«¡Qué gracioso es mi hijo!»
Algunos padres se complacen en que sus niños hagan estallar petardos en la vía pública en una 'diversión' muy molesta para los ciudadanos
ANTONIO ROCHE
Viernes, 18 de diciembre 2009, 03:27
¡Ratatatatá! ¡¡Booom!! Jejeje. «¡Qué gracioso es mi hijo!». El niño acaba de hacer estallar un petardo y ha conseguido asustar a la anciana que pasaba por al lado. El padre ríe la 'gracia' del hijito. Esta escena, que tuvo lugar hace unos días en el parque de Huelin, se repite en todos los rincones de la ciudad sin que la autoridad ponga freno a tanto desenfreno.
A las redacciones llegan multitud de quejas de ciudadanos por este motivo. Buscan en los periódicos el refugio que no encuentran en las Administraciones públicas. La venta de petardos debería de ir acompañada de un tranquilizante. Hay personas que no soportan el sorpresivo estallido. Sin embargo, no sólo los niños, si no los mayores encuentran en esa acción un inexplicable regocijo.
El problema no es exclusivo de aquí. Se extiende por todo el país. Pero mientras que en casi todas las ciudades españolas el tirar petardos está penado en las ordenanzas municipales, aquí en Málaga se regula mediante un bando del alcalde que sale cada año por Navidad, como El Almendro. En la nueva ordenanza de convivencia ciudadana, que se aprobará en poco tiempo, contempla la prohibición de explotar petardos. Llega tarde. En 1989, Madrid ya prohibía en la Ordenanza de Policía Urbana y Buen Gobierno de la Villa esta incívica actividad. Pamplona lo prohibió en diciembre de 2005 y Sevilla lo hizo en febrero de 2006, además con sanciones que pueden alcanzar hasta los tres mil euros. En Málaga será ahora cuando se recoja de forma explícita en ordenanza. Mientras llega ese marco reglamentario y se publica el bando del alcalde, queda llamar a la centralita de la Policía Local (092) cada vez que un ciudadano se sienta agredido en sus oídos.
En 1933, quien tiraba un petardo en la calle en Málaga era detenido por los guardias civiles. Algunos, al explotar, rompían cristales y sobre los autores recaía el peso de la ley. Hoy no sería llegar a eso, pero sí regular una actividad molestísima que encuentra su mayor 'esplendor' con la llegada de la Navidad y la venta de artículos de bromas. El insoportable estruendo parece que está asociado a estas fiestas. Bueno, ruido y lesiones, porque se han dado numerosos accidentes personales por la manipulación de estos explosivos.
Está prohibida la venta de estos productos a menores de 12 años, pero llegan a sus manos con suma facilidad. Sobre todo, si es el padre quien le compra el 'juguetillo' pirotécnico. Jejeje. «¡Qué gracia tiene mi hijo! ¿Has visto cómo ha asustado al perro?». Si le hubiera explotado a él en la entrepierna seguro que no le parecería tan gracioso el juego del chiquillo.
Desde que quitaron del colegio aquella asignatura de Educación Cívico y Social, después llamada Urbanidad, hubo una parte importante de la población que se quedó a dos velas. Se quedó sin conocer la convivencia cívica y ahora, lógicamente, suspende en esta materia.
Ese amplio catálogo de artilugios va del minúsculo 'Petardito Bambi' -realiza un pequeño estallido al estrellarlo contra el suelo- al 'Trueno El Tigre', que mide nueve centímetros de largo y provoca una explosión más que ruidosa, según reza en su descripción. Ninguno de ellos se puede adquirir en Málaga, al menos, en tiendas, casetas o quioscos, pero se escuchan a diario por las calles. La venta de productos pirotécnicos como bombetas, petardos, bengalitas, poppers y similares debe estar autorizada por la Subdelegación del Gobierno en Málaga. La Guardia Civil ha sancionado en varias ocasiones un establecimiento de la Carretera de Cádiz por saltarse la ley. Además, estos lugares deben tener al menos dos extintores.
El descanso de los vecinos se ve alterado, sobre todo cuando estallan en los portales. Si les lama la atención, peor. La Policía Local, con tantos atracos y apuñalamientos, no se va a detener en un hecho menor, pero que es insufrible. Sin embargo, alguien tiene que poner orden en esta ciudad.
Jejeje. «Pero qué gracioso es mi niño». Y el padre saca pecho ante los transeúntes. Y los transeúntes miran al niño y al padre. Alguna maldición mental no la evita nadie. Pensarán: «¡Vaya petardos de niños y de padres!».
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