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«No es lícito olvidar, no es lícito callar», decía Primo Levi con referencia a lo que sufrió en persona en Auschwitz. Salvando las distancias, no se puede callar ante la ignominia de una serie llamada 'El Pionero', un indecoro intento de presentar a uno de los peores delincuentes de este país, como un emprendedor incomprendido y algo bruto. Es una mentira que me temo que se están tragando miles de personas que no han querido hacer el elemental esfuerzo de repasar los hechos objetivos que reflejan la carrera delictiva de un Jesús Gil condenado por la muerte en 1969 de 58 persona y heridas otras 150 en el derrumbe del edifico ilegal en Los Ángeles de San Rafael, estafas, el asalto ilegal del Atlético de Madrid, y el saqueo sistemático del Ayuntamiento de Marbella. Con el concurso de varias disciplinas académicas (Derecho, Criminología, Sociología, Psicología...), alguna vez se explicará cómo este caso de «masoquismo colectivo» de un pueblo como el de Marbella duró tanto tiempo, y cómo el Estado de Derecho se desmanteló ante la pasividad (e incluso la complicidad) de tantas instancias del Estado. Una buena muestra de esto último la encontramos en el indulto concedido a J Gil en 1994 por el gobierno presidido por Felipe González. El entonces ministro de Justicia, Sr. Belloch, justificó ese despropósito años después, de esta manera tan singular: «Era una pena muy pequeña, de dos meses de arresto mayor y, si no se le indultaba, no se podía presentar a las elecciones de Marbella... En aquel momento Gil no era Gil, así de sencillo, no sabíamos nadie qué tipo de personaje era». ¡En 1994 no sabían quién era J Gil!
Ni callo ni olvido. Hace ahora 28 años, agosto de 1991, con 27 años y tras las duras oposiciones en Madrid al correspondiente cuerpo nacional, estaba yo con toda la ilusión de hacer bien mi trabajo como Secretario del Ayuntamiento de Marbella. No andaba contento Gil conmigo porque me negaba a celebrar las sesiones de la Junta de Gobierno Local en la sede de su empresa, no le dejaba sacar expedientes de la Casa Consistorial, y no paraba de hacer advertencias de ilegalidad contra su constante voluntad de patear la ley, entre otras cosas, adjudicando a dedo el servicio de abastecimiento de agua, en aquel entonces por miles de millones de pesetas. Aún resuenan en mis oídos su 'elegante' estilo por teléfono: «Tú no me paras mi proyecto con las leyes y esas cosas, esto lo llevo como mis empresas, y como no quieres colaborar, te quito de en medio... no me estorbes, además, tú tienes familia no?, pues ten cuidado»; en una radio nacional y en una tv local, clamaba contra el secretario que le quería «parar el Ayuntamiento» con amenazas de «cortarme el cuello». Como podrán comprobar, un verdadero 'gentleman' este chico. Todo terminó con un decreto de Gil imponiéndome vacaciones 'forzosas'. Salí de mi despacho y salvo honrosas excepciones, solo me acompañó el silencio y el miedo en el ambiente. Comenzaba un engrasado sistema de saqueo de recursos públicos que duró casi 15 años y donde las denuncias de estas tropelías se escuchaban menos que las risotadas ante Gil y las 'mamachichos'.
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