
«¿Cuándo se vive más intensamente si no es en la juventud?»
El estudiante de Periodismo Alberto S. Fernández, de 22 años, es el autor de 'Versos a las musas de mi adolescencia', un libro que cuenta a través de la lírica las tres historias de amor en su adolescencia
Nacho Carmona
Martes, 9 de mayo 2023, 10:25
«La vida puede ser maravillosa», escuchaba los domingos Alberto Samuel Fernández cuando solo era un niño. Era tan chico que no es capaz de recordar con exactitud qué edad tenía. Un Celta-Valencia en La Sexta contado por Andrés Montes empezó a dibujar uno de los caminos profesionales que acabaría tomando. Fue una de las tantas 'víctimas' que este locutor se cobró, enamorando a propios y extraños con su estilo llamativo y desenfadado apto para todos los públicos. Hoy Fernández cuenta los días para recoger su título de graduado en Periodismo a la vez que se recrea como uno de los jugones de la poesía.
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En Bachillerato y gracias a su profesor de Lengua en el IES Ciudad Jardín, en la barriada malagueña con el mismo nombre, empezó a interesarse por la lírica. «Gracias a este señor empecé a conectar con la literatura y especialmente con la poesía», cuenta. Esa época coincidió con su primer amor adolescente. Un poema a modo de desahogo tras su ruptura, meses más tarde, se convertiría en el primer ladrillo de su obra. «Me salió expresarme así», confiesa. Ahí comenzó su idilio con la poesía.
La juventud como tronco y la poesía y el fútbol como ramas forman un árbol claramente descompensado. Hay ramas con más hojas y flores que otras, como en la vida misma. Alberto Samuel Fernández, estudiante de cuarto de Periodismo, quizá sea la excepción que confirma la regla. Con 'Versos a las musas de mi adolescencia', su libro de poesía, se niega a dejar que este género caiga en el cajón del olvido para su generación, porque para él las dos ramas tienen las mismas flores. Son igual de bonitas. «No hay un mensaje común de acercamiento de la poesía a la gente joven», cuenta. «La poesía podría llegar a ser el género que más llame la atención si se sabe mostrar cómo es de verdad», afirma apoyándose en la película 'El Club de los Poetas Muertos'.
Al detalle, su libro está compuesto por casi cincuenta poemas agrupados en poco menos de cien páginas. En torno a las noventa. «¿Que si es rentable la poesía? Para las editoriales sí; para los escritores no tanto», confiesa. Cuenta, además, que el Gobierno ofrece subvenciones a aquellos poetas que acumulen en su haber -o en su escribir- un número considerable de ventas. «Sin esas ayudas no se puede vivir de la poesía», dice. Él, por su parte, ha superado el centenar de ventas y ha ingresado cerca de cuatro cifras en ejemplares ya vendidos.
Fue guardando todos y cada uno de los poemas que iba escribiendo en un cajón. Allí se fueron amontonando poco a poco: «Cada vez que tenía sentimientos lo iba plasmando en papel. Algunos me gustaban más y otros menos, pero los guardé absolutamente todos». Cada pieza era alimento para ese gusanillo por la poesía que le había picado. Además, se le juntó con su ilusión de siempre por ser escritor. Si Andrés Montes fue el responsable de que acabara tomando el camino del periodismo, algunos de sus profesores lo han sido para que acabara debutando como escritor y poeta. Agustín Rivera (profesor de Periodismo en la UMA) no lo sabe, pero su narrativa inspiradora fue ese empujón para enviar sus poemas a las dos editoriales que tenía ya fichadas, «tenía dos vistas que sé que apuestan por jóvenes escritores», cuenta. «Los junté y en esa hora de clase los envié». En definitiva, un libro nacido de un amor en la juventud y dos profesores que, simultáneamente, compartieron espacio y tiempo con él.
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En prosa o en verso, Alberto Fernández firma profesionalmente con la 'S.' de Samuel entre nombre y apellido para diferenciarse de otros homónimos ya consagrados. Ya lo ha hecho en todas las páginas y medios digitales en los que ha colaborado y desde julio también en su primer y único libro hasta la fecha. Él, por su parte, asegura que su idilio con la lírica no va a quedar ahí: «Me queda nada para terminar el segundo libro de poesía». ¿Su temática? Lo adelanta a Crónica Universitaria sin ningún pudor. «Va a hablar del amor más importante de todos, el propio», expresa. Porque al final la poesía trata de eso, de expresar y de jugar con las emociones en base a unos parámetros técnicos «que se van perfeccionando con el tiempo». «¿Cuándo se viven las emociones más intensamente si no es en la juventud?».
El palique de Alberto S. Fernández es, digamos, como una pelota que no deja de rodar. Bendito el instante en el que se puso a desglosar el concepto de poesía. «¿Es complicado escribir poesía?», escuchaba él. «Depende de lo que cada uno entienda. Hay que tener en cuenta que el arte es subjetivo a todas luces, puede ser más o menos técnico y eso no significa que sea pobre. Pienso que uno logra escribir bien poesía cuando es capaz de plasmar lo que se siente, de vaciar las emociones», afirma. Y da una vuelta de tuerca, remontándose al origen, para encontrar un posible por qué del fracaso de la poesía entre las nuevas generaciones: «Si en Lengua, en el instituto, se enseñara desde la parte más sentimental y no solo desde la parte técnica, su alcance hubiera sido mucho mayor», reivindica. Las emociones como base y la técnica como margen de mejora «para edificar».
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Epílogos muy especiales
Los poemas están dedicadas a las tres novias que han formado parte de su vida hasta hoy, a sus 22 años. Las tres han leído sus versos y han sido parte activa y pasiva de su publicación. «Se los envié yo, los epílogos son de dos de ellas. Si yo tengo la oportunidad de expresarme y ellas forman parte de esto, quiero que también tengan ese hueco», cuenta. «Que se vea la película completa, con todas sus versiones».
Marina y Katia, su primera y su tercera novia respectivamente, fueron las dos que participaron con su epílogo al final del libro. La segunda, cuyo nombre no quiso mencionar, «no estaba preparada para participar, aunque le pareció muy buena idea», revela. Reconoce que la idea le pareció atrevida en un primer momento. Plantear tu vida amorosa desde los 17 años con sus altibajos y a la vez hacerlo público se antoja un poco arriesgado. «Quería, y creo que lo he conseguido, demostrar que todos los amores no son iguales. Las personas y los sentimientos son distintos. Puedes estar igual de enamorado de dos personas, épocas de tu vida diferentes, y que ese amor también lo sea. No puedes pedirle a alguien lo mismo que te dio otra persona», reflexiona.
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Cree que se ha dejado fuera el amor más importante: el que se tiene a uno mismo, «para querer a los demás primero tenemos que querernos a nosotros», dice. «Por esas rachas en las que te quieres más y también por esas en las que te quieres menos», reflexiona. En torno a ese tema al que va a girar su segundo libro. Después de aprender a querer a otras personas, cree que ahora le toca empezar a quererse a sí mismo. Aún no sabe cuál será el título; solo está convencido de que no va a sonar triste. No quiero que sea así «porque el amor propio no es eso».
En lo profesional
Profesionalmente cree que las cosas no le han venido tan de cara como en la literatura. «Tengo muchas dudas y mucha incertidumbre», dice. No lo considera frustración, porque en cada camino hay caídas; así lo entiende él. No sabe si está en una de las tantas de las que anteriormente ha conseguido levantarse o simplemente es un punto de inflexión. A día de hoy cree más que nunca en sus ganas y en sus aptitudes. «Creo que en lo profesional puedo levantarme con más fuerza que nunca», afirma.
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Con experiencia en radio y en medios digitales, Alberto S. Fernández también sabe lo que es ponerse delante de una cámara en una televisión local como colaborador. De todos ellos, cree que encaja como un guante en prensa, como redactor. Y si le dan a elegir, le encantaría ganarse la vida contando historias deportivas.
«A Siro López se le ha dado por muerto por lo menos tres veces. Cuando acabó el programa de García, cuando lo de Punto Pelota y en la época del Deportivo de la Coruña», ejemplifica. Cree que es uno de los espejos en los que se tienen que mirar todos aquellos periodistas deportivos en potencia que afronten en primera persona todas las dificultades con las que cuenta el sector. Parafraseándolo, muestra su admiración por él, a quién considera uno de los mejores periodistas deportivos del país: «Soy un abuelo, me he caído por el camino. Me han dado por acabado y aquí estoy de nuevo».
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Para él, un buen periodista tiene que ser parcial. Y más en el deporte. «No podemos ser forofos», dice. Encuentra varios puntos comunes entre el periodismo deportivo y la literatura lírica. «Ambos comunican y cuentan historias», empieza. Después, las emociones que levantan ambas. Fernández piensa que hay pocos ámbitos vitales que levanten más sensaciones que el deporte, ya sea desde la perspectiva del aficionado o en las carnes de quién lo practica. «Por ejemplo, el deporte en Argentina. El sentimiento de amor y de fidelidad allí es muy fuerte. Es un método de expresión como la poesía». Las dos caras de la moneda para Alberto Samuel Fernández. Porque lo que hoy es blanco mañana puede ser negro, y viceversa. Y eso él lo sabe.
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