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María Martín, con su cinturón de campeona del mundo. Nacho Carmona
La luchadora sin rival que aprendió de su padre

La luchadora sin rival que aprendió de su padre

María Martín, de 10 años, es campeona del mundo de muay thai y K-1 en la categoría -30 kilos. Su maestro es su progenitor, dueño de un gimnasio en la barriada de Miraflores de los Ángeles

Nacho Carmona

Málaga

Miércoles, 22 de noviembre 2023, 23:49

La relación de los deportes de contacto con el dolor resulta muy curiosa. Va de la mano y puede incluso causar adicción. Independientemente del umbral de cada uno, esta sensación, que químicamente se explica como un mecanismo de defensa del propio cuerpo, pasa a ser algo secundario en la vida de quienes se consagran a la lucha. «Llega un momento en el que te acostumbras, yo llevo 30 años viviendo con dolor. Siempre digo que si estás en otras ocupaciones, te dolerán otras cosas», explica Miguel Martín, exluchador de muay thai, profesor y dueño del club de lucha 'Miguel Power', ubicado en la barriada malagueña de Miraflores de los Ángeles.

Su hija, la pequeña María Martín, de 10 años, se proclamó campeona del mundo de XFC en la categoría -30 kilos, en muay thai y K-1 (una variante del kick boxing) el pasado 22 de octubre en Roma. «Había bastante nivel, pero siempre vamos con la victoria por delante», introduce su maestro. «Siempre pensamos que vamos a ganar, luego puede pasar cualquier cosa». Tras su aspecto de tío duro se encuentra un padre que, orgulloso, se emblandece con los éxitos de su niña. «En ella veía bastantes posibilidades. Se lo curra bastante. Cuando se acerca una pelea entrena entre tres y cuatro horas diarias», explica sobre su preparación.

El muay thai, conocido como «el arte de las ocho extremidades», es un deporte de contacto y arte marcial milenaria con origen en Tailandia

«En el momento en el que la ví competir allí tuve la certeza de que nos llevábamos el cinturón a casa», confiesa. El tirón de María en ese Campeonato del Mundo fue tal, que el resto de contrincantes, de diversas nacionalidades de todo el globo, acabaron apoyándola por pura inercia. «Dio espectáculo. No están acostumbrados a ver una niña con esa edad y ese nivel», expresa su padre.

A sus corta edad acumula ya 34 peleas y no encuentra rival. Tanto es así, que el gobernador de la región tailandesa donde la pequeña María iba a pelear en agosto anuló el evento a dos días de su celebración. «Es algo más político que otra cosa, de federaciones. Es siempre una guerra. Le intemaos buscar otro combate, pero nada. Al final estuvo haciendo 'sparring' con niños, y la verdad es que muy bien».

Padre e hija, sentados e el 'ring' del gimnasio 'Miguel Power'. Nacho Carmona

Sin ir más lejos, Tailandia es la cuna y la madre patria del muay thai, una disciplina milenario a la que llaman «el arte de las ocho extremidades, porque te pegas con todas las partes del cuerpo: los codos, las manos, las rodillas...». Considerado un arte marcial, de un tiempo a esta parte ha pasado también a considerarse un deporte de contacto.

La relación de la familia Martín López con este país asiático es bastante longeva. Surgió, como no puede ser de otra forma, con la excusa del muya thai. «Fui de joven para entrenar allí con ellos y me enganché. Cada vez que podemos vamos para allá, para disfrutar y también para entrenar. Mi mujer, que también hace cositas, María y yo», relata. «La mayor no, ella no quiere venir», cuenta entre risas.

La mayor particularidad del muay thai en Tailandia es que combaten sin protección, sólo con guantes. «En España la normativa exige que vayamos equipados y hasta los 13 años no se pueden dar en la cara», apunta. El órgano regidor de esta disciplina dentro de la región es la FAKM (Federación Andaluza de Kick Boxing y Muay Thai).

Los 'Power'

Se antoja inevitable que los hijos compartan apellido con sus padres. A sabiendas de que los motes son algo más personales, resulta menos común y noticiable que hereden también los apodos. A Miguel lo apellidaron deportivamente 'Power' cuando supieron de su capacidad y talento, porque entrenaba en un gimnasio llamado 'Power Gym'. Su hija María, tras sus pasos, heredó este apellido deportivo. Así figura en su capa: 'María Power, La Turbina del Infierno'. «¿El origen de este último? Se lo puso nuestro promotor, 'Impacto', que nos proporciona la ropa y el material». cuenta.

El muay thai, a un cierto nivel, necesita nutrirse de patrocindores para poder seguir adelante. Esta familia cuenta con un 'sponsor' que les proporciona la indumentaria y el equipo de primer nivel, aunque, reconocen, les vendría de perlas alguno que les ayudase con los viajes, pues lo campeonatos de cierto renombre tienen lugar lejos de España. «El de Roma nos ha costado bastante dinero. Nada más que en los vuelos, el hotel y las inscripciones, que de un Campeonato del Mundo no son baratas», explica. «Estamos esperando para ir a Inglaterra a pelear, así que a este nivel si necesitamos patrocinadores».

Entre los motivos para dedicar su vida al muay thai, Miguel Martín alude a la cantidad tan ingente de adrenalina que quema durante los combate y a los valores de esta disciplina. «No hay deporte con más valores y respeto que este», introduce. «Cuando acabamos una clase, se ponen todos en línea y van pasando. Vamos saludándonos y chocándonos. La gente cuando termina de pegarse sigue siendo amiga al cien por cien. Esto en otro sitio no lo hay», argumenta. María es también una enamorada del muay thai. «Con cinco años vi a mi padre que traía a competidores a pelear. Lo vi y lo quise probar», expresa la campeona del mundo.

Luchador retirado, se dedica de forma exclusiva a la enseñanza. «Es algo que me apasiona. Ver a mi María, que empezó con cinco años, aprender y mejorar, me da la vida», cuenta. Lo hace, junto a ella y a un centenar de alumnos, en su propio club de lucha, que se encuentra en Miraflores de los Ángeles y se llama 'Miguel Power'. «Mi miedo siempre había sido montarlo y que me fuese mal». Primero se tiró a la piscina con un local más pequeñito. Su éxito fue tal que a los cinco años tuvo que mudarse. «Se me quedó chico», expresa.

Insiste en que por nada del mundo cambiaría este local por otro, por significado y también por emplazamiento. «A veces estamos apretados, pero coger algo más grande significaría irme al polígono, y aquí vienen muchos niños», expresa. Dentro de su gimnasio, y más allá del 'ring' y los sacos, cuelgan un total de seis banderas: la española, la ucraniana, la argentina, la tailandesa, la gitana y la del Rif marroquí «para que todos se vean representados», cuenta con una sonrisa, intentando hacer sentir a cada uno de sus alumnos como en casa.

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