
Alejandro Iglesias de León
«Si un joven LGTBI quiere ser policía, que deje los estereotipos y lo haga»Alejandro Iglesias de León
«Si un joven LGTBI quiere ser policía, que deje los estereotipos y lo haga»Marina Rivas / Fotografías: Manuel Gómez
Jueves, 1 de junio 2023, 21:06
Llevaba toda una vida intentando autoconvencerse de que sólo había una única vía, de que lo que él realmente sentía no era lo correcto. Hasta que, con 27 años y tras sufrir fuertes episodios de crisis, decidió liberarse de las cadenas de la sociedad. Se abrió al mundo como lo que realmente es, homosexual. Y fue a partir de entonces cuando todo mejoró. Contactamos con Alejandro Iglesias de León a través de Gaylespol, la asociación española de policías LGTBI, y su historia resulta inspiradora. Este policía local sevillano relata lo difícil que resultó su 'salida del armario', e incluso los prejuicios que siguen existiendo en torno a gremios como el suyo, en el que también ha recibido críticas. Pero, como fiel defensor del colectivo, asegura que no puede separar su orientación sexual de su trabajo y que dar visibilidad a la causa siempre será positivo para aquellos que aún puedan sentirse reprimidos, así como él se sintió buena parte de su vida.
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–¿De dónde viene tu vocación de policía?
–Decidí ser Policía Local porque necesitaba unos recursos económicos estabilizados. Soy informático, trabajaba para empresas privadas y nunca me faltó un empleo, pero era todo muy precario, sin contrato, así que decidí saltar a la administración pública y aprobé aquí en Sevilla. Esto es lo mejor que he hecho en mi vida, me ha permitido desarrollar una vida. Además, me gusta el hecho de poder ayudar a las personas y ser útil para los demás.
–Has conseguido la estabilidad que querías. ¿También tienes familia?
–Por aquel entonces, mi pareja era una mujer y tuvimos la estabilidad suficiente para tener una hipoteca. También nos casamos, pero no tuvimos hijos y creo que fue lo mejor, porque con la 'salida del armario' habría sido más traumático para ellos.
–¿Cómo vivió todo este proceso? ¿Fue un sentimiento repentino o ya sentías previamente que te gustaban los hombres?
–El proceso es duro. Yo me he dado cuenta de que los gustos no se eligen; hay personas que se preguntan si se nace siendo gay o se desarrolla en la vida. En cualquier caso, no es algo elegido, es un descubrimiento o una predisposición. Yo nací gay, era mi impronta natural. Cuando veía a los superhéroes, los quería para mi.
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–Pero luego acabaste casado con una mujer… ¿Es posible que tu entorno re condicionara hacia la heterosexualidad?
–Claro, todo el entorno te dice a gritos que eso no puede ser así. Cuando yo nací, en 1978, era ilegal ser gay, no se había derogado aún la Ley de Vagos y Maleantes. Mis padres, también por protección, no me permitían ser quien yo era de forma natural. Mi madre intuía que yo tenía un una forma de actuar diferente, que movía mucho las manos o tenía un comportamiento quizá algo afeminado; y ella corregía eso. Entonces empiezas a cuestionarte: «Si no puedo ser yo mismo, ¿Quién tengo que ser?» .
–Y fue a raíz de entonces cuando decidió adaptarse al entorno y reprimir su orientación…
–Claro, yo copiaba el comportamiento, por ejemplo, de mis hermanos. Al nacer te dan un libro de instrucciones y te dicen que tienes que ser heterosexual, estudiar, conseguir trabajo, casarte, tener hijos…
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–Pero, ¿entonces no te llegaron a gustar las mujeres nunca?
–Con mi expareja yo descubrí que no estaba tan mal, que me gustaba. Pero pasaba el tiempo y mi cuerpo me empezó a decir que algo no estaba bien, y ahí empezaron las enfermedades autoinmunes.
–¿Y cómo afecta eso a tu vida diaria?
–Llevo somatizando eso toda mi vida, porque es una representación física de mi falta de aceptación durante tantos años. Mi malestar iba en aumento hasta que llegó un momento en el que, con la explosión de internet, descubrí contenido gay que me llamaba la atención pero que tenía que mantener oculto. Ahí entré en una crisis brutal y decidí ir a terapia. Esa psicóloga me salvó la vida, me dio las pautas para aceptarme poco a poco. A los 27 años, por primera vez, pude estar con un hombre.
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–La 'salida del armario' imagino que fue complicada entonces, dada la presión que sentías…
–Eso era una bomba, pero si no la soltaba, me destruía yo. Creo que hay cuatro armarios y del último muchos ni siquiera salen. El primero es en el que tú aceptas lo que eres; el segundo, en el que tú sales en tu entorno cercano; el tercero, en el que tú puedes ir públicamente de la mano con tu pareja y decirle a tus conocidos cuál es tu orientación sexual; y el cuarto, es el armario laboral.
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–En tu caso, ¿has sentido alguna vez rechazo o ha tenido problemas de aceptación en su entorno laboral?
–Dentro del Cuerpo todo el mundo sabe que hay compañeros y compañeras con orientaciones sexuales diferentes, como en todos los gremios del mundo. Lo que pasa es que cuando te metes en uno tan estereotipado, sabes que puedes tener algún problema. Es verdad que mientras uno haga bien su trabajo da igual quién le guste, pero en mi caso, yo no puedo dejar el ser gay en la mesita de noche.
–¿Piensas entonces que sería positivo para el colectivo que todo el mundo saliera del armario laboral?, ¿O crees que es respetable que haya gente que quiere mantenerlo al margen?
–Todo es respetable, no hace falta empujar a la gente a 'salir del armario', pero sí hay que hacerles ver que, si lo hacen, tampoco pasa nada, porque todo lo que no se ve y de lo que no se habla, no existe.
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–¿Has sentido alguna vez que, en el trabajo, se te ha prejuzgado por tu orientación sexual?
–Sí. Mira, en 2018 fue mi gran salida del armario laboral. Ese año se cumplía en Sevilla el 40 aniversario de la primera manifestación del Orgullo en la ciudad. Vimos una bonita acción el que, desde la Policía, situáramos a la institución en el lugar que debe, el de la defensa de los derechos humanos de todas las personas. Yo fui el único que salió en la pancarta de cabecera (y con el uniforme), y el mensaje fue bonito. Había personas muy sorprendidas. Recibí muchísimas críticas, algunas creo que de mis propios compañeros, de forma anónima. Yo llevo el uniforme dignamente y me parece digno poder decir que la Policía está a favor de todas las personas.
–¿Has temido alguna vez por tu futuro laboral?
–No, eso no. Pero sí tengo críticas a las espaldas. Por ejemplo, colgaba en el tablón de anuncios la cuartilla con información de Gaylespol, y esa cuartilla desaparecía, una y otra vez. Son pequeños gestos que no entiendes por qué suceden. Los policías tenemos una doble identidad: somos policías durante ocho horas o más al día, pero luego nos quitamos el uniforme y somos ciudadanos normales y corrientes, con nuestras virtudes y nuestros defectos.
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–Eso era lo que remarcabas con eso de que no puede dejar el ser gay «en la mesita de noche»…
–Claro, yo no puedo dejar de ser gay siendo policía.
–¿Existe aún una homofobia latente en la sociedad? ¿Viviremos en el futuro en un mundo sin odio?
–Creo que sigue existiendo, tardará mucho en quitarse, pero se quitará, porque esas mentalidades tan cerradas acabarán muriendo.
–¿Qué mensaje le mandarías a los jóvenes del colectivo LGTBI que sueñen con ser policías?
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–Para esto es la visibilidad, para que lancemos un mensaje de que, si quieres ser policía, o militar, o guardia civil, o lo que quieras, que no te dejes llevar por los estereotipos que se le asignan al colectivo, que si es su vocación y lo que quiere hacer, que lo haga, siendo como es uno mismo.
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