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Un Scrooge reconciliado con la Navidad pasea en brazos al hijo tullido de su empleado, en la versión del célebre libro de Dickens (abajo) que Robert Zemeckis llevó al cine. Disney
El hombre que no inventó la Navidad

El hombre que no inventó la Navidad

Una película de inminente estreno señala a Charles Dickens como el padre de esta celebración. No lo fue, pero su célebre cuento le imbuyó de su auténtico espíritu

íñigo gurruchaga

Domingo, 24 de diciembre 2017, 19:03

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A Charles Dickens no le gustaba su padre, pero en 1843 tenía motivos para saber que había heredado rasgos de su carácter. Tras las penurias que le forzaron a trabajar a los 12 años pegando etiquetas en una fábrica de botes de betún o a vivir en direcciones y con anfitriones diversos, mientras sus padres se alojaban en la cárcel por no pagar sus deudas, el éxito como escritor no había eliminado sus preocupaciones con el dinero.

Con sus retratos de los debates parlamentarios en el ‘Morning Chronicle’ se había establecido como un joven a seguir y la serie mensual de ‘Los papeles póstumos del Club Pickwick’ maravilló a sus lectores. Proliferaron los clubes Pickwick, que reunían a caballeros en pubs para hablar de lo divino y de lo humano, inspirados por la tropa itinerante y humorística de aquella primera novela.

Aunque las siguientes no fueron recibidas con el mismo entusiasmo, tenía el porvenir asegurado, pero Charles había heredado de su progenitor, John, la confianza en que el destino proveerá los recursos que justifican vivir en el presente por encima de las posibilidades. No llegó a los extremos de su padre, pero le gustaba divertirse e impresionar a otros.

Viajero, sociable, encantado de recibir y de agasajar a sus amigos, Dickens había trasladado a su sufrida mujer, a su cuñada y a su creciente prole de la casa de Doughty Street –hoy convertida en museo dedicado a su memoria– a una mansión en los bordes del magnífico parque de Regent’s Park. Había regresado de su primera gira por Estados Unidos y necesitaba otro éxito y más dinero.

Un viaje inspirador

En un viaje a Mánchester, en octubre de 1843, encontró la inspiración. A Dickens no le faltaba conocimiento de la vida dura en las barriadas de la capital, pero la ciudad del norte era la primera que encarnaba la civilización industrial. Friedrich Engels había llegado un año antes y ya observaba los desgarros y horrores que describiría en ‘La condición de la clase obrera en Inglaterra’.

A su regreso de Mánchester, un Dickens conmocionado por lo que había visto escribió ‘Un cuento de Navidad’ en seis semanas febriles, y esa breve novela –como el ‘Manifiesto comunista’– que Engels y Karl Marx publicaron cinco años después– nunca ha estado fuera de catálogo. Se estrena ahora una película que cuenta aquel frenesí del escritor y su final feliz, ‘El hombre que inventó la Navidad’.

Hay lectores del cuento que han asociado al personaje central, Ebenezer Scrooge, con John Dickens, padre del autor. Pero este era más timador que tacaño, más parecido al Wilkins Micawber de ‘David Copperfield’. Scrooge no solo es avaro y rácano. Es un hombre sin afectos por lo humano, un patrón cruel, un tío que rechaza a su afable sobrino y a su familia, un disidente radical de la fraternidad navideña.

Dickens desvela el sueño de Scrooge en su Nochebuena solitaria con los fantasmas del Pasado, del Presente y del Futuro, le muestra su común humanidad de anhelos y temores con aquellos a los que explota o maltrata, y lo redime guiándolo hacia un espíritu navideño nada litúrgico, más bien pagano, a una celebración de «esencias humanas», según la directora del Museo Dickens, Cindy Sughrue.

El primer pavo

Fue tal el éxito de la novela que la gente que asaba ganso para el banquete navideño se pasó al pavo, porque Scrooge compra, en su urgencia por reunirse con el resto de los humanos, el enorme pavo que le queda al carnicero de su barrio. Y al niño callejero que le hace el recado de llevarlo a la casa de su secretario, a quien había explotado hasta ese día, lo envía allí en coche de caballos.

Dickens quizás provocó un genocidio anual de pavos, pero no introdujo el árbol de Navidad como se ha dicho. Le gustaba tanto el acebo que tenía siempre una rama sobre su mesa de escribir, pero el abeto navideño lo introdujo en la sociedad británica un alemán, el príncipe Alberto, marido de la reina Victoria. Entonces, ¿qué es eso de que Dickens inventara la Navidad?

Sughrue afirma que no era una celebración popular en la mitad del XIX. En la Escocia presbiteriana, donde caía bajo la sospecha de ser un ritual papista, se festejaba solo el nuevo año, el ‘Hogmanay’. De la celebración de la Epifanía, el 6 de enero, ya da cuenta William Shakespeare, que sitúa una de sus comedias en ‘La duodécima noche’.

La fiesta navideña era el 26, el ‘Boxing Day’. El origen estaría en las cajas con regalos –como las cestas navideñas– que los hacendados daban a sus sirvientes por atenderles en su celebración de la víspera. Familias ricas, o la del joven Dickens, anglicanos de clase media, sí se reunían en torno al banquete del día de Navidad. Su cuento extendió su popularidad como un estímulo de amor, compasión, alegría, generosidad...

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