
BARQUERITO
Lunes, 22 de septiembre 2008, 16:17
Lo primero que hizo José Tomás fue un quite por desmedradas gaoneras al toro que rompió el fuego. De los seis escogidos para la ocasión por Álvaro Cuvillo, el único con cierta agresividad. Esplá tuvo el detalle de banderillear y de poner, además, tres pares distintos. Manejó luego el toro sin sufrir ni enredarse, y le encontró la igualada con cuatro hermosos muletazos de costadillo y uno de castigo.
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Luego apareció el primero de los dos que iba a matar José Tomás. Iba y sólo iba, porque el quinto fue indultado en clima irresistible. Casi cinqueño, negro mulato el segundo de la tarde. No terminó de redondear con el capote José Tomás en el recibo. Después de la primera vara un quite por chicuelinas ajustadas. A la salida del quite quiso más el toro. Y tras la segunda vara, todavía más. Serafín Marín, repescado para la corrida por la baja de Manzanares, hizo un quite de ceñirse lo máximo por gaoneras. En banderillas descolgó el toro del todo. Y ya hasta el final. Son tuvo.
En ese clima de incondicionalidad que se le depara y casi prepara en Barcelona, José Tomás anduvo, sobre todas las cosas, muy fácil. Sentiría que valía todo. Pero, sin ser de bisutería, no hubo faena preciosa. Lo más brillante o jaleado fueron dos tandas de toreo por arriba y dos variaciones sobre el pase de las flores. Las dos veces cambió José Tomás el viaje al toro antes del embroque. Fue detalle carísimo. Sin embargo, faltó una tanda ligada en serio, abundó el uno a uno bastante bien enmascarado, y también el toreo de abajo arriba, y no hubo toreo de fraseo. Larguísima la faena, castigada con un aviso. Y rematada de estocada ladeada cobrada en los medios pero afeada por las ruedas de peones. Oreja.
Hasta que llegó el quinto
El tercero galopó y Marín le sacó los brazos con el capote. En cuanto tropezó la muleta dos veces seguidas, el toro dejó de ser lo que era. Un metisaca pulmonar, un pinchazo. El cuarto, capacho y rabón, acochinado, tomó la capa con cierta violencia, desarmó a Esplá, perdió las manos luego más de una vez, se puso mansito y se echó.
Al quinto de corrida, un capote anónimo le pegó un estrellón. Al relance lo picaron lo imprescindible. En banderillas ya se vino como el carretón. Parecía hecho de encargo. José Tomás brindó al guitarrista Vicente Amigo.
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La música, prohibida durante las dos faenas de José Tomás, la llevaba por dentro el toro, que en un quite por chicuelinas de Serafín hizo casi el avión. La faena de muleta fue un coser y cantar. Por la mano derecha, a base de colocación, toques o ligeros enganches por fuera, el torero de Galapagar, en cite primero a la distancia, le encontró al toro el compás. Limpios los muletazos, pastueñas las embestidas, un paseo. De perfil o de frente.
Al soltarse, el toro meneaba el rabo como el perro feliz de tener dueño. José Tomás se pegó bastantes paseos, que se celebraban. Empezó a abrirse hueco un coro de José Tomás no terminó de encontrar la manera con la mano zurda. Al volver a la diestra, se recompuso el mecanismo del toro. Pasó el tiempo, que parecía haberse dejado correr intencionadamente, sonó un aviso y la gente casi se come al presidente por mandarlo. Y entonces se extendió la idea del indulto como si fuera una consigna. «Indulto, indulto, indulto...!» José Tomás lo llevó a la puerta de toriles con muletazos pretenciosos. Fue un delirio, más o menos. Y la vuelta al ruedo fue de campeonato.
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