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Francisco Griñán
Domingo, 20 de noviembre 2016, 00:37
Los cowboys y los pieles rojas a caballo han tomado desde el pasado viernes el Museo Thyssen con la exposición La ilusión del lejano oeste. La muestra rescata los pintores que en el siglo XIX abrieron el camino al western, una iconografía que, con posterioridad en el siglo XX, se encargaría de popularizar y explotar el cine de Hollywood. John Ford, con ese falso ojo tuerto que tan bien quedaba en las fotos, fue el que disparó a la diana de un género que, cuando dio signos de agotamiento, se reinventó gracias a la mirada europea del spaguetti-western de los años sesenta y setenta. La agreste Almería fue el destino principal de aquellas producciones de serie B y hasta Z- que hicieron furor en la gran pantalla. La cercanía de Málaga a esa colonia estadounidense que fue el desierto de Tabernas invita a pensar que la provincia también se benefició de aquella próspera industria del oeste americano, pero lo cierto es que la lista de westerns malagueños es muy corta. Apenas cuatro cintas, en la que predominan los ambientes mexicanos frente a los argumentos de indios y vaqueros. Aunque no faltaron ni las peleas de saloon ni los tiros.
El demonio, la carne y el perdón (1960): Un icono del cine gay
Cuando el cine europeo todavía buscaba escenarios para localizar sus westerns y Almería no se había convertido en el salvaje oeste, la localidad de Alhaurín de la Torre se transformó en un pueblo mexicano para acoger el rodaje de la cinta británica El demonio, la carne y el perdón (The Singer not the Song), un filme que, en un principio, tenía como objetivo enfundar al mismísimo Marlon Brando en unos ceñidos pantalones de cuero negro para encarnar al villano de esta historia. Pero el traje slim fit y el sombrero cordobés se lo acabó poniendo Dirk Bogarde (Muerte en Venecia), que dio vida al despiadado vaquero Anacleto sí, como suena- que tiene atemorizado a todo un pueblo hasta que llega un sacerdote (John Mills) que, sin pegar un tiro, desafiará el poder de las pistolas. La cinta tiene cierto tono piadoso, aunque el cineasta Roy Ward Baker (La última noche del Titanic) le dio al personaje de Bogarde una imagen homosexual muy transgresora para su época. Y que hoy día sigue llamando la atención.
A Talent for Loving (1969): Una parodia del western
En pleno furor del spaguetti-western, el actor norteamericano Richard Widmark se prestó a protagonizar esta parodia del género que, como El demonio, la carne y el perdón, se decantaba por la variante de ambientación mexicana. Lo curioso es que se trata de una producción estadounidense que acudió a escenarios españoles de moda en la época para recrear un argumento que, visto hoy día, tiene poca defensa: un jugador profesional sin blanca gana la escritura de un rancho en una partida, pero cuando llega a sus nuevas posesiones encuentra que esas tierras están afectadas por una maldición azteca que obliga a los herederos a morir haciendo el amor.
Diferentes fuentes sitúan el rodaje en Málaga aunque sin especificar localizaciones-, además de los escenarios del oeste de las provincias de Madrid, Granada, Córdoba y Almería. Lo curioso de esta producción es que el mismo Widmark que trotó para John Ford en Dos cabalgan juntos (1961) sacó su rostro pálido- más canalla para esta cinta de Richard Quine. El nombre del actor norteamericano no es el único que llama la atención del reparto, en el que también figuraban Geneviève Page, Caroline Munro, César Romero y el carismático Topol, que un par de años más tarde se convertiría en la sensación de las taquillas con el filme musical 'El violinista en el tejado' (1971).
El bulevar del ron (1971): Brigitte Bardot y la pelea de saloon
Otra película híbrida que, esta vez, tenía como protagonistas a la perturbadora Brigitte Bardot y al severo Lino Ventura. En lo geográfico no estamos ante una película del oeste, ya que el filme se ambienta en la zona del Caribe y el sur de Estados Unidos con el trasfondo de la Ley Seca, aunque el cineasta francés Robert Enrico no perdió la oportunidad de utilizar los escenarios y las claves del western. Desde los tiros a las peleas de bar. Es el caso de la escena final -atención spoiler- rodada en Calzada de la Trinidad, en la que el contrabandista encarnado por Ventura sale de la cárcel el antiguo cuartel trinitario- y se mete en un saloon que acaba en una batalla campal con sillas, vasos y puñetazos volando sin control. El filme, como tantos otros filmados en Málaga, contaba con grandes interpretes internacionales e incluso se convirtió en un gran éxito de taquilla, aunque hoy es una más de las películas olvidadas de la historia del cine. Lino Ventura obligaba a especificar en sus contratos que no besaba en la boca a ninguna actriz, así que B.B. tuvo que enfrentarse a un intérprete que no era, además, muy comunicativo. Por ello, la sex-symbol francesa retrataba en sus memorias a su coprotagonista como un animalito frágil y aseguraba que, finalmente, lo acabó domesticando.
La quebrada del diablo (1971): El oeste más salvaje pasa por el Torcal
El spaghetti-western que cumplió con todos los cánones del género fue La quebrada del diablo, una coproducción italo-yugoslava que reunía a una serie de nombres imprescindibles de la historia del cine. Desde el productor Dino de Laurentis (Guerra y paz, Conan el Bárbaro o Terciopelo azul) al cineasta norteamericano Burt Kennedy (El regreso de los siete magníficos y Ana Caulder), pasando por un reparto en el que figuran Richard Crenna, Ricardo Montalbán y el mismísimo director John Huston, aunque el protagonismo era para el hoy desconocido Bekim Fehmiu. Lo mismo pasó con la dirección, ya que Kennedy puso el nombre, aunque el que cabalgó esta película de principio a fin fue el croata Niksa Fulgosi. Pese a ello, el trabajo de este último no se reconocía en los títulos de crédito.
La cinta iene una factura particularmente violenta con la historia de un capitán de la caballería estadounidense que, tras tener que rematar a su mujer moribunda por un ataque de los indios, deserta del ejército y se dedica a recorrer el territorio apache para cumplir su venganza y dar caza a los verdugos de su esposa. La película utilizó los escenarios del Torcal de Antequera para la escena cumbre en la que el protagonista guía a sus hombres hacia la Quebrada del Diablo, una formación montañosa esculpida por el mismo satanás (sic) y donde se enfrentará a los indios. Unos pieles rojas que, en esta ocasión, cumplían ese tópico de malos malísimos- de la película.
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Abel Verano
Fernando Morales y Álex Sánchez
J. Gómez Peña y Gonzalo de las Heras (gráfico)
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