
Mi amigo Fernando publica en Twitter con asiduidad fotos de su bellísima ciudad, Melilla. Sus instantáneas dan cuenta de un gran talento como fotógrafo, aunque hay que reconocer que trabajar con semejante modelo hace la tarea más sencilla. Y yo, que conozco bien las maravillas que hay al otro lado del mar, suelo recibir tales imágenes con la disposición en que Eva recibió de la serpiente el fruto del árbol prohibido: la de aquel que está a punto de sucumbir a la tentación.
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La rutina cotidiana me hace pasar a diario por la plaza de la Marina, lo que sitúa en mi campo visual al ferry 'Ciudad de Melilla', alias 'El Melillero', cuya proa apunta siempre hacia el sur. Circunstancia que mantiene la firmeza del envite y me convence de que toda resistencia es fútil. De modo que sospecho que un día de estos caeré de nuevo. Hasta pronto, Melilla.
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