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Pedregalejo desde la Torre de San Telmo. Archivo Municipal de Málaga

Alfonso Pogonoski y las calles de Pedregalejo

El catedrático y concejal dio nombre a la mayor parte de las nuevas calles creadas en el barrio de pescadores, que recibieron denominaciones relacionadas con escritores

VÍCTOR HEREDIA

Domingo, 19 de abril 2020, 01:49

Al repasar el callejero de Pedregalejo, El Tomillar y del Valle de los Galanes nos llama la atención que muchas de sus calles tienen nombres de escritores, casi todos ellos olvidados hoy día, aunque en su momento gozaron de más o menos prestigio: Juan Valera, Vicente Espinel, Ricardo León, Fernández Shaw, Eugenio Sellés, Octavio Picón, Gabriel y Galán, Pereda, Ángel Guimerá, Ventura de la Vega, Pina Domínguez, Manuel de la Revilla, Manuel del Palacio, Alberto Lista, Raimundo Lulio, Julián Romea, Pérez Escrich, Amador de los Ríos, Menéndez Pelayo, Bernardo López García, Navas Ramírez y Mariano de Cavia. Solo hay una mujer en esta lista: Rosalía de Castro.

Evidentemente esta suma de homenajes a tan numeroso grupo de literatos e intelectuales en una zona determinada no es una coincidencia, sino que responde a una intencionalidad. Y detrás de ese propósito estuvo el catedrático y concejal Alfonso Pogonoski.

Pero antes de recordar su intervención a la hora de nominar las calles de esta zona de la ciudad vamos a detenernos en el proceso de formación de Pedregalejo como área residencial. La progresiva urbanización de los terrenos existentes al este del centro urbano se fue consolidando a partir de 1880. Fueron surgiendo los paseos de Reding y de Sancha (con la avenida de Príes en medio), La Caleta y El Limonar. Más allá de Bellavista y El Morlaco, hacia el núcleo de El Palo y siguiendo el eje de la carretera de Almería se formaron pequeños conjuntos de viviendas unifamiliares (las malagueñas casas-mata) alternados con fincas de recreo cercanas al mar. Entre la Torre de San Telmo y el Arroyo Jaboneros se fue desarrollando una nueva zona urbana, especialmente a partir de las primeras décadas del siglo XX. En 1890 el arquitecto municipal ya criticaba que los propietarios estaban edificando a su voluntad, sin seguir ningún plan urbanístico. En 1899 la Compañía Inglesa presentó los proyectos de alumbrado eléctrico para las barriadas de Pedregalejo y El Palo.

Las tierras de las primitivas fincas agrícolas se fueron parcelando y dando lugar a la aparición de villas, como la de Leopoldo Keromnés (Ville Jeanne, actual Colegio de la Presentación), mientras se iban instalando en el nuevo barrio algunas instalaciones industriales (bodegas, molinos de aceite) y las cocheras del tranvía. Entre las vías del ferrocarril suburbano y el rebalaje fue apareciendo un barrio de pescadores basado en la autoconstrucción. A partir de 1925 se intensificó la ocupación urbana de Pedregalejo y el Valle de los Galanes, cuya primera ordenación urbanística quedó recogida en el Plan de Ensanche elaborado por Daniel Rubio en 1929.

El Plan Rubio fue el primer instrumento organizado de planificación urbana del que dispuso la ciudad, aunque su desarrollo posterior fue realmente muy limitado. En la zona de Pedregalejo estableció una ordenación de calles rectilíneas a ambos lados de la carretera de Almería (la antigua calle Málaga, desde el Limonar hasta las Cuatro Esquinas de El Palo, luego rebautizada como Juan Sebastián Elcano) y determinó la distribución de las manzanas edificables, consolidando lo existente y diseñando el trazado urbano de esta área de expansión.

Alfonso Pogonoski. Archivo IES «Vicente Espinel»

Al año siguiente el catedrático de Literatura del Instituto y concejal Alfonso Pogonoski Martín dio nombre a la mayor parte de las nuevas calles creadas, que recibieron denominaciones relacionadas con escritores, como hemos visto. Pogonoski era en aquellos momentos teniente de alcalde y se encontraba al frente de las delegaciones de Instrucción Pública y Cultura. Este inquieto hombre de letras había nacido en Madrid en 1876, hijo de Alfonso Pogonoski González, profesor de matemáticas y pedagogo que estableció en el barrio de Salamanca el primer jardín de infancia de la capital del país.

El joven Alfonso se licenció en Filosofía y Letras en la Universidad Central en 1895 y seis años después alcanzó el grado de doctor. Más adelante ingresó en el cuerpo docente de bachillerato por oposición y su primer destino fue la cátedra de Lengua y Literatura del Instituto de Cuenca, que ocupó en 1909. En febrero de 1911 pasó a ser catedrático de la misma materia en el Instituto de Málaga, en la calle Gaona, donde ejerció su carrera profesional durante los siguientes 35 años, hasta su jubilación en abril de 1946.

Alfonso Pogonoski fue secretario del centro docente malagueño durante muchos años y formó con Luis Muñoz-Cobo y Julio Fernández Ramudo un equipo directivo fuertemente comprometido con la dignificación de la enseñanza oficial (hoy diríamos pública) que convirtió al Instituto en uno de los espacios más dinámicos de la cultura local de los años veinte. Era una etapa de cambios sociales profundos, que en la educación secundaria se manifestaron en el aumento del número de estudiantes, la extensión de los grupos sociales que accedían a este nivel educativo y en la decidida incorporación de las mujeres como alumnas y profesoras.

Autor de varios libros de texto de gramática y literatura española, pronto adquirió una justificada fama como «hueso» entre el alumnado junto a su compañero de claustro Eduardo García Rodeja, profesor de Ciencias. Severo Ochoa recordaba que Pogonoski solo valoraba la fonética castellana, por lo que no perdía ocasión para ridiculizar a los estudiantes de habla malagueña. Y añadía: «Como apretaba y suspendía mucho, los demás condiscípulos le tenían miedo y no se atrevían a meterse con él». El poeta José Luis Cano rememoraba que en las clases Pogonoski se mostraba muy crítico con la obra de Góngora, autor de referencia de la Generación del 27. Según Cano, el catedrático «no hacía nada por contagiarme el amor a las letras».

Sin duda, la fuerte personalidad de Alfonso Pogonoski marcó a varias generaciones de estudiantes de bachillerato que pasaron por las aulas de la calle Gaona. El profesor se implicó también en política y desempeñó un puesto de concejal durante la Dictadura de Primo de Rivera y hasta la proclamación de la República. Se implicó en la consecución de ciertas mejoras para los escolares malagueños, como la realización de colonias de verano y la promoción de la educación física en las escuelas de primera enseñanza. Más tarde fue designado vocal del Consejo Nacional de Cultura entre 1934 y 1936. Por sus ideas derechistas fue cesado el 22 de agosto de este último año por el gobierno republicano, pero, superada la depuración franquista, mantuvo la cátedra hasta su jubilación diez años más tarde. Falleció en Badajoz el 10 de noviembre de 1954.

Vista del Valle de los Galanes hacia 1925. Archivo Municipal de Málaga

Como concejal presentó en sesión de la comisión municipal permanente del 29 de abril de 1930 una propuesta con el propósito de rotular más de cien calles de la ciudad que carecían de denominación oficial. En el informe, suscrito por los concejales García Cabrera y Pogonoski, se justificaba la elección de los nombres en que eran personas destacadas en las artes, la literatura, la política y el periodismo. El concejal señor Krauel manifestó su disconformidad porque le parecía que era «una ensalada» de personas de ideologías de derechas e izquierdas. Pogonoski defendió con energía su trabajo, rechazando el calificativo de ensalada, requiriendo al autor de la queja para que hablara con más propiedad a la hora de referirse a un trabajo «que obedece a un detenido estudio y a una gran imparcialidad», en el que solo se tuvo en cuenta la valía y no la filiación política. Krauel rectificó pero mantuvo su rechazo a varios de los nombres incluidos en la lista. La propuesta quedó aprobada con el voto en contra de los concejales Krauel y Márquez Castaño.

Así quedaron nominadas decenas de calles por toda la ciudad: escritores en la Colonia de Santa Inés, actores en Ciudad Jardín, profesores del Instituto en la Trinidad, políticos en el nuevo barrio de Victoria Eugenia (junto al Arroyo de los Ángeles) y otros nombres en El Palo, Carretera de Cádiz, El Limonar y el centro, donde se le concedió una calle a Pablo Iglesias, fundador del PSOE. Han pasado casi noventa años y casi todas las calles que fueron rotuladas entonces siguen manteniendo aquellas denominaciones, sin que los sucesivos cambios de régimen político hayan afectado apenas a la selección que realizó Alfonso Pogonoski. De esta forma la huella de aquel severo y justo catedrático sigue presente en buena parte de la ciudad.

Por cierto, la calle Profesor Alfonso Pogonoski está en la barriada de Maqueda. Se rotuló así en 2004 gracias a una iniciativa del Instituto «Vicente Espinel», el Gaona.

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