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La estadística es tozuda frente a todos esos padres permanentemente enganchados al ‘mi-hijo-no’: el 90% de los niños y las niñas han visto porno antes de los 12 años, un dato que a estas alturas ya comparten (y confirman) todos y cada uno de los agentes implicados en la educación y la formación de los más pequeños. La sobreexposición a estas formas extremas e irreales de sexo a través de Internet y las redes sociales es un fenómeno que ha ido ‘comiéndose’, literalmente, las etapas intermedias en el aprendizaje de la práctica sexual, sobre todo la afectiva; y aunque hoy algunos sigan sin querer asumir esta realidad, el abismo que media entre lo que los preadolescentes (e incluso niños) ya conocen y lo que el entorno –familia, escuela y sociedad en general– piensa que están ‘empezando’ a saber está generando un problema de dimensiones importantes. La reflexión la pone sobre la mesa el psiquiatra, psicólogo y sexólogo Francisco Cabello de una manera tan diáfana que no se pueden poner más ni puntos ni comas: «Estamos hablando a los niños de ‘lanzas’ cuando ellos ya saben lo que es un misil teledirigido».
¿Qué se aprende en Infantil y Primaria? Educación en lo afectivo, conocimiento del cuerpo –qué te gusta y qué no , crecimiento armónico, identificación situaciones de riesgo para prevenir abusos o acceso y buen uso de las redes sociales, entre otros temas
¿Qué se aprende en Secundaria? Sexualidad de hombres y mujeres con enfoque de género, el sexo como vía de afecto y de obtener placer, diversidad sexual, corresponsabilidad hombres-mujeres, prevención enfermedades y embarazos, prevención de la violencia de género.
En este escenario, resulta imprescindible plantearse varias preguntas: ¿Qué tipo de educación sexual están recibiendo nuestros niños?, ¿qué papel juegan las escuelas y las familias en este aprendizaje?, ¿por qué hay tanta diferencia entre la realidad que viven los menores y la información que se les proporciona desde estos ámbitos? La respuesta es sencilla y dibuja, además, un panorama inquietante: la educación sexual sigue siendo una asignatura pendiente, y esa certeza no hace sino devolver una imagen que estremece a la sociedad cuando salen a la luz casos de menores que utilizan el sexo para abusar de sus iguales: así ha ocurrido recientemente en los supuestos ataques ocurridos en Jaén y en Málaga, convertidos en la punta de un iceberg mucho más profundo que mezcla a chavales hipersexualizados y con una imagen distorsionada del sexo y casi nula en el afecto, los reparos e incluso el pavor de los padres a la hora de afrontar esas cuestiones con sus hijos, el lastre de lo políticamente correcto y, en fin, un entorno escolar que tiene un peso definitivo en la formación de los niños pero que en muchas ocasiones se ve desbordado por los acontecimientos, por la falta de formación específica del profesorado y, sobre todo, por el ‘miedo’ a unos padres cada vez más protectores que no ven con buenos ojos las cuestiones explícitas sobre sexo.
La necesidad de ir ‘todos a una’ en el reto de una sexualidad sana y basada en la responsabilidad parece ser la única respuesta a esta realidad, teniendo en cuenta que las herramientas que se utilizaban hace un puñado de años ya no sirven y que la sexualidad ha de convertirse en un asunto transversal que aborde otras cuestiones también importantes como la violencia de género, el acoso escolar o la educación en igualdad entre los chicos y las chicas.
Ese carácter ‘transversal’ hace que hoy en día no exista una respuesta específica a la pregunta que muchos se plantean: ¿cuándo se habla de sexo abiertamente con los niños en los colegios? «En muchos momentos: la educación afectivo-sexual está presente en la escuela desde la más tierna infancia». Así lo confirma la coordinadora del equipo técnico provincial de Orientación Educativa y Profesional de la Delegación de Educación en Málaga, Miriam Valle García Novales, quien añade que esta formación se adapta a cada edad y a la madurez que presente el niño.
David Márquez, servicio de ordenación educativa
En este punto del análisis, conviene recordar que la educación sexual también es –como la educación en un sentido amplio– una materia transferida a las comunidades autónomas, de modo que cada una aplica sus propios itinerarios y herramientas. En Andalucía se apuesta por esta ‘transversalidad’ a través del Plan de Acción Tutorial, un documento obligatorio para todos los centros –públicos y concertados– donde se insertan las líneas de desarrollo del alumnado desde el punto de vista educativo y social, y donde se incluyen asuntos como los hábitos de vida saludables, la educación en la afectividad, la interculturalidad o la diversidad. Y por supuesto la educación sexual. «Los tutores tienen que hacer sus programaciones siguiendo estas líneas básicas», explica la responsable de la Delegación Territorial de Educación. En esta estrategia, los tutores cuentan con dos referencias: de un lado el equipo de orientadores de los colegios; en el caso de los centros de Infantil y Primaria con un grupo profesionales que son compartidos por varios colegios mientras que en Secundaria ya existe un orientador específico por centro.
Ellos son, precisamente, los que impulsan las reuniones con el profesorado para dotarlos de la formación y de las herramientas necesarias en educación sexual, que en los primeros tramos de la formación académica (Infantil y Primaria) están centrados en la enseñanza general del conocimiento del cuerpo, el crecimiento armónico o la identificación de situaciones que representan un riesgo (como el abuso). En Secundaria, es decir, a partir de los 12 años, se refuerzan los contenidos en un programa específico denominado ‘Forma Joven’ y además se dedica una hora lectiva a la semana (la de tutoría) para esos contenidos, entre ellos el del sexo. Además, en este tramo educativo los institutos cuentan con un recurso extra que se traduce en visitas semanales por parte de sanitarios vinculados a este programa que asesoran y que resuelven dudas de alumnos y profesores de forma individual o colectiva y que se ha convertido «en una herramienta de prevención y de detección de problemas muy potente», observan desde Educación.
Rocío Carmona, sexóloga
En segundo lugar, los tutores cuentan con otra ayuda fundamental a la hora de abordar estas cuestiones: son los llamados ‘apoyos externos’, es decir, profesionales de diferentes ámbitos o asociaciones que visitan el centro educativo para abordar no sólo sexo (por ejemplo a través de psicólogos, sexólogos o profesionales del ámbito sanitario), sino también uso de redes sociales o acoso escolar (con charlas de la policía u otros especialistas en la materia).
Ahora bien: ¿es suficiente la formación del profesorado en educación sexual para que los alumnos reciban una información acorde a la realidad que viven? La respuesta la comparten tanto García Novales como el jefe de Servicio de Ordenación Educativa de la Delegación de Educación en Málaga, David Márquez: «¿Los profesores tienen que saber de todo? Sí. ¿Pero tienen todas las herramientas para explicarlo todo? No. Pero para eso están las redes de apoyo, además de los cursos de formación», sostienen los responsables educativos de la provincia, quienes no esquivan el debate y admiten, en ambos casos, que existe una «preocupación real» por la manera en la que los menores afrontan el sexo a pesar de los esfuerzos que se hacen desde el ámbito educativo. Por eso reivindican también el apoyo de las familias en esta estrategia: «Hay que ser realistas y asumir que la escuela es el espejo en el que se miran los padres para denunciar lo que va mal, pero hay que tener en cuenta que el colegio es también reflejo de la sociedad», insiste Márquez, quien deja un mensaje claro a las familias que piensan que la educación sexual es una materia exclusiva de la escuela: «Lo que no puede ser es que un niño de 10 años tenga acceso libre a todo tipo de contenidos de Internet en su propia casa y que luego se espere que el colegio solucione todos los problemas que se derivan de eso».
Francisco Cabello, sexólogo
Más allá de las directrices que se marcan desde la administración, los profesores también tienen mucho que aportar en este debate, en parte porque son ellos los que asumen la responsabilidad de formar desde la escuela y hacerlo además en una materia en la que los preadolescentes van claramente por delante. En este sentido, los docentes se mueven entre la ‘buena voluntad’ de llegar lo más lejos posible pero a la vez se ven desprovistos de la formación necesaria y con el ‘miedo’ de que sus charlas o reflexiones sobre un tema que aún es tabú en muchas casas generen malestar en las familias. «El profesorado no se siente preparado para esa tarea». Lo dice contundente y sin rodeos la secretaria provincial del sindicato ANPE, que representa a casi 20.000 docentes de centros públicos no universitarios, María Gracia del Amo, quien pone voz a los profesores cuando defiende que «este tipo de contenidos se tienen que impartir en casa, porque cada familia educa en función de sensibilidades muy diferentes y las aulas son espacios heterogéneos donde es complicado ajustar el mensaje a cada circunstancia concreta». A juicio de Del Amo, la materia que se enseña en la escuela en relación al sexo debería ir ligada a un «ámbito académico y científico» y no asumir por lo tanto un compromiso que corresponde al terreno más privado o bien a profesionales en la materia. De hecho, la secretaria provincial de ANPE constata que los profesores prefieren que sean «expertos» los que cubran esta parte de la demanda de información en la escuela. «Así se sienten más seguros», concluye.
Por su parte, el presidente de las escuelas concertadas en la provincia (CECE), Ramón Seco, sostiene que no hay una «opinión común» entre los 61 centros a los que representa pero sí defiende sin fisuras la «libertad de cátedra» de todos ellos. «Por supuesto cada colegio tiene que orientar la educación sexual en función de su ideario, porque no se puede olvidar tampoco que el 80% de nuestros centros son religiosos», sostiene Seco, quien admite que no percibe una presión específica por parte de la administración en este asunto concreto pero que en ocasiones «sí se produce un choque entre la ideología que trata de imponerse y la doctrina que nosotros defendemos».
En la misma línea que la representante del sindicato de profesores de escuelas públicas, las familias tampoco creen que los profesores estén «lo suficientemente preparados» para abordar este asunto complejo, pero al contrario de lo que se sugiere desde ANPE sí piensan que este trabajo debe coordinarse desde las dos esferas: el hogar y la escuela. Así lo defiende Yolanda Atencia, la presidenta de la federación que representa a 450 AMPAS (asociaciones de padres y madres) de la provincia (FDPA). La representante de las familias confirma que «como madre y como representante de la asociación, cada vez estamos más preocupados por cómo afrontan los adolescentes el sexo», por eso defiende que las charlas en los centros sean impartidos por especialistas en la materia y no por los propios docentes.
Esos especialistas en la materia, en concreto los sexólogos, también tienen mucho que decir. Y no precisamente en el sentido de que las cosas se estén haciendo bien. De hecho, se muestran bastante críticos con el tipo de educación que reciben los adolescentes en la escuela. «Es que no reciben ninguna», dice sumando a su reflexión anterior Francisco Cabello, que en sus más de 30 años de consulta nunca había percibido «tanta involución por parte de los jóvenes que acceden al sexo, y que lo hacen además con una nula preparación». «Las expectativas con las que afrontan las primeras relaciones son irracionales porque son las que han visto en el ‘smartphone’ y el porno», sostiene el especialista malagueño y presidente de la Academia Internacional de Sexología Médica (AISM), quien vincula este fenómeno desastroso a los modelos de pareja que asumen los chavales y que «los devuelve directamente a la esclavitud». Y lo explica vinculándolo a otras lacras como la de la violencia de género: «Si un chico se enamora de una chica a la que ha visto hacer previamente ‘de todo’ a otros, la tolerancia hacia ella será escasa y reforzará el control sobre su pareja». Una especie de tormenta perfecta en la que ambos planos se retroalimentan y que hasta que no se aborden de manera colectiva «nada cambiará». A su juicio, además, los chicos están recibiendo mensajes en sentido negativo en un momento clave de la construcción de la personalidad, porque «tal y como está la cosa la reacción es meterles miedo y eso les predispone mal para el sexo».
Para tratar de combatir esa losa que no hace sino restar, existen iniciativas como la de la psicóloga y sexóloga Rocío Carmona, que hace siete años alumbró el ‘Sapiensex’, una especie de ‘trivial’ que utiliza precisamente esa metodología del juego para que los estudiantes asuman retos y resuelvan sus dudas. Desde entonces no ha dejado de hacer estos talleres en los centros públicos y concertados de la provincia y con chavales de entre 15 y 17 años; y además en 2016 recibió el Premio Farola, impulsado por el Instituto Andaluz de la Mujer, por esta iniciativa. La especialista comparte el criterio de su colega sobre la educación sexual en la escuela y añade: «La que se da, se da mal».
El antídoto, a su juicio, es establecer un modelo «basado en la salud, el placer y la responsabilidad»; y dejar mensajes claros a los chicos. Por la experiencia de sus talleres, también es conveniente hacer hincapié «en la diferencia de género»: recordarles a ellos que «es importante escuchar a la otra persona» –Carmona destaca el caso de un chico de 16 que descubrió en su charla que «las chicas también pueden sentir placer»– y a ellas «que conozcan su cuerpo, y sobre todo sus genitales», para decir lo que les gusta». En el sexo. Y con el seso.
17,7 años es la edad media de la primera relación sexual, un año menos que en 2015 (18,9) y son ellas las que se inician antes (16,2 años)
5,7% de los adolescentes mantiene su primer contacto sexual (genital) antes de los 14. Los expertos constatan que las relaciones completas a los 13 o 14 años ya no son excepcionales
38% de los menores aprenden por intuición y un 29,4% por los amigos
90% de los niños de menos de 12 años ha visto porno en Internet
20% de los adolescentes mantiene relaciones sexuales de riesgo
18,5% de las niñas adolescentes admite que la ‘primera vez’ no usaron métodos anticonceptivos
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