
Ruy López, de sacerdote a campeón mundial de ajedrez
Cuentos, jaques y leyendas ·
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El zafrense Ruy López fue confesor del rey Felipe II y popularizó la práctica de la apertura españolamanuel azuaga herrera
Domingo, 22 de mayo 2022
En la calle Tetuán del pueblo pacense de Zafra destaca un edificio de dos plantas y una fachada imponente, con dos columnas jónicas a cada lado de un ventanal enrejado que, bien miradas, parecen torres de ajedrez. En esa casa, antiguo hospital de San Ildefonso, nació en torno a 1540 Ruy López de Segura, considerado el primer campeón mundial de ajedrez de la historia. Una distinción que, en todo caso, tiene un carácter oficioso, pues en el siglo XVI aún no existían campeonatos reglados por el título mundial. Habría que esperar más de tres siglos, hasta 1886, para que Wilhem Steinitz se coronara como el mejor jugador del planeta. En el edificio de Zafra, les decía, hay una placa decorada con un caballo, una torre, un alfil y un peón. Cada pieza en una esquina. La placa dice: «En esta casa nació y vivió el clérigo zafrense Ruy López de Segura, primer campeón del mundo de ajedrez en 1575 y eminente tratadista de este noble juego». El periodista Leontxo García me dijo una vez en un programa de radio: «Si Ruy López hubiera nacido en Francia o en Alemania es seguro que sería objeto de permanentes homenajes». Es por eso que les pido que pongan todo su afán lector en las siguientes líneas y se entreguen al extraordinario relato de vida de Ruy López, un personaje irrepetible con rasgos propios de leyenda.
Permítanme, antes de nada, dibujar el contexto. Hasta bien entrada la segunda parte del siglo XV, el ajedrez era un juego muy diferente al que hoy conocemos. El alfil, por ejemplo, saltaba dos casillas en diagonal. Y la dama no existía. En su lugar, una pieza llamada alferza se desplazaba de casilla en casilla, también en diagonal. El ritmo de las partidas, lo imaginarán, era extremadamente lento, de ahí que el ajedrez fuese utilizado como juego de cortejo entre amantes y cortesanos. En 1475, tres rapsodas valencianos, Bernat Fenollar, Narcís Vinyoles y Françí Castellví, publicaron 'Scachs d'amor', un poema de 64 estrofas (las mismas que casillas tiene un tablero) que marca el comienzo del ajedrez moderno o «axedres de la dama». En este texto lírico se describe, por primera vez, el movimiento actual de la reina. El periodista e investigador José Antonio Garzón, experto de prestigio mundial, subraya que los tres poetas fueron «los que crearon la nueva pieza, la dama, y las reglas que derivan de esa revolución, que se mantiene vigente hoy, en plena era tecnológica del ajedrez».
En 1495, años más tarde de la aparición del poema 'Scachs d'amor', se publicó el primer tratado de ajedrez moderno, obra del segorbino Francesc Vicent, bajo el título 'Libro de los juegos y partidas del ajedrez en número de 100'. Poco después, en 1497, debemos marcar en rojo otro libro fundamental, 'Repetición de amores y arte de ajedrez', escrito por Lucena. El tratado de Lucena difundió las reglas modernas del ajedrez y sentó las bases de la teoría del noble juego. Hoy constituye una verdadera joya histórica y, como tal, está custodiada en una cámara acorazada, junto a otros 400 incunables, en la biblioteca de la Universidad de Salamanca. Hace un tiempo tuve la oportunidad de acceder a la cámara y echarle un vistazo. Les confieso que sentí como si empuñara la espada Excalibur. Recuerdo que me invadió una extraña fascinación por Lucena, un autor del que sabemos cuatro cosas deslavazadas. Ni siquiera conocemos su nombre. Al parecer, Fernando de Rojas fue su amigo y se inspiró en él para crear el personaje de Calisto en 'La Celestina'. En estas lucubraciones andaba yo con el tratado entre las manos.
Les cuento todo lo anterior porque quiero que sepan que Ruy López vino al mundo cuando recién había cuajado esta gran revolución ajedrecística y el ajedrez medieval orillaba para dar vida a un nuevo esplendor renacentista. Los padres de Ruy López eran mercaderes acomodados. Le dieron a Ruy una educación refinada. El pequeño se ordenó sacerdote y sirvió en la parroquia de la Candelaria de Zafra. Desde muy temprana edad mostró un talento especial para comprender los secretos del juego del ajedrez. Leyó con interés el tratado de un portugués conocido como Damiano, quien había escrito en italiano 'Libro da imparare giocare a Scachi' (1512). Ruy López habló sobre la obra de Damiano, donde se recogían numerosas aperturas y finales, partidas completas e incluso un capítulo sobre cómo jugar a la mente. Y a Ruy siempre le había gustado esa forma de pensar: jugar a la mente, es decir, a la ciega. Sin embargo, y al mismo tiempo, nunca tuvo la mejor opinión sobre el contenido del libro de Damiano y, quizás por ello, decidió escribir el suyo propio.
José Antonio Garzón defiende en este punto una hipótesis fascinante y ampliamente documentada. En las dos primeras ediciones del libro de Damiano aparece la palabra «Qvesto». La portada tuvo tres variantes y la más extendida de ellas utilizaba el color rojo para el título, excepto para las letras V, S y O, que aparecen en negro. Garzón cree que el impresor quiso encriptar el nombre del verdadero autor de la obra, atribuible al segorbino Francesc Vicent. Así, el juego de colores (V, S, O) escondería una elegante confidencia: «Vicent Scriptor Operum». O lo que es lo mismo: «Vicent es el autor de la obra». El nombre de Damiano no sería más que un pseudónimo, la mascarada que le permitió a Francesc Vicent tomar una nueva identidad y escapar de Valencia ante el acoso que sufría la comunidad judía. El historiador y ajedrecista Alessandro Sanvito demostró que Vicent, una vez en Italia, se convirtió en el profesor de ajedrez de Lucrecia Borgia, la hija del papa Alejandro VI.
El clérigo Ruy López también alcanzó la cúspide de la pirámide, no en vano formó parte de la corte del rey Felipe II. El monarca, hombre culto e ilustrado, quedó tan encantado con sus virtudes que lo nombró confesor personal y consejero real. En 1560, Ruy López viajó a Roma, por mandato del rey, junto a una delegación de embajadores de la corona. Se iba a producir la elección del papa Pio IV y Felipe II quería tantear cuál sería la actitud del nuevo pontífice acerca de los intereses políticos, religiosos y territoriales del Imperio español. En estos «asuntos eclesiásticos» invirtió Ruy López más de un año, tiempo que le permitió medirse en el tablero a los mejores jugadores de Italia. Con relativa facilidad, Ruy venció a Leonardo Da Cutri y a Paolo Boi, considerados los más fuertes ajedrecistas europeos de la época. Estas victorias coronaron al de Zafra como el mejor jugador del mundo.
De vuelta a España, Ruy López publicó su 'Libro de la invención liberal y arte del juego del ajedrez' (1561), un manual en el que el clérigo, en un alarde de divulgación pedagógica, explicaba los movimientos, uno por uno, y las ideas estratégicas de algunas de las aperturas más conocidas del juego. Gracias a ello, se extendió el uso de la apertura española, un modo de empezar la partida (1.e.4, e5, 2.Cf3, Cc6, 3.Ab5) que sigue muy en boga y que constituye un punto neurálgico en la vasta teoría ajedrecística. La española es también llamada «apertura Ruy López», en honor a nuestro personaje.
Alfiles o caballos
El manual de Ruy López contiene pasajes maravillosos. Por ejemplo, recoge por primera vez el término «gambito», expresión que el autor tomó del italiano «gambetto» y que podría traducirse, en sentido metafórico, como «trampa» o «emboscada». Un capítulo delicioso es el que Ruy López dedica al debate sobre la preferencia entre la pieza del alfil o del caballo. Dice Ruy: «Unas veces será mejor un alfil y otras veces un caballo […]. Pero comúnmente los grandes jugadores juegan mejor de alfil que de caballo. Y yo para mí la tengo por mejor pieza, por muchos provechos que tiene más que el caballo. El primero porque con dos alfiles se puede dar mate, y con alfil y caballo, lo que no [se] puede con dos caballos. El segundo porque un alfil hiere desde más lejos al enemigo».
Hacia 1575, el rey Felipe II organizó en Madrid un torneo entre los mejores ajedrecistas españoles e italianos. Por el lado patrio destacaba Ruy López y el granadino Alfonso Cerón. Por el otro, dos viejos conocidos, Leonardo Da Cutri y Paolo Boi. Este fue el primer torneo internacional de la historia. La versión de los hechos más generalizada cuenta que el vencedor del certamen fue Leonardo Da Cutri, quien se tomaría la revancha personal con Ruy López gracias a una increíble remontada, después de haber perdido sus dos primeras partidas contra el clérigo. Según este relato, Felipe II quiso premiar a Da Cutri con la suma de mil ducados pero el italiano rechazó la recompensa y pidió, a cambio, que su pueblo natal, Cutro, quedara exento de impuestos durante 20 años. Sin embargo, José Antonio Garzón y otros historiadores defienden una tesis bien distinta: «Todo parece indicar que el ganador fue Ruy López y el equipo español. La versión italiana tiene su origen en las biografías panegíricas que Alessandro Salvio escribió sobre Da Cutri y Paolo Boi, pero no hay constancia documentada alguna, más bien hay registros de lo contrario».
El artista Luigi Mussini, a finales del siglo XIX, se inspiró en el torneo organizado por Felipe II para pintar un cuadro titulado 'Sfida scacchistica alla corte del Re di Spagna'. Les invito a que tecleen «Mussini» y «ajedrez» en cualquier buscador de Internet. Filtren la búsqueda por imágenes y contemplarán una bellísima escena. Verán a Da Cutri, de pie, que parece explicarle a Felipe II el jaque mate que acaba de dar en el tablero. Mientras tanto, Ruy López de Segura, vestido con casulla y con un solideo rojo en la cabeza, algo propio en el hábito de los cardenales, clava su mirada sobre las piezas, como si aún buscara una jugada salvadora. El cuadro de Mussini contribuye, aun hoy, a que la versión italiana se imponga.
El profesor e historiador Juan Carlos Rubio es director del Museo de Santa Clara de Zafra, donde se exhibe un ejemplar original del tratado de Ruy López y un tablero de ajedrez hecho de papel que, probablemente, perteneció al clérigo. Me pongo en contacto con Rubio a través del gran maestro zafrense Manuel Pérez Candelario, uno de nuestros mejores ajedrecistas nacionales. Digamos que, siglos más tarde, Candelario ha tomado, por cuna de nacimiento, el testigo del ajedrez que soltó su paisano Ruy López. En nuestra conversación, Rubio me cuenta una historia preciosa: «Hace ya unos años recibimos en el pueblo la visita de una delegación del ayuntamiento de Cutro, población natal de Leonardo Da Cutri. Querían conocer Zafra y la casa donde nació Ruy López. Fue muy emocionante, aunque a la vez resulta curioso saber que los italianos presumen de Da Cutri como el primer campeón oficioso de la historia y sienten el mismo orgullo que aquí sentimos por Ruy López».
Me despido, para cerrar el homenaje, con dos pequeños secretos. Uno: En poco tiempo, Ruy López tendrá una estatua en Zafra. Y dos: Correos lanzará (se espera que lo haga muy pronto) un sello conmemorativo con la imagen de su semblanza.
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Daniel de Lucas y Josemi Benítez (Gráficos)
Jon Garay e Isabel Toledo
Paco Griñán | Málaga
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