Lo que se aprende en un curso de supervivencia: Aprender a hacer fuego o extraer agua de las plantas para beber
La formación que imparten en Anaconda 1, en Ojén, dura cuatro días en los que los alumnos tienen que hacer su propio refugio para dormir
Desde el apagón del pasado 28 de abril, confiesa que se ha disparado la demanda de sus cursos. También influyen los actuales conflictos bélicos internacionales. Pero, para Pepe Ogalla, alma máter de la Escuela de Supervivencia Anaconda 1 (consulta aquí su ubicación), formar a civiles para sobrevivir en la naturaleza o incluso en situaciones límite no es ninguna moda pasajera. «Todos los ciudadanos tendrían que hacer una formación como ésta, porque seguramente van a venir tiempos difíciles, y hay que estar preparados», insiste.
Hacer fuego con dos palos de madera, extraer agua de las plantas para poder beber, subsistir con los alimentos que haya en el entorno en ese momento -sólo se come una vez al día- o construir un refugio para la noche en plena montaña son algunos de los aprendizajes que se llevan los alumnos que deciden apuntarse a estos cursos. Pero, sobre todo, se enseña «a gestionar el miedo» para poder enfrentarse a situaciones límite. Los alumnos «también aprenden humanidad, valores y liderazgo». No se trata de una formación militar sino de enseñar a sobrevivir en plena naturaleza. Aquí este instructor recuerda que más del setenta por ciento de lo que se necesita para subsistir en un medio adverso es psicología.
Hace ya más de veinte años que Pepe Ogalla empezó a formar en cursos de supervivencia a militares, lo que aún sigue haciendo con frecuencia. Pero, ahí le surgió la necesidad de adaptar esa formación también a civiles. En una finca abrupta ubicada en la parte de Sierra Blanca que pertenece a Ojén su equipo y él organizan estos cursos. Por allí pasan militares y agentes de las fuerzas de Seguridad del Estado, pero también muchos civiles.
A Pepe le preocupa la dependencia de la tecnología que tienen todas la generaciones, pero especialmente los más jóvenes. «Lo primero que hacemos es quitarles el móvil y eso provoca ya muchas reacciones de duda de si seguir adelante», afirma. Eso sí, cada uno de los cuatro días que dura la formación cada alumno tiene diez minutos para contactar con sus familiares o con su trabajo. El resto del tiempo es una inmersión en plena montaña. «Cuando terminan el curso y han desconectado cuatro días de la tecnología, muchos me dan las gracias porque dicen que están como purificados», añade.



Este experimentado instructor ha aprendido buena parte de sus conocimientos en las muchas tribus con las que ha llegado a convivir durante su dilatada trayectoria personal. Desde sus primeros años en Tánger, donde nació hasta hoy puede presumir de haber aprendido de esos pueblos como adaptarse a lo que hay en el entorno cuando toca sobrevivir cada día.
Hay quien puede ver exagerado la realización de estos cursos en los tiempos que corren, pero Pepe Ogalla recuerda la situación de Ucrania y Rusia desde 2023, donde ha tenido que ir en varias ocasiones a desminar. «He visto chavales con veinte años pasarlo muy mal, con situaciones de pánico que les bloquean hasta el punto de que se tiran al suelo y clavan los dedos de las manos y resulta difícil hasta levantarlos», comenta abrumado el coordinador de la Escuela de Supervivencia Anaconda 1.
Los distintos recursos que enseñan para sobrevivir en esta escuela podrían salvar vidas. Pepe recuerda que cada año son muchos los senderistas que se pierden en las montañas de la provincia de Málaga. Muchos de ellos han llegado a fallecer por hipotermia. «Muchos se confían y no van bien equipados», lamenta. «Hace falta un conocimiento de medio, lo que genera habilidades y éstas, una experiencia; y todo ello, con un control emocional, hace que sobrevivas» explica.
En este sentido, en esta escuela insisten en cuatro pilares vitales de la supervivencia: alimentación, fuego, agua y refugio. Un poncho, una vela, un cuchillo de cuello o una lupa pueden ser elementos fundamentales. Incluso un silbato, que es muy útil para ser rescatado a tiempo. «Lo primero que se acaba es la batería del móvil», apostilla Pepe Ogalla.
El último curso para civiles tuvo lugar el pasado mes de mayo. Ahora llega un paréntesis hasta septiembre que Pepe Ogalla aprovecha para seguir formando a militares o participar en la ayuda humanitaria en la que es partícipe en un hospital en la selva amazónica de Brasil, junto al río Xingú. Mientras tanto, los que quieran participar en las formaciones que habrá a partir de septiembre pueden contactar con la escuela a través de su teléfono, sus redes sociales o su web.
De los más de 4.500 alumnos que ha tenido entre militares y civiles en su escuela, «sólo dos han abandonado». En concreto, el formador recuerda que fueron dos jóvenes, «uno proveniente de una familia muy adinerada y otro muy mimado por su madre, que lo tenía entre algodones». En ese punto, Pepe lamenta que en esta sociedad se está protegiendo excesivamente a las nuevas generaciones. Esto recuerda claramente a la frase célebre que afirma que «los tiempos difíciles crean hombres fuertes, los hombres fuertes crean buenos tiempos, los buenos tiempos crean hombres débiles, y los hombres débiles crean tiempos difíciles».
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