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Con un videojuego, trabajo en equipo y valores como el cuidado al medio ambiente, la infancia del distrito de Campanillas diseña su barrio ideal. Ñito Salas

Los niños rediseñan Castañetas

Urbanistas por un día. Alumnos del Cupiana presentan en la Facultad de Educación cómo sería su barrio ideal y deslizan qué necesita su vecindario: más limpieza y mejores servicios públicos

Sábado, 18 de mayo 2024, 00:41

Una mirada infantil no se equivoca cuando analiza su vecindario. Sabe qué falla, qué falta y qué sobra. Casi por una mera intuición aún no modelada ni domesticada por el entorno. Los pequeños vecinos del barrio de Castañetas, alumnos todos ellos del centro de primaria Cupiana, en el distrito malagueño de Campanillas, han realizado un diagnóstico claro: sus calles necesitan más limpieza, más instalaciones deportivas, mayor cobertura de transporte público y, en general, más y mejor dotación de servicios –y mayor igualdad con otros barrios de la ciudad que perciben más favorecidos en cuanto a lo que lo público les ofrece a sus habitantes–. Lo han hecho jugando con Minetest –un videojuego parecido al Minecraft, pero de software libre–. Con esta herramienta informática y el apoyo y la guía de los profesionales de la Asociación INCIDE y la colaboración de los Puntos Vuela de la capital han diseñado el que sería su barrio ideal en contraste con las calles en que están empezando sus vidas. Y han presentado sus proyectos esta semana en la Facultad de Educación de la Universidad de Málaga. SUR fue testigo de cómo niñas y niños iban rematando y dándoles los últimos toques a esos 'planes urbanísticos' delante del ordenador en el aulario Gerald Brenan e iban organizando la explicación que luego darían al público.

Una de las niñas participantes en la iniciativa, Noemí Montero, de 11 años, lo tiene muy claro: Castañetas necesita estar más limpio, ser más grande y también más ordenado. De hecho, confiesa que ha observado que otros barrios de la ciudad cuentan con calles más amplias, despejadas y no tienen basura desperdigada. Quiere que su entorno también sea así. Aunque lo de la limpieza, afirma, es culpa de los vecinos, que no son lo suficientemente aseados, pero también –dice con boca pequeña–, del ayuntamiento, que quizás podía esforzarse algo más y mantener el barrio con mejor apariencia.

Últimos retoques minutos antes de presentar sus proyectos en la Universidad de Málaga Ñito Salas

Aday Criado, de 10 años, uno de sus compañeros de su equipo –cada uno tiene un nombre y el suyo se llama Teen Winners–, enumera los elementos que habría de tener cualquier barrio: hospital, colegio, un campo de fútbol, pero también baños públicos –para atender las necesidades que parecen multiplicarse cuando se celebran fiestas en el vecindario–, además de un circuito de motos. Esto último, confiesa, porque a él personalmente le gustan mucho estos vehículos y sus compañeras han transigido, pese a que entra un poco en contradicción con su conciencia medioambiental: por ejemplo, quiere que los autobuses sean eléctricos para reducir el consumo de combustibles y la contaminación y, a diferencia de otros equipos que sí incluirían en sus barrios piscinas municipales para ayudar a combatir el calor veraniego, él dice que eso no se puede permitir en plena sequía: «Hay que ir al mar, así no se gasta tanta agua», dice, muy serio. Criado hace otro inciso sobre el tráfico rodado para que quien corresponda tome nota: hay que quitar los baches de las calles y carreteras.

Los proyectos de barrio de otros equipos de niños y niñas lanzan más inquietudes de estos infantes. Por ejemplo, aquel del que es portavoz Érika Casado, de 10 años, a la completísima oferta deportiva formada por campos de fútbol, de voleibol, movilidad en bici contra la contaminación y piscinas municipales, y al sofisticado servicio de reciclaje urbano, suma también una cárcel porque, dice, ahora está habiendo más robos en Málaga. Choca la idea, porque los adultos no suelen ser muy partidarios de vivir en un barrio que tenga cercana una prisión. El equipo de Layla García, de 9 años, por su parte, al cine (barato, porque los que hay en la ciudad son muy caros, precisa), a la librería (hay que leer, le gusta) incorpora dos elementos reveladores de dos de sus preocupaciones: por un lado, el ocio, que llenarían con una feria permanente con todos sus cacharritos más populares; y, por otro, la pobreza, porque en su diseño de barrio hay «camas para los pobres», lechos en la calle para las personas sin hogar, un pequeño alivio frente al dormir sobre el duro suelo. Un colchón y un somier salvan un poco de la deshumanización, parecen pensar.

Concienciados con la sequía –algunos piden piscinas, pero sólo municipales, y otros ni eso: invitan a ir al mar– y contra la pobreza: pondrían camas para las personas sin hogar

Detalle de los proyectos de algunos de los grupos infantiles participantes. Ñito Salas
Imagen principal - Detalle de los proyectos de algunos de los grupos infantiles participantes.
Imagen secundaria 1 - Detalle de los proyectos de algunos de los grupos infantiles participantes.
Imagen secundaria 2 - Detalle de los proyectos de algunos de los grupos infantiles participantes.

Un contrapunto de lujo

Otro equipo, el que tiene a Gonzalo Navarro, de 9 años, como portavoz, ha diseñado un barrio lujoso. ¿Por qué?, ¿qué ventaja tiene vivir en el lujo? Navarro lo tiene claro: «Es de buena calidad y además, tiene buenas papeleras». Aunque el paradigma del bienvivir de ese barrio diseñado por Navarro y sus compañeros lo representa una cabaña con piscina para pasar, seguramente, unas buenas vacaciones familiares, porque está amueblado con una cama de matrimonio para los padres y unas camitas pequeñas para la prole. Quizás esta chavalada ya está soñando su verano ideal a partir de los primeros calores que se padecen en la ciudad. Pero el gran deseo de Navarro es otro: que la calle, el barrio, la ciudad sean lo suficientemente amables y atractivos para los niños; que sean tentadores de verdad o lo sean más que los videojuegos y los móviles que los dejan apoltronados en casa. Hay que volver a jugar en la calle.

Ainara Benítez, de 11 años, apela directamente al alcalde –o la invitamos a que lo haga–: quiere un centro de salud para su barrio –y para todos–, una piscina municipal, un autocine, un parque y una fuente. También, un autobús municipal que la lleve al colegio –y a tantos niños a los que ella cree que les vendría bien– y así pueda ir sola a clase sin la necesidad de que su madre la acompañe. Además, ella, futura agente del Seprona por su amor a la naturaleza y a los animales, lamenta que haya «mucha contaminación» y que esté «todo muy seco porque no llueve» y «sucio»: «Los niños no somos mejores que los mayores; tiene que haber menos contaminación y más autobuses», reflexiona.

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