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Las libélulas son los insectos más antiguos del planeta. De hecho, hay restos fósiles que así lo confirman con más de 320 millones de años. Eso sí, no eran como las actuales sino de un tamaño mucho mayor, incluso como un ave rapaz. Ésta es una de las tantas curiosidades que se esconde detrás de este ser vivo de la familia de los odonatos.
Los conoce bien José Manuel Moreno Benítez, que lleva años estudiándolas con entusiasmo e incluso ya ha publicado una práctica guía sobre ellas junto a Javier Ripoll: 'Libélulas de la Gran Senda de Málaga y provincia'. También divulga sus peculiaridades a través de su propia empresa, ConoceNatura.
«A los humanos nos interesa que haya muchas libélulas, porque se alimentan sobre todo de moscas y mosquitos», explica Moreno, quien aclara que esos insectos son la principal base alimenticia de las libélulas. Es, por tanto, un buen remedio natural junto a muchas aves para reducir la población de estos molestos insectos en la época estival.
Las libélulas, que, entre sus características más llamativas, tienen dientes, viven en hábitats vinculados con el agua dulce, como ríos, arroyos, estanques artificiales, acequias o manantiales, entre otros. Allí pueden coincidir con los mosquitos, uno de sus manjares favoritos. Pero, no siempre se dan las circunstancias idóneas, ya que, como apunta José Manuel Moreno Benítez, las libélulas «necesitan de aguas que no estén contaminadas». Así, este apasionado de los odonatos aclara que el mosquito sí es capaz de sobrevivir en torno a aguas estancadas que no estén oxigenadas. De ahí, la importancia de evitar la contaminación allí donde hay agua dulce.
Pero, las libélulas no sólo son importantes por ser depredadores naturales de insectos como moscas y mosquitos -también de otras libélulas- sino también por servir de alimento a otros animales, como peces y aves. En ese sentido, Moreno afirma que la libélula «tiene un papel fundamental en la cadena trófica».
Por esa razón, este estudioso de las libélulas advierte de la importancia de preservar los ecosistemas donde vive: «Hay que evitar el paso por las pozas y los ríos, porque una sola persona no crea impacto, pero, si todo el mundo se acostumbra a ir por los mismos sitios, como ha ocurrido con el Chíllar, donde se provoca un desplazamiento de estas especies». El tránsito por estos cauces fluviales también puede acabar con las larvas de estos insectos, que se crían debajo de agua en muchas pozas.
Entre las especies que se conservan en la provincia, se encuentran algunas que están muy amenazadas y en peligro de extinción, como son la 'Macromia splendens', 'Oxygastra curtisii' y 'Gomphus graslinii'. «A nadie se le ocurriría ir hoy a Andújar a hacer actividades donde están los linces ibéricos, que están en una situación más o menos similar», reflexiona Moreno.
A pesar de ser la provincia con menor extensión de Andalucía, Málaga es una de las zonas con mayor diversidad de libélulas de toda la Península Ibérica. Así, dos de cada tres de estos insectos censados en el territorio nacional se pueden encontrar en enclaves malagueños. En concreto, hay, según recoge el libro ' «Libélulas de la Gran Senda de Málaga y provincia', 54 especies de odonatos de las 79 registradas en la Esapaña peninsular. Sólo superan a Málaga en diversidad de libélulas las provincias de Valencia, Castellón, Lérida, Gerona y Madrid.
Entre los lugares con más abundancia y variedad se encuentran los ríos de Sierra Bermeja, entre la Costa del Sol y la Serranía de Ronda, y los valles del Genal y del Guadiaro. A ello hay que unir muchos ríos y arroyos de la Axarquía, entre otros ecosistemas donde abundan las libélulas.
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Encarni Hinojosa | Málaga
Lucas Irigoyen y Gonzalo de las Heras (gráficos)
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