Mejor morir que ser un cobarde
Los 'gurkhas', soldados nepalíes que combaten en el Ejército británico, son legendarios por su fiereza, pero los recortes por la crisis amenazan su futuro
ÁLVARO SOTO
Domingo, 18 de septiembre 2011, 19:03
Jai Mahakali, Ayo Grokhali (¡Gloria a las diosas de la guerra, aquí llegan los gurkhas!), gritaban los fieros soldados nepalíes mientras se lanzaban cuchillo en ... mano a degollar británicos. Era la guerra anglo-nepalesa de 1815 y los oficiales british destinados a aquella misión no salían de su asombro al comprobar la habilidad de los locales para rebanar pescuezos. Un soldado escribió después de la batalla: Nunca en mi vida he visto algo así. Corren hacia nosotros como si no tuvieran miedo a la muerte mientras sus camaradas caen a nuestro alrededor. Más preparados y mejor armados, los británicos ganaron esa guerra, pero sufrieron un número de bajas enorme. Por eso, a la hora de redactar los tratados de paz, los vencedores no olvidaron incluir una cláusula: a partir de ese momento, los ghurkas lucharían para el Ejército británico. O sea, si no puedes con el enemigo, únete a él.
Entre las tropas de todo el mundo, los gurkhas son admirados y temidos. Mejor morir que ser un cobarde es el lema de estos soldados que, según cuenta la leyenda, nunca entraban en combate sin su tradicional arma, el kukri, un cuchillo curvo de 18 pulgadas que una vez desenfundado, tenía que saborear la sangre. Por eso, si no mataba, el gurkha se cortaba a sí mismo antes de guardar otra vez el filo, recuerda la BBC en un reportaje sobre estos guerreros.
En los últimos dos siglos, los gurkhas han participado en todas las guerras en las que se ha embarcado la metrópoli. Los testimonios de sus enemigos los retratan como una tropa fiera y despiadada. En un artículo publicado en El País en 1983, un año después de la Guerra de las Malvinas, en la que los gurkha jugaron un papel clave, el escritor Gabriel García Márquez citaba al autor argentino Daniel Kon, que había publicado el libro Los chicos de la guerra, donde recogía las palabras de un soldado que sufrió a los terribles nepalíes: "Los gurkhas parecían completamente drogados. Se mataban entre ellos mismos. Avanzaban gritando, sin apenas protegerse. No era difícil matarlos, pero eran demasiados. Tal vez matabas a uno o dos, pero el siguiente te mataba a ti. Eran como robots: un gurkha pisaba una mina y volaba por el aire, y el que venía detrás no se preocupaba en lo más mínimo: pasaba por la misma zona sin inmutarse, y a lo mejor también volaba. Parecían no tener instinto de supervivencia. Iban barriendo zonas con sus ametralladoras Mag, que pesan más que un fusil. Si al adentrarse en nuestras líneas encontraban alguna lata de ración de nuestras provisiones, las abrían por la mitad de un cuchillazo, comían un poco y seguían peleando, siempre gritando. No les interesaba nada, ni siquiera sus propias vidas. Los ingleses que venían detrás de los gurkhas lo tenían muy fácil: encontraban el camino casi despejado".
Los oficiales británicos seleccionan a los ghurkas en las montañas de Nepal. Cada año eligen a unos 200 hombres de entre 28.000 candidatos. Para los nepalíes de origen indo-tibetanos-mongoles o para los rajputs, las dos etnias de las que provienen los gurkhas, convertirse en un soldado es la garantía de una vida alejada de la miseria. Pero lograrlo no es nada fácil. El proceso de selección es considerado como el más duro del mundo y los aspirantes, entre otras pruebas, deben correr montaña arriba durante 40 minutos con una cesta de mimbre a la espalda cargada con 30 kilos de piedras.
La recompensa vale la pena a ojos de un pobre agricultor nepalí, pero dentro del Ejército británico, los gurkhas han sido discriminados hasta hace solo cuatro años. En 2007, el Gobierno británico aprobó una ley que otorgaba a todos los nepalíes que se hubieran retirado desde 1997 una pensión igual a la de sus compañeros de origen británico. Pero los recortes provocados por la crisis les están afectando de lleno, según ha denunciado Mike Jackson, antiguo responsable de las fuerzas de Defensa. Alrededor de 150 soldados han tenido que abandonar el Ejército debido a la disminución de plazas. Llegaron a ser 200.000 hombres durante la Primera Guerra Mundial, pero hoy solo quedan 3.500 gurkhas, 3.500 orgullosos herederos de una mítica estirpe guerrera.
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