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Miguel Ángel Lozano Navarro ya luce con orgullo la medalla al merito policial con distintivo rojo. Se la entregaron ayer jueves en un acto con ... motivo del Día de la Policía Local, en el que se reconoció el trabajo de siete mandos y 34 agentes de la Policía de Mijas por diferentes motivos. De entre todos ellos, solo se entregó una medalla con distintivo rojo, la de este agente, que el pasado verano se jugó la vida varias veces en cuestión de minutos.
Su historia comienza cuando estaba de servicio, en moto y con un compañero en la feria de La Cala. Por la radio le llegó el aviso de los compañeros que estaban haciendo un control en otro punto del municipio. Alertaban de que un coche se había dado a la fuga tras darle el alto. En lugar de detenerse había embestido el coche policial. Con los detalles del camino que llevaban los huídos y el tipo de coche, Miguel Ángel Lozano y su compañero se pusieron en marcha.
En poco tiempo dieron con el vehículo. Era de madrugada, había oscuridad y optaron por no encender las luces policiales y seguirlos de cerca. «A la altura de Calahonda se relajaron y pararon el coche, ahí fue cuando encendimos las luces y dimos el alto». Pero los perseguidos no tenían ni la más mínima intención de pararse. «Lo que hicieron fue intentar atropellarme, pero gracias Dios conseguí esquivarlos», relata ahora el policía.
De ahí los dos ocupantes del vehículo salieron a la autovía A-7, en dirección a Marbella y comenzó entonces una persecución de película. «En todo momento íbamos detrás, llegando a poner la moto a 194 kilómetros por hora», detalla el agente, que explica que en una de las ocasiones el copiloto llegó a abrir la puerta con la intención de hacerlo caer de la moto a esa velocidad.
Pasado un tiempo, los fugitivos decidieron salirse de la autovía y se introdujeron en un polígono industrial. Los dos policías lograron acorralarlos, ante lo que los perseguidos hacieron el amago de pararse, pero de nuevo volvieron a intentar atropellar a los agentes.
En ese punto Miguel Ángel Lozano se quedó solo porque a su compañero se le estropeó la moto. Lejos de amilanarse decidió seguir adelante en la persecución, que continuó por las calles de la zona hasta que el coche se metió en la avenida Estocolmo de Marbella, que es una calle sin salida. «En ese momento me puse en contacto con mi central y les dije: Estoy en la avenida Estocolomo, no tiene salida. Que sea lo que Dios quiera», cuenta el policía local. «Sabía que me lo estaba jugando todo, iba a llegar un momento en que no iba a quedar otra que enfrentarnos», cuenta.
Nada más ver el final de la calle, el policía se bajó de la moto y comenzó a pegar tiros al aire. Ya lo había hecho en la anterior ocasión en la que habían conseguido acorrarlarlos, pero entonces no sirvió de nada. Esta vez sí. «Estaba muy oscuro y pensaban que les estaba disparando a ellos, por eso se tiraron al suelo. Conseguí que uno se moviera y se pusiera a la altura del otro para tenerlos a los dos en la misma línea de tiro. En ningún momento quise acercarme, sabía que me la estaba jugando, estaba solo y desprotegido, pero conseguí tenerlos así unos diez minutos hasta que llegaron los compañeros de Marbella, que no daban conmigo». Fue entonces cuando lograron detenerlos.
«Ahora sé que me jugué la vida, pero entonces no pasé miedo en ningún momento», explica. «En lo único en que pensaba era en cogerlos, quitarlos de la sociedad, evitar que se chocaran con alguna familia en la autovía, algo que estuvo a punto de pasar. Además sé que si a mi compañero no se le hubiera averiado la moto, lo hubiera hecho igual o mejor que yo», continúa el policía, quien asegura que está en su trabajo por vocación absoluta. «Cada día, cuando termino mi jornada pienso en si habré ayudado a alguien».
El problema, para este ya reconocido policía, viene más tarde, cuando llega la hora de aplicar las leyes. Los dos fugitivos a los que consiguió arrestar están ya en libertad y a la espera de juicio. Uno de ellos acumulaba en el momento de la detención 49 delitos. Desde entonces ha cometido otros tres más y son ya 52 los que suma. «Viven en la zona y son conocidos por sus andanzas», asegura Lozano, resignado ante la situación.
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