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Leiza, Katy, Lily... son los juguetes sexuales que se ofrecen a los clientes del primer prostíbulo de muñecas de Europa, que abrió a finales de febrero en Barcelona

Abre en Barcelona el primer prostíbulo de muñecas de silicona

Cuesta 80 euros la hora. Los sexólogos advierten: «Nunca podrán sustituir al ser humano»

Susana Zamora

Domingo, 5 de marzo 2017, 00:42

Miden entre 160 y 170 centímetros, pesan 40 kilos y cada muñeca tiene tres orificios de casi veinte centímetros de profundidad. Katy es europea; Leiza, africana, y Lily y Aki, asiáticas. A ninguna les falta un detalle. Son las cuatro trabajadoras sexuales del primer prostíbulo de Europa cuyas meretrices son muñecas que ni hablan, ni piensan, ni sienten, ni padecen. Acaba de abrir en el centro de Barcelona. Reciben desnudas en un dormitorio. O en ropa interior. O en camisón sexy. O vestidas como el cliente desee... previo pago de 80 euros la hora, que es la tarifa de lanzamiento con que los promotores de este insólito lupanar buscan darle la vuelta al oficio más antiguo del mundo (pero no el más desfasado). Presumen de ser pioneros y se presentan con el nombre de Lumidolls, la primera agencia de sex dolls. Abrieron la semana pasada y no conceden entrevistas... de momento. «Inauguramos hace apenas unos días y no podemos hacer una crítica al respecto cuando ni nosotros mismos hemos podido medir la respuesta de los usuarios». Apostillan, eso sí, que no quieren hacer la competencia a las prostitutas que ejercen en las calles de alrededor de su local, cerca de Las Ramblas.

Los bebés reborn, otros juguetes que llenan vacíos

  • fenómeno creciente

  • Desde el municipio malagueño de Casares, una empresa comercializa desde 2010 un tipo de sex dolls. Atiende pedidos de particulares que en muchas ocasiones son la proyección de alguien real y que el comprador necesita no solo para un uso sexual, sino para que le haga compañía. Viven con ellas situaciones de la vida cotidiana como sentarse a comer o ver la tele.

  • En otros casos, como los bebés reborn tratan de llenar el vacío de una madre que o bien ha perdido a un hijo o no logra tenerlo. Los cuidan como si fueran de verdad. Su hiperrealismo es tan notable que reproducen las mismas posturas, gestos y mohínes de cualquier recién nacido. Su precio oscila entre los 300 y los 3.000 euros.

Katy y sus amigas son reproducciones casi artesanales de la anatomía de la mujer. Maniquíes hiperrealistas, fabricados a base de silicona que les proporciona una gran suavidad, y con todas sus articulaciones para que el resultado sea real y satisfactorio. Porque, como en cualquier burdel, el objetivo es ese: complacer las fantasías eróticas del pagador, sean más o menos convencionales.

La adquisición de una de estas sex dolls en el mercado puede suponer entre 3.000 y 6.000 euros; pasar una hora con ellas en este singular prostíbulo costará 120 euros, ya sin la rebaja de estos primeros días. La empresa se reserva la tarifa para su alquiler por una noche entera o para compartir la muñeca en pareja o en grupo.

En lo que sí insisten desde su web es en el cumplimiento de unos estrictos estándares higiénicos, dada la reutilización del producto: «Nuestras Lumidolls son, antes y después de cada servicio, desinfectadas con jabones especiales antibacterias. Aun así, siempre recomendamos usarlas con preservativos», detallan. De hecho, cada cliente recibe un condón y un lubricante.

El precio incluye una experiencia completa y advierten al potencial cliente de que las muñecas no se mostrarán «frías». «Nosotros cuidamos hasta el más mínimo detalle». Para lograr más realismo en el encuentro, ofrecen algunos extras para que la fantasía sexual sea redonda: velas para recrear un ambiente íntimo; televisores de plasma para ver películas porno, y la posibilidad de elegir cómo debe ir vestida la muñeca, así como la posición en que le gustaría encontrársela al entrar en la habitación.

«Sexo cómodo»

Los sexólogos prefieren no entrar a valorar si una relación con estos cuerpos de silicona y látex es mejor o peor que una relación física con una persona de carne y hueso. «Lo que está claro es que al ser completamente distinta nunca puede ser sustitutiva. Podría serlo desde el momento en que la relación con la pareja no fuera buena y prefiriese utilizar ese juguete sexual a intentar resolver el conflicto», apunta Antonio López, psicólogo y sexólogo del Instituto de Sexología Al Andalus, de Granada.

Para el especialista, este tipo de «sexo cómodo» elimina ciertas prácticas que cuando se convierten en un engorro pueden esconder un problema de fondo. «Si interaccionar con la pareja, consensuar lo que a ambos les gusta en la relación, estar pendiente del otro no solo del placer de uno mismo y poner medios para evitar el contagio de enfermedades de transmisión sexual suponen una molestia en lugar de enriquecer la relación, entonces algo puede estar fallando», advierte.

Lo cierto es que las sex dolls no son un invento reciente. Se remontan a los años posteriores a la Primera Guerra Mundial, cuando ya las tripulaciones japonesas destacadas en los submarinos las usaban para sobrellevar sus largas estancias en las profundidades. Después, Hitler haría lo propio para evitar las relaciones de sus tropas con mujeres extranjeras.

En torno al éxito creciente de las muñecas sexuales, López se pregunta qué visión tiene la sociedad de la sexualidad para recurrir a ellas. «Vuelven a repetirse determinados modelos ya pasados, como cuando la sexualidad de la mujer se reducía a un objeto pasivo. En ese patrón no se tiene en cuenta su placer, no hay espacio para que hable, tampoco importa su opinión y la mujer se limita a ser una muñeca receptora del placer del hombre».

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