. El número de residentes que se acercaban a la asociación pidiendo ayuda fue en aumento y a día de hoy son 125 los hogares beneficiarios de este servicio, con 18 en lista de espera. Como explica Calderón, a muchos les da vergüenza acudir al reparto: «Son gente conocida, que tenían trabajo antes de la crisis y no asumen verse así». Esto hace que haya quien solicite ir a recoger los macarrones, las galletas, la leche, el arroz o los potitos un día distinto al de la entrega general o a una hora diferente. Una percepción con la que la asociación quiere acabar: «Les decimos que aquí no se dan los alimentos como una limosna, sino como un derecho que tienen y que les está quitando la sociedad. Ser pobre y quedarse sin trabajo no es un pecado, sino fruto de la injusticia; nuestra labor es darles dignidad haciendo un servicio que es un deber del Estado. No es caridad»».

Pero no es tan sencillo. Y José Luis lo sabe muy bien. Este malagueño de 72 años, que no quiere dar su apellido «porque me conoce todo el mundo en Huelin», acude por primera vez al reparto de alimentos. Y no lo hace por él, aunque reconoce que le vendría bien porque apenas cobra 300 euros de pensión, sino por uno de sus hijos, de 42 años, que está en paro. «A él le da apuro venir. Ahora le llevo las cosas a su casa y me quedo tranquilo», dice este jubilado, al que se le llenan los ojos de lágrimas mientras arrastra un carro.

Para llevar a cabo este servicio, un equipo de unos 16 voluntarios, también vecinos, dedican buena parte de su tiempo a descargar y organizar la mercancía el día que llega desde Bancosol, a establecer los distintos tipos de lotes en función de la cantidad de alimentos y de los modelos de familias beneficiarias y a realizar el reparto, que se suele prolongar desde las cuatro y media de la tarde hasta las diez de la noche.

«Degradación»

Aunque se intenta que los usuarios lleguen a diferentes horas para evitar la imagen de una larga cola que según algunos vecinos de la zona «ofrece una imagen de degradación del barrio», el temor a que se agoten los alimentos hace que desde las dos del mediodía haya gente esperando en la puerta. Entre ellos, acuden a su cita un padre y un hijo en paro a los que se les han acabado todas las ayudas y que sobreviven a duras penas con los alimentos que les dan en la asociación y con lo que consiguen en la chatarra. Con eso tienen que mantener ambos a tres niños: Carlos Díaz, de 52 años, a los hijos de su hija, separada, que vive con él;_y José Manuel Díaz, de 37, a sus tres vástagos. «Esta ayuda está muy bien, pero en una semana ya nos hemos quedado sin leche», afirma Carlos, que al igual que su hijo, ayuda en la asociación todo lo que puede, ya sea para descargar alimentos o para organizarlos. «A la hora que nos digan dejamos lo que estamos haciendo y venimos», señala José Manuel.

La solidaridad vecinal va todavía más allá. En más de una ocasión han hecho colectas para pagar facturas o alquileres. «Son vecinos nuestros, sabemos quién no puede hacer frente al recibo de la luz y qué niño no puede pagar las excursiones del colegio y se queda en casa», apunta Calderón, que advierte de la existencia de familias sumidas en la pobreza que acuden al reparto de alimentos a pesar de que uno de sus miembros trabaja.

La asociación Torrijos necesita un arcón grande para guardar productos congelados. De vez en cuando les comunican desde Bancosol que hay mercancía de este tipo y avisan por medio del Whatsapp a los beneficiarios, primero a los casos más urgentes y familias con niños, para que vayan en el momento a recogerla.

En la asociación de vecinos Lagunillas-Cruz Verde, el reparto de alimentos se hace desde hace once años, cuando la mujer del actual presidente, Curro López, se decidió a crear un colectivo que atendiera las necesidades del barrio. «Estaba siempre ayudando a los niños del barrio y le dije de broma que tenía que montar una asociación», recuerda López, que explica que actualmente atienden a 540 familias. Con el trabajo de un veintena de voluntarios, se ofrece una ayuda mensual con productos no perecederos y los viernes y sábados se reparten frutas y verduras. Aunque todos los beneficiarios deben pasar previamente por los Servicios Sociales del Ayuntamiento, no niegan la ayuda a nadie. «Cuando alguien nos requiere, le damos alimentos de urgencia para que puedan comer ese mismo día y les orientamos para que tramiten la documentación», señala.

«He visto cómo una madre pone un cacillo de leche debajo del grifo para darle más cantidad a cada niño y bebés llorando de hambre; eso no se puede consentir», señala el presidente de la asociación, que define el colectivo como «un grupo de vecinos que un día dijimos hasta aquí hemos llegado». Para seguir realizando este «acto de solidaridad y generosidad», López demanda estanterías y un congelador nuevo.

La asociación de vecinos La Nueva Corta surgió en 2013 con l intención de arreglar deterioros del barrio, principalmente relacionados con la limpieza. Un año después, tras conseguir «hacer transitable» la barriada, comenzaron con el reparto de comida, como recuerda el presidente, Juan Rodríguez, que señala que había unas 10 ó 12 familias «que estaban en una situación lamentable». En un primer momento los vecinos conseguían alimentos por su cuenta recurriendo a diferentes ONG y gracias a donaciones anónimas, hasta que comenzaron a prestar este servicio de reparto de alimentos de manera oficial, con la gestión de los Servicios Sociales del Ayuntamiento y a través de Bancosol. La primera entrega formal coincidió con las navidades de hace dos años «y repartimos mucha alegría». Ahora atienden a 120 familias.

El reparto de productos no perecederos se realiza generalmente una vez al mes, de forma aislada llegan alimentos frescos que se reparten de inmediato. Los vecinos se organizan en vehículos para recoger los alimentos de los almacenes de Bancosol. «Todos están dispuestos a ayudar», dice Rodríguez. Aparte de la comida, cuando les llega un caso complicado de alguna familia, como el impago del alquiler o de la luz, lo analizan «y si está en nuestra mano ayudamos».

Reparto de ropa

En Nuevo San Andrés, la asociación de vecinos que preside Teresa Retamero no sólo reparte alimentos a unas 400 familias, sino que también pone a disposición de los residentes ropa y otros objetos de segunda mano que ceden los propios vecinos o personas de otras zonas. «Los vecinos de esta barriada somos como una familia, aquí no se queda nadie sin comida ni sin luz si yo me entero», insiste Retamero, que pone en valor el trabajo de la veintena de voluntarios que dedican parte de su tiempo a organizar el reparto de comida, que tiene lugar todas las semanas desde los inicios de la crisis económica.

«Aunque no es su razón de ser, estas asociaciones han tenido que asumir un papel necesario que no había quién lo hiciera y hay que agradecérselo; nosotros no podemos llegar a toda la sociedad», señala el vicepresidente de Bancosol en Málaga, Joaquín Jiménez, que explica que cuando un colectivo recurre a ellos les exigen una serie de requisitos, como que cuenten con una capacidad financiera y medios adecuados para prestar el servicio, entre otros. Además, todas las familias deben ser valoradas por trabajadores sociales.

En este punto juegan un papel importante los Servicios Sociales del Ayuntamiento, que se encargar de hacer esta labor cuando las asociaciones no cuentan con técnicos propios. Los datos se incluyen en una base de datos y así se evitan duplicidades en la concesión de ayudas, como explica la directora del Área de Derechos Sociales, Ruth Sarabia, que señala que el Consistorio también ayuda a estos colectivos vecinales a través de la convocatoria de subvenciones, asumiendo el transporte de los alimentos cuando la asociación no cuenta con medios para hacerlo o cediendo espacios municipales para almacenar los productos.

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