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Murga Caracola Perchelera del año 1980.
Los soldaditos de plomo

Los soldaditos de plomo

Los Maoma sin H y Claudio y sus senadores fueron el germen del carnaval actual, que se recuperó en 1980 y se celebraba en el Parque

DAVID DELFÍN

Sábado, 28 de enero 2017, 01:02

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Nueve de septiembre de 1979. Sección de opinión de SUR, página 7. El escritor Enrique del Pino Chica y el pintor Joaquín de Molina firman sendos artículos: el primero sobre la fiesta pendiente, y el segundo, sobre el futuro museo de arte contemporáneo Ay, carnaval malagueño, viejo truhan de los inviernos. Ay de las promesas incumplidas como de costumbre. Ambos, tan hábiles en la composición con esos recortes imaginarios que facilitan recrear situaciones posibles cuando todavía no lo son: Enrique del Pino entre la mirada a la sabiduría popular y las demás artes de la escritura, y de Molina, lamentándose con ese aire de agitador cultural que le acompañaría siempre.

«Un soldadito de plomo soy, y yo de guerra no sé ni voy», tarareaban los aficionados. Era 1983 y tras varios encuentros y festivales, se instauraba el concurso de coplas que tanto aceleraría la renovación musical y letrística durante los años siguientes. Pero volvamos atrás. En este periódico y en todos los cafés el debate sobre la construcción de un aparcamiento subterráneo, luego llamado Parking, en la Plaza de La Marina tan cerca del mar, reúne todas las opiniones: Es que no cabe en cabeza humana SUR, página 5: crónica del 11 de setiembre de 1979 por Julián Sesmero. En el Pub Pepeleshe se citan los recién llegados a la política local: don Pedro Aparicio y su Delegado de Cultura Sánchez Pasos-Parga, y, con Enrique Linde, presidente de la Diputación, acuerdan la organización del carnaval «En la Marina aparcarán los coches, junto a las caracolas debajo del mar. La gente dice que acabarán las obras, cuando toítos los burros consigan volar», canta la comparsa Pepelshe, como final y principio de una fiesta que reaparecería oficialmente en 1980, mientras que para el aparcamiento de la muralla árabe aún habría que aguardar a 1989

Pero volvamos al antes y el después de estos acontecimientos. Es anterior la murga Los Maomas sin H, de la peña Miraflores y de los hermanos Romero, Julián de la Maza, Jiménez de la Rubia, maravillados por el descubrimiento de las coplas republicanas. Y también es anterior la murga Claudio y sus senadores de Miguel González y Lino Bueno, y porque en la tele española de la BBC triunfaba la serie: Yo, Claudio. Ambas agrupaciones presentadas en sus respectivas casetas durante la feria de agosto de 1979.

La maquinaria de los años siguientes ya estaba en marcha y la fiesta se anunciaría bajo el epígrafe: Málaga por sus carnavales 1980, 81, 82 Cristóbal Ruiz Molero, como representante de la Asociación Coordinadora de Peñas, Casas regionales y grupos Culturales, escribe al director de SUR con el ruego de publicar una carta dirigida al pueblo de Málaga con la mirada puesta en 1981, un año siguiente que será el de la murga Los niños de la Miga, y unas celebraciones que durante sus primeros febreros, tendrán como ejes festivos callejeros el Parque y el recinto musical Eduardo Ocón, entre mucho público, mucha gracia y una abrumadora pobreza de medios, según constata Carmen Villodres para este diario y revive con sus fotografías, Salas.

Doña Vicenta Peinado asesora a Caracola Perchelera sobre cómo hacer una murga, de la misma forma que el recuerdo del comparsista José Pinazo Conejo sirve de inspiración a Mariano Bravo para Los Chupitiras. Y, Fernando Benítez, cuenta con la tradición de las coplillas gaditanas para sus comparsas Blanquiverde y Alcazaba; del mismo modo que las tonadas del Bollero serán grandes animadoras para la murga Los Colonos de Juan Cano al acordeón y Paco Cantarero en el papel de Laura Ingalls, en la Colonia de Santa Inés, porque además de ensayar en la histórica fábrica de ladrillos, recrean el ambiente de La casa de la pradera. Ay de las series dominicales y los primeros televisores en color, donde nunca se notificarían las cuatro peticiones de Amigos del Carnaval a los malagueños del 82: «DISFRAZOS, PARTICIPAD, TENED BUEN HUMOR, y, COLABORAD»; ni saldría en Telesur el director general de Turismo de la Junta, José Galeote, comprometiéndose a realizar gestiones específicas ante la Secretaría de Estado para el Turismo, y, a incluir una partida en los presupuestos en su capítulo de promoción turística para nuestra fiesta. Ay de las promesas incumplidas como de costumbre.

«Esta es mi Málaga, señores, que tiene fama mundial; miren ahora si es bella, que ya no le falta ni su carnaval...», cantan Los soldaditos. Así el ambiente de disfraces y risas, in crescendo hacia 1983, y un primer cartel anunciador con antifaz y cenachos cargados con las fantasías de Paco Moreno. Así un primer Antonio Chamizo con su murga Los marenguitos del Palo y en la que ya escribe sus primeras cuartetas nuestro Juambe Cobos. Así Don Segismundo y sus alumnos, el cuarteto del gran Manolo Rueda. Así los jóvenes poetas del grupo Banda de Mar, fundado por Enrique del Pino, haciendo voces en la comparsa Pepeleshe y donde ya recita sus primeros versos nuestro Ruiz Noguera. Y así unos poetas y otros subidos a las alas del carnaval desde 1979.

«En la Ronda Intermedia, han puesto unos tanques, que ¡maldita la gracia!, son de carburantes...», alzan la voz los de Pepeleshe; porque entre quienes se ilustren con las posibilidades de la fiesta antes y después de ser recuperada, antes y después de desmantelar los depósitos, muchos serán los soldaditos defensores de todo lo que estaba por hacer: desde un museo para los pintores de la generación de Joaquín de Molina, la Aduana; hasta todos los febreros imaginados que poco a poco irían haciéndose realidad.

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