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Antonio Javier López
Domingo, 13 de noviembre 2016, 23:34
Ya la comanda resume la variedad sentada a la mesa. Un zumo, un té, una copa de anís y hasta cuatro maneras diferentes de tomar el café. En sus bolsos y mochilas traen cuadernos para pintar acuarelas, collages salvajes, la delicada huella de una hoja de árbol sobre parafina blanca, una historia contada en una línea de nueve metros, una vieja reivindicación con ojos nuevos...
«Todo lo que tengo, lo tengo porque lo quiero mucho. Hay que querer mucho hacer esto». Lo deja caer Elsa Paricio en medio de la conversación y de repente todos callan, asienten en silencio y se quedan un poco ausentes, como recordando algo importante que creían haber olvidado. Su vocación, quizá. El deseo de convertir un puñado de hojas en un objeto hermoso.
Diseñadores, fotógrafos, artistas, un ingeniero... Perfiles bien distintos para proyectos bien distintos, unidos por el deseo de hacer del libro algo más que un recipiente y también por su presencia en Papelcontinuo, el festival en torno a la edición independiente que desde mañana despliega en la ciudad las propuestas de su primera entrega. La cita incluye exposiciones, conciertos, talleres, conferencias... Más de 120 sugerencias gratuitas que saltan a las aceras de la capital desde su cuartel general instalado en La Térmica entre el viernes y el domingo de la semana entrante.
«La intención del festival es poder visibilizar el contexto del mundo editorial independiente, entendiendo ese concepto no tanto por el número de ejemplares o de ventas, sino por la propia estructura de los proyectos», presenta Enrique Mellado, director de Papelcontinuo. Y entre los 52 proyectos editoriales que mostrarán sus cartas sus libros figuran iniciativas locales como La Señora Dalloway, Mil Periplos, Very Sorry Saints y la propia Elsa Paricio. A ellos se unirán espacios como Los Interventores, el estudio que abrirá sus puertas para mostrar al público sus creaciones con motivo del festival.
Mellado forma parte del equipo que ha puesto en marcha Papelcontinuo con el apoyo de la empresa de gestión cultural Factoría de Arte y Desarrollo y en las horas previas al inicio del festival esboza sus líneas maestras de la iniciativa: «Nuestra intención es generar estímulos para incentivar que se produzcan nuevos proyectos de este tipo, por eso hemos decidido realizar un planteamiento muy amplio y plural en ideas, con distintas escalas y vocaciones, desde iniciativas artísticas efímeras hasta editoriales con distribución nacional».
Cita en Mapas y Compañía
A ese eclecticismo responde la cita organizada en la Librería Mapas y Compañía de la capital, escenario libresco casi inmejorable para una sesión de fotos con soñadores. «Yo quiero hacer una pieza que aporte, crear algo que sea un objeto de deseo», comparte Elsa Paricio, autora de delicias como los volúmenes de cera creados en los últimos Encuentros de Arte de Genalguacil o la pieza elaborada a partir del proyecto Saudade de la fotógrafa malagueña Virginia Rota, que acaba de obtener el segundo premio en el certamen La Palabra Pintada al mejor libro de artista del año.
Esa preocupación estética preside el trabajo de todos ellos. Marcos Moreno, por ejemplo, decidió hacer de la necesidad virtud y abrió en febrero el taller Mil Periplos. «Me gusta el dibujo y participo en el colectivo Urban Sketchers. Me di cuenta de que no había buenos cuadernos de acuarela y empecé a encuadernar por mi cuenta», recuerda Moreno, ingeniero industrial que ahora restaura libros antiguos, encuaderna tesis doctorales y firma cuadernos que son, en sí mismos, un obra de arte. «He comprado maquinaria antigua y trabajo en pequeñas producciones que puedan ser rentables. Se puede tener un buen producto y de calidad por un precio asumible», defiende. ¿Y cómo se consigue eso? «Ahí es donde entra el ingeniero...», responde Moreno con una media sonrisa.
El precario equilibro entre vocación y negocio se pone sobre la mesa, aunque el asunto no parece preocupar en exceso a Saúl Wes, que a través de Very Sorry Saints realiza libros a modo de ensamblajes radicales. «Son cosas mías... Me interesa el libro como objeto, el contenido me da un poco igual», admite Wes, que sigue: «No tienen una meta, una finalidad. Surgen de manera automática... Son piezas únicas». Y se encoge de hombros. A su lado salta Elsa: «¡Es la persona que más produce del universo! En mi estudio dejó una pila de libros para que se quedaran a vivir allí», recuerda Elsa Paricio, que ha trabajo con todos los presentes, menos uno... por ahora.
«Este catálogo tenía todas las páginas dobladas a mano y cosidas una a una», rememora Paricio sobre el cuaderno que acompañó a la exposición To shave or not to shave que Los Interventores promovieron en la Alianza Francesa dentro de la feria Art&Breakfast. Los Interventores son Alfonso Silva y Javier Hirschfeld, que hace tres años crearon un estudio que es un taller que es una sala de exposiciones que es un punto de encuentro para los amantes del arte y de los libros.
De la necesidad, virtud
«El proyecto surgió de la necesidad de editar catálogos de nuestras propias exposiciones y de los artistas que nos interesan», ofrece Silva, antes de acotar: «Trabajamos con materiales de artes plásticas, con el objetivo de que el continente tenga la misma significación del contenido y viceversa. Hay partes del proceso de producción que son más artesanales y otras, más industriales. Y al final, la obra de arte acaba siendo una edición». Ocho libros y dos catálogos figuran en el currículo creativo de Los Interventores, cuya propuesta les ha abierto las puertas de Ivory Press, la exquisita galería madrileña que cuenta con su propia editorial de libros exclusivos.
La Señora Dalloway también cuida con mimo el aspecto de sus libros, pero surge con una propuesta de mayor peso literario. «El sello nació porque pensamos que hacía falta dentro del maremágnum editorial en España un sello que se dedicase a la política feminista, creando una genealogía de voces no sólo femenina», avanza Ángelo Néstore, promotor del proyecto junto a Martín de Arriba y Carmen G. de la Cueva.
Con la intención de «jugar con los formatos y los géneros», La Señora Dalloway entregaba el pasado mes de junio a la imprenta La tribu, una antología de textos aparecidos antes en la web latribu.info y que en su viaje al papel ya va por su tercera edición. «Con los estudios de género pensamos que había un hueco en el mercado que había que cubrir», detalla Néstore en representación de la editorial.
Y después de casi una hora de charla en un bar cercano a Mapas y Compañía, en una calle estrecha donde cada centímetro cuadrado de sol es codiciado por buena parte de los presentes al socaire de la ventolera, las palabras de Elsa Paricio cierran el encuentro y abren motivos para la reflexión: «Cada nombre propio de nuestra profesión es un cúmulo de esfuerzos colectivos que no saben de horarios, de beneficios ni de rentabilidad (o desde luego lo es el mío); que permiten hacer lo más con lo menos posible, explotando lo que cada uno sabe hacer mejor, para hacer algo que tiene como objetivo final el puro deseo de poseerlos». La pura belleza. Sólo eso. Nada menos.
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Josemi Benítez
Jon Garay y Gonzalo de las Heras (gráficos)
Álvaro Soto | Madrid
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