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Jesús Hinojosa
Miércoles, 27 de julio 2016, 00:03
Los veranos de Francisco Sarabia, decano del Colegio de Arquitectos de Málaga desde hace un año, no eran los normales para un niño de su generación, como tampoco lo era el modo de vida de su familia. Sus vacaciones, como toda su infancia y su juventud, estuvieron marcadas por la condición de profesional del sector hotelero de su padre, que también se llamaba Francisco y que pasó de ejercer como botones en el Alhambra Palace de su Granada natal a dirigir hoteles de nueva creación en una incipiente Costa de Sol en la que su familia recaló allá por el año 1964.
Al frente del Colegio de Arquitectos de Málaga desde hace un año, Sarabia recuerda con nostalgia sus veranos a caballo entre Torremolinos y Benalmádena en plena época del despegue de la Costa del Sol como destino turístico. No duda en optar por la playa como ámbito predilecto para sus vacaciones ideales.
Su casa eran los hoteles en los que su padre ejercía como director, un puesto que en los años sesenta y setenta del pasado siglo estaba revestido de un carácter mucho más especial que en la actualidad. «Era más que un empleado de la casa, era una persona importante», recuerda Sarabia. Nautilus, Carihuela Palace, Picasso (hoy Torremolinos Centro), Timor Sol, Aloha Playa y Aloha Puerto son nombres de hoteles que son algo más que eso para el hoy decano de los arquitectos, también han sido su hogar y parte de la historia de su familia.
Especialmente recuerda sus vivencias en el Aloha Playa de Benalmádena, uno de los mayores establecimientos hoteleros de la Costa en aquellos tiempos con 300 habitaciones tipo apartamento que su familia tuvo la oportunidad de estrenar cuando pusieron a su padre al frente. «El hotel era nuevo, de estreno, grandísimo. Para un niño era como un gran parque temático. Ahora sería impensable, pero yo he jugado al escondite en la sala de máquinas, y al pilla pilla con los ascensores», comenta Francisco Sarabia, que tuvo este establecimiento como casa desde los 10 hasta los 21 años.
Bucea en sus recuerdos y en su álbum de fotos para encontrar una imagen que podría corresponder al año 1979, aunque no está totalmente seguro. Tendría unos 16 años y se le puede ver disfrutando en la terraza del hotel de uno de los espectáculos que en aquellos años amenizaban las noches de los clientes del Aloha Playa. «Había de todo, flamenco, magia, cabaret... alguna vez incluso nos disfrazábamos», apunta.
Reconoce que era un privilegiado. No todo el mundo podía permitirse tres meses de vacaciones en un hotel en el que, además, era el hijo del director, por lo que tenía reservada su tumbona en la piscina todas las mañanas. Sus buenas notas le permitían disfrutar a tope de aquellos veranos de los setenta en los que hacía pandillas y «tonteaba» con algunas chicas. Un día especial era, todos los años, el 30 de julio, su cumpleaños, para el que se organizaba una pequeña fiesta en el hotel a la que invitaba a sus amigos, muchos de ellos hijos de clientes habituales. «Era un establecimiento muy familiar», resalta.
También recuerda especialmente que el Aloha Playa fue el hotel escogido por el Málaga durante varias temporadas para llevar a cabo la concentración de sus jugadores. «Podía codearme con Migueli, Monreal, Deusto, Viberti, Vilanova... toda la plantilla que hizo grande al Málaga en aquellos años. Cada temporada, conseguía un póster firmado por todos los jugadores del equipo».
Sus padres llegaron a hacer amistad con algunos de ellos, sobre todo con Macías. «Mi padre era aficionado a las cartas y a juegos de mesa con los que mataban los ratos de la concentración en el hotel», comenta Sarabia, que llegó incluso a formar parte de la cantera del Málaga, a raíz de jugar en el equipo del colegio Los Olivos, en el que cursó sus estudios.
Pero no todo era disfrute. También hubo veranos en los que vacaciones fueron sinónimo de trabajo. Su padre quiso despertar en él un cierto espíritu de responsabilidad y con 15 años lo puso al cargo de tareas como la distribución de las hamacas y los hidropedales, de pinchadiscos e incluso de cajero en el bar.
Francisco Sarabia perdió el contacto con muchos de los amigos que hizo en aquella época cuando marchó a estudiar Arquitectura a Valladolid y Sevilla. No enfocó su profesión hacia el mundo de la hostelería, como tampoco lo hicieron sus tres hermanos, dos de ellos aparejadores y una tercera empleada de banca. No obstante, uno de ellos sí ha seguido en cierto modo los pasos de su padre fallecido en 2013, ya que comparte con su mujer la gestión de un coqueto hotel habilitado en una casa de Villanueva de Córdoba, en la zona de Los Pedroches.
Como arquitecto, sí ha tenido la oportunidad de trabajar en varios proyectos de reforma y construcción de hoteles. Entre ellos el que se habilitó en el anterior edificio consistorial de Fuengirola. Desde que sumó a su tarea profesional la de decano tiene menos tiempo para descanso y vacaciones, pero no duda en optar por la playa como ámbito predilecto para sus días de asueto. Tranquilidad, familia y playa son los componentes esenciales en sus vacaciones ideales. No obstante, su residencia en el Bajondillo torremolinense hace que muchos veranos los pase como anfitrión de amigos y familiares, como lo hacía su padre en los hoteles que fueron su hogar.
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Jon Garay e Isabel Toledo
Daniel de Lucas y Josemi Benítez (Gráficos)
Paco Griñán | Málaga
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