
MARINA MARTÍNEZ
Sábado, 9 de mayo 2009, 03:54
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José Antonio Marina (Toledo, 1939) se mueve como pez en el agua en la conversación. Afable y sosegado, domina tantos temas que, junto a él, es imposible aburrirse. Profesor de Filosofía y escritor, es un apasionado de la inteligencia, pero también ha investigado la psicología genética, la neurología y la lingüística. Ahora se adentra en la educación de los hijos con 'La recuperación de la autoridad' (Versátil) y en los dictámenes del corazón con 'Palabras de amor' (Temas de Hoy), que presentaba ayer en la 39ª Feria del Libro de Málaga.
En 'Palabras de amor' recupera la correspondencia amorosa de personajes ilustres, como Pablo Neruda o Napoleón...
En realidad es un libro sobre el amor en el que he tomado como fuente de documentación las cartas. Lo que me interesa es la historia y los personajes que había detrás de cada carta, que son apasionantes y apasionadas.
¿Y qué le ha sorprendido más?
El fenómeno del enamoramiento, que es idéntico en todas las culturas y en todos los momentos de la historia, desde antes de Cristo hasta la actualidad. Donde aparecen las diferencias es cuando empieza la vida amorosa. Ahí surge la dificultad: cómo hacer que el enamoramiento perviva en el tiempo.
¿Es posible?
Sí. Lo que ocurre es que tenemos más relatos de fracasos que de éxitos. Y es así porque creemos que por el simple hecho de querer a una persona vamos a saber convivir con ella. El gran problema que nos ha dejado el siglo XX es la falta de entendimiento entre las parejas. La pregunta importante no es: ¿Me vas a querer siempre? Sino: ¿Me vas a hablar siempre?
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Otro de los grandes problemas de la sociedad es la educación de los hijos. Usted también lo aborda en su último libro, 'La recuperación de la autoridad'. ¿Por qué ese reclamo? ¿Está en crisis?
No sólo está en crisis, sino que esa crisis, que se consideró una liberación, hoy da miedo.
Lo que ocurre es que falta claridad. ¿A qué hay que referirse al hablar de autoridad?
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La autoridad es lo correspondiente al respeto. No es que haya que recuperar la familia patriarcal. No quiere decir que para evitar que haya niños tiranos deba haber padres tiranos.
¿Hay demasiada permisividad?
Sí. Hablar de cultura autoritaria es hablar de una cultura que tenía como ideas centrales el deber y la obediencia. Pero, ¿necesitamos educar a ciudadanos sumisos, dóciles y muy obedientes? Evidentemente, no. Hay que educar a personas responsables, que sepan cuándo tienen que obedecer y cuándo tienen que rebelarse. Por eso, la educación autoritaria no educaba para la libertad, sino para la sumisión. La cultura permisiva se basa en cambio en los derechos y la libertad, pero no educa realmente para la libertad, sino para dejarte llevar por los caprichos y no soportar la frustración. Así que tenemos que recuperar la autoridad necesaria para educar en la libertad, eso significa que no nacemos libres sino que tenemos que aprender a serlo.
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Entonces, para educar es imprescindible la autoridad.
Claro, los padres deben darse cuenta de que hay que poner límites porque si no los ponen no van a estructurar la personalidad de sus hijos. Tanto en la escuela como en la familia tenemos que educarles para la realidad, para que soporten las frustraciones que van a tener, no les podemos proteger de ellas porque entonces le estamos falseando la realidad. Hay que fomentar que tengan los recursos suficientes para enfrentarse a las dificultades; que disfruten con lo bueno, pero que cuando les llegue lo malo sepan tener la resistencia para no hundirse o no volverse contra los demás. La capacidad de disfrutar de lo que tenemos es mucho más escasa de lo que creemos: se suele valorar más lo que no se tiene o se ha perdido, y eso es estúpido y casi patológico, porque condena a la insatisfacción continua.
¿Y cuáles son las consecuencias?
Depresión y agresividad. Una educación permisiva conduce a eso. Estamos detectando niveles cada vez más precoces. No aceptas que las cosas te salgan mal y siempre vas a buscar un responsable fuera. Eso lleva a las escenas de niños tiranos, padres que tienen que poner una querella ante los tribunales porque no saben qué hacer con ellos... Por eso es mala la autoridad mal manejada, pero también la permisividad. Habría que recuperar el concepto de deber. Eso de no mandar tareas al alumno porque es un acto de coacción es disparatado. La noción de deber es fundamental para que una persona sepa estructurar su comportamiento y actuar libremente.
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El problema de hoy es que muchos padres apenas ven a sus hijos y no quieren que les asocien a una especie de policías el poco tiempo que pasan juntos.
Totalmente de acuerdo, pero hay que desterrar el complejo de culpabilidad. Por eso, he creado una universidad gratuita de padres (www.universidaddepadres.es) para aconsejarles y que no se sientan unos monstruos. Los niños necesitan sentir que se les quiere y que progresan. El momento de las conversaciones, de los juegos y las actividades compartidas son buenos para enseñarles la responsabilidad. Los padres necesitan que se les diga todo esto porque muchas veces no saben actuar. Ante cualquier problema se preguntan: ¿Qué he hecho mal? Pero no es necesario hacer nada mal, sólo hay que tener en cuenta que los hijos no están en una burbuja y que la educación no es sólo directa, sino también indirecta, porque los padres también deben cuidar de que el entorno sea bueno, colaborar con otros padres, preocuparse por los amigos...
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