
Domingo, 7 de julio 2019, 23:56
«Aunque hay un descenso en la criminalidad juvenil, hay un repunte en la violencia filioparental». El director de Justicia juvenil y cooperación de Andalucía, Francisco Ontiveros, daba este dato en la inauguración del primer Encuentro Andaluz sobre Derecho del Menor, dejando claro que el sistema legal español tiene muy en cuenta este tipo de delincuencia. Uno de los ponentes en estas jornadas fue el doctor en Psicología y diplomado en Criminología Vicente Garrido, profesor titular de la Universidad de Valencia. Garrido explica a SUR que este tipo de agresiones no responde a un único patrón y que, lejos de lo que se suele creer, no es consecuencia únicamente de la permisividad en la educación de los padres: «Podemos encontrarla en todo tipo de sectores sociales».
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¿Qué puede llevar a un hijo a agredir a sus padres? Es una pregunta muy habitual, que se intenta responder cada vez que un caso de violencia filioparental salta a la esfera pública. Garrido explica que, en parte, la culpa está en la forma de vida actual: «Los padres ahora son menos eficaces a la hora de educar a los hijos; la sociedad impone ahora criterios muy duros para tener un trabajo estable». Este hecho hace que las familias tengan muchos desequilibrios, lo que es «especialmente grave» cuando se trata de educar a niños «con temperamento difícil, que son impulsivos y con poca empatía», añade el doctor. Los niños con estos rasgos, por otro lado, son los que «más fácilmente» ejercerán la violencia física contra sus progenitores.
No obstante, existen «varios perfiles», tanto de menores como de padres y contextos familiares en los que se puede producir este fenómeno con más facilidad. «Hay familias donde los hijos han visto o sufrido la violencia; familias desestructuradas que han modelado a sus hijos en que la violencia es una respuesta eficaz para conseguir las cosas y los privilegios que uno desea», explica Garrido. También hay casos en los que los menores sufren «problemas mentales» que incluyen la violencia como una forma de representación de la enfermedad.
Además, el doctor destaca un cuadro clínico muy habitual en los hijos que agreden a sus padres, el 'síndrome del emperador'. «Son aquellos que tienen rasgos elevados de narcisismo y falta de sensibilidad moral, y que luchan con sus padres por el poder del hogar». Es por la presencia de todos estos perfiles por los que Garrido considera que la violencia filioparental es un fenómeno que afecta a todo tipo de ámbitos sociales y familiares.
En cuanto a las causas que pueden llevar a un menor a cruzar la línea de agredir a sus padres, el doctor vuelve a señalar como uno de los principales patrones el hecho de que hayan sufrido la violencia cuando eran niños. También resalta el consumo de drogas como un detonante. Sin embargo, el doctor resalta una causa determinante: los menores con rasgos de psicopatía, un factor que «hace que padres 'normales' no sepan cómo responder ante los desafíos constantes de sus hijos». «En estos casos no se trata, como a veces se dice, de que los padres sean permisivos; son padres que no saben cómo educar a hijos que tienen muchas dificultades para desarrollar el vínculo afectivo con sus progenitores, por eso muchos de ellos también afrentan a hermanos y consumen drogas y no se esfuerzan en el colegio», añade.
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Por todo ello, Garrido considera que desde la perspectiva penal, «los profesionales deben tener una buena formación en el manejo a de estos chicos». «Esto implica diferenciar bien entre estos diferentes perfiles y ajustar el contenido de las medidas a aplicar; algunos menores precisan también de una supervisión estrecha en el hogar y, en el caso de los cabeza de familia, ofrecer una ayuda importante psicológica».
Pero el doctor Garrido cree que la sociedad también debe implicarse en esta problemática. «Debe ayudar a que las familias estén en mejores condiciones de educar a sus hijos, cuando estos muestren el síndrome del emperador y combatir el maltrato infantil ya que este fenómeno promueve un tipo de violencia hacia los padres».
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Los delitos perpetrados por menores abarca muchos campos. En muchos casos, los crímenes se cometen en la red, un ámbito en el que se ha especializado el teniente fiscal de la Fiscalía de la Comunidad Autónoma de Andalucía, Rogelio Muñoz. A su parecer, tanto en el mundo tecnológico como en cualquier otro aspecto, la justicia debe estar actualizada: «Para acabar con la delincuencia juvenil hay que aplicar sentencias cada vez más creativas».
Para el fiscal, el primer dique de contención está en la educación. En el ámbito penal, explica que en la mayoría de sentencias que se aplican desde los juzgados de menores se imponen penas que no son privativas de libertad. «En la libertad vigilada hay mucho margen para se apliquen medidas que ayuden a corregir los comportamientos delictivos de los menores», añade. «Si hay un menor que ha cometido un delito a través de las nuevas tecnologías, como el ciberacoso, la libertad vigilada tiene que estar ajustada a esta realidad». Así, en muchos casos se impone que el menor deba recibir cursos sobre el correcto uso de las redes sociales, al igual que si presenta una adicción al teléfono móvil. «La sentencia debe surgir del caso concreto». Para cumplir con estos requisitos, «cobra una gran importancia» el equipo técnico del juzgado.
En cuanto a su especialidad, Muñoz es claro:«Los delitos cometidos por menores a través de las nuevas tecnologías son una nueva manifestación de la delincuencia juvenil que tiene efectos que deben abordarse de forma seria y meditada». Incide de nuevo en la necesidad de que se apliquen medidas desde el ámbito académico:«No se concibe que en los planes educativos se estudie seguridad vial y no seguridad digital».
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