«Me han llamado egoísta por no querer tener hijos»

Confiesa Ana Fernández que en ocasiones ha sentido ganas de gritar contra una injusticia de carácter machista. «A veces he gritado, pero otras me he mordido la lengua». Le viene a la memoria el día en que el distribuidor de una película «al darme un abrazo cordial me agarró del culo, pero metiendo la mano. Era muy joven y no supe reaccionar. Se lo dije años más tarde y se puso de todos los colores». Estos días la actriz representa en el madrileño teatro Fernán Gómez 'El grito', un montaje basado en la historia real de una mujer que se enamoró de su jefe, tuvo dos hijos con él, y terminó viviendo una pesadilla en la que llegó a ser acusada de estafadora y adúltera... «Luchó durante ocho años para que se hiciera justicia -explica la actriz-. A ella la interpreta maravillosamente Nuria García. Yo hago de Empar, su madre».

Empar es un gran apoyo para su hija. El problema es que a lo largo de la función termina padeciendo alzhéimer, una enfermedad que Ana Fernández ha conocido de cerca. «La padeció mi suegro, un hombre maravilloso, maestro de la República. Yo viví ese proceso que le causó tanto dolor porque se sentía perseguido». La mujer en la que está basada la obra fue un día a verla y se sintió identificada con el relato. «Eso fue muy importante para mi hija», subraya Fernández, que denomina así a la actriz que hace de su hija en la función. «No tengo hijos ni voy a ser madre ya -precisa- pero tengo muchos hijos escénicos y estoy encantada con ellos, se crea un vínculo muy especial».

A sus 55 años, esta sevillana de Valencina de la Concepción, ganadora de un Goya como actriz revelación por 'Solas', de Benito Zambrano, y nominada a otros dos como mejor actriz protagonista y de reparto, reconoce haber interpretado muchos papeles dramáticos. El próximo será Angustias, en un nuevo montaje de 'La casa de Bernarda Alba'. Sin embargo, basta charlar un rato con ella para descubrir que es mucho más extrovertida y alegre de lo que aparenta en pantalla. «El humor es un síntoma de inteligencia, y a mí en la vida me encanta reírme y sacar punta hasta a las situaciones más tremendas. Aunque también lloro mucho».

El cine le ha permitido viajar y hacer amigos en distintos países. «Pero también me he perdido ver cómo mi madre se hacía mayor y cómo crecían mis sobrinos». A cambio, vivió tres meses en Argentina y pasó cuatro rodando en el desierto de Túnez... «¿Cambiaría esa experiencia? -se pregunta-. No creo».

Asegura que la decisión de no tener hijos no le ha supuesto ningún sacrificio. «Tuve una crisis de los 40, de la llamada de lo biológico, el ahora o nunca... Fue como existencialista, muy rara. Pero un día haciéndome un test de embarazo por un retraso me di cuenta de que quería que saliera que no. La presión que existe desde fuera es grande. ¿Te lo vas a perder?, te preguntan. Incluso han llegado a llamarme egoísta. Y yo respeto mucho a las que son madres, seguro que tener hijos es un flipe, pero a mí el no tenerlos me ha permitido llevar otro ritmo, sentirme más libre». A su lado está su pareja, un hombre que «entiende perfectamente mi trabajo, lo respeta desde siempre y le gusta mucho. Es un apoyo importantísimo».

Ana Fernández se declara también abogada espontánea de causas perdidas. Su instinto justiciero la lleva a menudo a intervenir en situaciones conflictivas... Por esa razón ha escuchado muchas veces «Ana, no te metas». «En cuanto veo una injusticia salto, es algo que me rebela». La mayor de cinco hermanos, la actriz fue desde niña muy responsable. Su madre cayó enferma y ella tuvo que dejar de estudiar un año para ocuparse de la «tiendita» familiar. «Marcharme a Madrid me liberó -reconoce-. Pero tengo muy buena relación con mi familia. Y una hermana que es actriz, Candela Fernández, y es mi cómplice».