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Martes, 17 de octubre 2017, 00:11
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No hay ni que salir de la capital para ver colonias de flamencos. Estos días, numerosos ejemplares de este ave recorren tranquilos las aguas del paraje natural de la Desembocadura del río Guadalhorce que, pese a su cercanía, sigue siendo un gran desconocido para la mayoría de los malagueños. Este enclave permite observar diferentes especies naturales sin gran dificultad desde los cinco observatorios repartidos entre los dos ramales del río que llegan al mar. Entre ambos cauces queda un delta salpicado de senderos y lagunas salobres, que en estas fechas están pobladas de flamencos común o rosa, que se dejan ver y fotografiar. Escenario habitual de deportistas, ciclistas y senderistas, la ruta que se propone no requiere dificultad, se recorre en un par de horas andando y es recomendable unos buenos prismáticos y/o una cámara con teleobjetivo.
Para el paseo o el safari fotográfico en busca de los flamencos, lo más indicado es recorrer el sendero Río Viejo, una ruta que atraviesa el paraje natural y desciende hasta el mar. En este caso, debemos dejar el coche en Guadalmar, junto al brazo del río Guadalhorce, y desde allí comenzar la ruta. Se puede recorrer tanto en bicicleta como andando y la 'salida' se encuentra en el puente peatonal que cruza el cauce del río y se adentra en los senderos interiores del delta (esta es la ubicación).
El sendero del Río Viejo no ofrece complicaciones para los senderistas -esta calificado de dificultad baja- y la ruta es prácticamente llana. Tras atravesar el puente sobre el Guadalhorce, el camino se introduce en el paraje natural, atravesando cañaverales que recuerdan que toda esta zona y sus aledaños fueron grandes plantaciones de esta próspera industria del siglo XX y que muy cerca se encontraba precisamente la fábrica Azucarera Hispania, popularmente conocida como 'La Azucarera'. Tras las cañas, el recorrido tuerce a la derecha en dirección a la costa y poco después se encuentra el primer mirador, Laguna de la Casilla, parada obligatoria para contemplar aves. El sendero continua hacia la siguiente posición, el observatorio del Río Viejo, donde nunca faltan los avistamientos por lo que siempre suele haber curiosos y aficionados a la ornitología. Desde allí, la siguiente parada es el final del camino, donde se encuentra el denominado Observatorio de Aves Marinas, que ofrece una visión muy diferente del litoral de la capital con playas vírgenes y sin chiringuitos ni hamacas. El recorrido desde el comienzo hasta la costa es de 1,6 km, por lo que la ruta completa (ida y vuelta) son 3,2 km. El tiempo empleado en ir y volver se sitúa entre dos o tres horas, dependiendo de la duración de las paradas en los miradores.
En el observatorio Laguna de la Casilla, el primero que nos encontramos, se pueden ver diferentes tipos de aves como gallineta, focha, áñade real y el singular pato buceador malvasía, que no de bajar y subir a la superficie a la búsqueda de alimento. En el siguiente mirador, Río Viejo, es donde se pueden observar las colonias de flamenco y otras aves limícolas por los fondos someros sobre los que se asienta la laguna. Los más llamativos son sin duda los esbeltos flamencos comunes (Phoenicopterus roseus), con su pelaje blanco salpicados de tonos negros o rosa, según los ejemplares. Estos dos miradores de la avifauna están construidos en madera, techados para proteger del sol y cuentan con diferentes aberturas horizontales a modo de ventanas desde las que se pueden observar las especies tanto de pie como sentado.
Además de unas buenas zapatillas y ropa cómoda para los senderistas, es imprescindible llevar algún modelo de prismáticos -cuando mayor alcance, mejor- o una cámara con un potente teleobjetivo para tomar fotos espectaculares y cercanas de las especies. Si se carece de equipo fotográfico y sólo tenemos el teléfono móvil, también se puede optar por aplicar el objetivo de la cámara del celular a uno de los visores de los prismáticos y tomar fotografías cercanas como las que acompañan este reportaje. Un remedio casero, pero efectivo.
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