Álvaro Bilbao, doctor en Psicología, neuropsicólogo e investigador
«No irrumpas con sermones en el cuarto de tu hijo adolescente: no funciona así»Presenta en Málaga su último libro, 'Prepárate para la vida', donde lanza siete claves básicas para afrontar con éxito la adolescencia. «Hacer la cama o programar alarmas mentales son hábitos aconsejables», aconseja
Álvaro Bilbao, -doctor en Psicología, neuropsicólogo, investigador y autor del best seller 'El cerebro del niño explicado a los padres'-, regresa a las librerías con ... un giro de guion inesperado para muchos: invitando a la lectura a jóvenes de entre 14 y 20 años a los que va dirigido su último libro, 'Prepárate para la vida'. La publicación, que aporta siete claves básicas para superar (con éxito) una difícil etapa llena de cambios y dudas vitales, analiza cómo es el funcionamiento de su cerebro, cómo tomar «buenas decisiones», controlar el temperamento, detectar relaciones tóxicas, superar un desengaño amoroso o encontrar un equilibrio con las pantallas. «Hay que establecer límites antes de darle el primer móvil: no se puede ir a la cama con el teléfono, ni puede usarlo después de cenar», adelanta a SUR el experto que presentó este miércoles en Málaga, en el Club Mediterráneo, esta guía en la que también dedica párrafos al sexo, las drogas o la importancia del sueño.
-Sus otros libros se dirige a padres pero en este caso se plantea el reto de hacer leer a los adolescentes...
-Llevo tiempo haciendo conferencias con adolescentes y, aunque los profesores me advertían siempre que no me iban a hacer ni caso, resulta que, al hablarles del funcionamiento del cerebro, guardaban silencio, prestaban atención, preguntaban y mostraban interés por saber más. Por ello me decidí a escribirlo para ellos directamente, pese a las reticencias iniciales. Está escrito con un lenguaje directo, claro, con guiños que puedan ayudarles a entender mejor el mensaje. Cada capítulo empieza con un cuento que dará lugar a una moraleja final. Hay ilustraciones, frases relevantes o un recordatorio de lo más destacado. Según mi experiencia, los chicos y chicas no les interesa mucho escuchar lo que sus padres tienen que decir sobre drogas, el sueño o los estudios, pero eso no quiere decir que no les interesen esos temas.
-¿Cómo es su cerebro en esa etapa tan complicada?
-Es todavía bastante distinto al del adulto. Hay dos diferencias muy importantes. Una sería fisiológica, que tiene que ver con la impulsividad. El cerebro adolescente es mucho más impulsivo y la toma decisiones de una manera menos racional, le cuesta tener autocontrol o ser paciente. Y eso tiene que ver con las hormonas. La otra diferencia importante es que a nivel psicológico sus intereses son totalmente distintos. Al adolescente lo que más le interesa es su grupo de amigos, también asumir ciertos riesgos o el grupo del otro sexo. Tiene unas prioridades muy distintas.
-¿Cómo trabajar esa impulsividad para que tomen decisiones acertadas en su vida?
-No todos los adolescentes son iguales porque no hay dos cerebros iguales. Hay chicos y chicas que sí, que están muy preocupados por su futuro y a otros que les importa un pimiento. A algunos les vamos a tener que enseñar a ser un poquito más pacientes y decidir de una forma más reflexiva. Hablo de esos adolescentes impulsivos que siempre se meten en líos y que contestan lo primero que se le pasa por la cabeza. Por otro lado, a los jóvenes más reflexivos tenemos que ayudarles a escuchar sus emociones, sus sentimientos, a no pensar tanto con la cabeza. Reforzarles si los vemos desanimados. Escuchar sus emociones de pareja, respecto al grupo de amigos, o lo que tienen que estudiar para el día siguiente. En los estudios deben aprender que pueden meter la pata. Que un novio no tiene porque ser el del resto de su vida y que pueden dejar unos estudios si no es lo que quieren. No es un fracaso, es parte de la vida. Eso les quita mucha presión.
-¿Debemos preocuparnos si un adolescente está todo el día encerrado en su cuarto?
-Es normal que pase más tiempo en su habitación. También que esté más irascible porque una de las funciones que tiene el cerebro durante la adolescencia es separarse psicológicamente de los padres. Hay que preocuparse cuando no tenga esos períodos de estar en su habitación o cuando esté con nosotros pegado como si tuviera ocho, nueve o diez años. Otro motivo de alarma es cuando no tenemos durante el día ratos de conexión con ellos. En la cena, en los trayectos en coche o cuando vamos a ver a los abuelos. Tiene que darse la comunicación, preguntarles por su videojuego favorito, o por lo que van a hacer el fin de semana con sus amigos; fomentar esa capacidad de comunicarse con nosotros. Si no hay conexión, todo son comentarios negativos o quiere cenar solo, debemos tener cuidado porque puede estar escondiendo otros problemas como consumo de drogas, bullying, trastornos alimenticios, etc.
-Los sermones no parecen funcionar con los adolescentes. ¿Nos da otras herramientas?
-De entrada, los padres tienen que entender que la habitación del adolescente es su refugio. Por ello, es interesante llevar las conversaciones, regañinas fuera de su cuarto. Se van a sentir invadidos. Yo nunca entro en el cuarto de mis hijos sin llamar y pedir permiso. Otro aspecto a tener en cuenta es que tenemos que mantener el vínculo con ellos. Preguntarles por su día, lo que han comido y por sus cosas. Contarles también nuestro día. Mantener el canal de comunicación abierto. Que todas las conversaciones con él no sean broncas, regañinas, o recriminarle que lo hace todo mal. Recupera el vínculo. Tenemos que mantener ese Walkie Talkie encendido con él. También es importante tener límites, normas y consecuencias.
-¿Cómo hacer para despegarlos del móvil?
-Siempre les digo a los padres que tenemos que ser conscientes del momento vital en el que está el adolescente y por lo tanto, nada de irrumpir en su habitación diciendo: «oye, llevas mucho rato ya con el móvil». No funciona así. Primero hay que conectar con ellos. Para él o ella es importante hablar con sus amigos. Antes de llegar a ese punto habrá que organizar ratos con y sin móvil, estructurar una rutina para que primero haga sus tareas y luego pueda usarlo. Por otro lado no se pueden tolerar faltas de respeto. Hay que establecer límites antes de darle el móvil: no se puede ir a la cama con el teléfono, ni puede usarlo después de cenar, por ejemplo.
-Defiende la importancia de irse a la cama pronto y equilibrar el uso de las pantallas. ¿Son ellos capaces de controlar su uso?
-Los adolescentes deben saber cuándo dejar el móvil. No se pueden meter en la cama con el móvil mirando vídeos de YouTube y de TikTok hasta las dos de la madrugada. Deben ser conscientes de que tienen que madrugar. Tenemos que darles esa responsabilidad. Deben ser más protagonistas de su adolescencia y para ello tenemos que darles herramientas para que puedan tener autocontrol. Explicarles cómo funciona su cerebro les ayuda mucho a ser más responsables.
-¿Cómo fomentar ese autocontrol?
-Si nosotros tenemos canales de comunicación abiertos con ellos, lo tratamos con respeto y hemos creado un buen vínculo durante toda la infancia, cuando llega ese momento podemos explicarles por qué no pueden quedarse con el móvil hasta tarde. Cuando se dan cuenta de eso, ellos mismos van a empezar a reducir el consumo del móvil. Otra cuestión con este asunto es que papá y mamá deben tener un uso responsable también. No sirve de nada que lo deje en la cocina cargando si los padres se acuestan y se levantan con él. Si el niño usa el móvil con dos años y juega al Fortnite con siete, no puedes pretender que, con 16, sea capaz de controlarse.
-¿Cómo van a entender que es perjudicial?
-Explicándoles que las pantallas generan un tipo de luz muy directa a través de la pupila que impacta en unas estructuras que hacen que no se no se segregue la melatonina, un componente fundamental para quedarnos dormidos. Cuando miras el móvil estás retrasando su aparición y es más difícil dormir.
«Si con 2 años ve el móvil y con 7 juega al Fortnite, no puedes pretender que, con 16, sepa controlarse»
-Aconsejas en el libro que hagan su cama a diario...
-Es una idea que saqué de un orador, exmilitar de Estados Unidos, que dio una charla que se volvió muy viral hace años. Decía que teníamos que hacernos la cama cada día porque, en primer lugar, es un acto de amor propio, de disciplina. De empezar el día haciendo algo que es bueno para nosotros, es preparar el día para que vaya bien. Y cuando vuelves a tu habitación y ves la cama hecha, tendrás la satisfacción de saber que has hecho algo bueno. Es una manera preparar el día hacia la disciplina. A todos nos cuesta hacerla pero la disciplina es ser capaz de hacer lo que nos cuesta trabajo porque sabemos que es bueno para nosotros. Y esos pequeños hábitos ayudan a estar más preparados e ir desarrollando esa disciplina y autocontrol.

-¿Qué es eso de las alarmas mentales que propone?
-Es un recurso que utilizamos mucho en terapia. Tiene que ver con un tipo de memoria muy desconocida, la prospectiva, un componente del cerebro con el que podemos activar una alarma mental. Consiste en decirnos a nosotros mismos tareas pendientes, por ejemplo: cuando vea a la profesora le doy la nota de mis padres, o al llegar a casa le digo a mi padre que pague una excursión. Les ayuda a tener mas autocontrol y ser más responsable de sus acciones. Les puede costar trabajo porque están pensando en su mundo, pero es un hábito que pueden ir entrenando y trabajando.
«En su primera ruptura amorosa debemos tener el papel de observador. Aunque nos muramos por preguntar, es asunto suyo»
-Cuando llegue el primer desengaño amoroso, ¿cómo lo abordamos?
-Nosotros tenemos que tener un papel de observador. Seguirlo muy de refilón. La mejor manera para comunicarnos con el adolescente es caminar a su lado. Mientras sacamos al perro o mientras vamos al supermercado. Es mucho mejor que sentarnos en la mesa frente a ellos. Las mejores conversaciones ocurren de una forma casual. Si ellos deciden contarnos algo entonces podemos preguntarles cómo se sienten. Aunque te mueras por preguntar tenemos que entender que es cosa suya y que nosotros tenemos que estar por si nos necesitan. Ellos tiene que saber que tienen ese espacio con nosotros.
-De sexo, alcohol y drogas... hablamos sí o sí....
-El sexo tiene que ser una cosa que forme parte de la comunicación entre padres e hijos desde que son pequeños. Y cuando empieza el desarrollo en la adolescencia es cuando tenemos que tener con ellos una conversación digamos más importante. Podemos decirle que queremos hablar con él/ella sobre este asunto y que puede plantearnos dudas. De medidas anticonceptivas, de cuándo es bueno practicar sexo, cuándo es demasiado pronto, cuándo no es conveniente o de los mitos. Decirles que ese canal está abierto y que se puede retormar cuando lo necesiten.
-¿Cómo le ayudamos a identificar las relaciones tóxicas?
-Es importante que entiendan que la principal función de una relación es sentirnos bien. Que no tenemos porque elegir amigos, compañeros de clase o parejas que nos hagan sentir mal. En estas relaciones tóxicas hay una especie de efecto neurológico, el llamado refuerzo intermitente: un día es cariñoso contigo y, al siguiente, se muestra frío. Ese afecto intermitente engancha mucho porque el cerebro está diseñado para engancharse a cosas que no puede predecir o que le causan placer e insatisfacción a la vez. Por eso nos enganchamos a las relaciones tóxicas. En el libro explico cómo es ese mecanismo de engancharse una persona que no nos trata bien y salir de ahí. Tienen que fijarse en cómo se sienten y ser conscientes de que merecen ser tratados bien. No nos hacemos ningún favor ni a nosotros mismos ni a la otra persona aguantando faltas de respeto y un trato que no nos merecemos. Es importante darnos ese amor propio y no quedarnos en esa relaciones.
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