Cómo mirar de frente al abuso sexual infantil
Redime y Con.ciencia trabajan en Málaga para prevenir este tipo de conductas y ayudar a que las víctimas prosigan con su vida
Una clase de un colegio. Unos treinta niños escuchan con atención a un grupo de personas que ha acudido al centro para hablar sobre el abuso sexual infantil. Atienden a las definiciones de los tipos de conducta que constituyen una agresión: asimilan la naturaleza de las zonas íntimas, empiezan a comprender y, sobretodo, a sentirse seguros. En un momento del taller, un chico o una chica rompe a llorar y abandona el aula. Se ha sentido identificado con los hechos descritos. Tal vez no había interiorizado lo que le ocurrió (o le ocurre) como un caso de abuso, o lo había olvidado. Pero estaba ahí, en su interior, y ha estallado.
Esta escena es recurrente en el día a día de los expertos de las asociaciones Redime y Con.ciencia. Ambas organizaciones trabajan día a día en Málaga para prevenir el abuso sexual infantil, a la vez que acompañan a las víctimas en el largo camino que comienza cuando se identifica el problema.
Sentados a la misma mesa, desde ambos colectivos abordan la problemática con SUR, con motivo del Día Mundial Para la Prevención del Abuso Sexual Infantil, que se celebró el pasado 19 de noviembre. La mediadora y presidenta de Redime Eva Medina; la abogada Mari Carmen Heredia; el monitor y secretario de Redime Eliseo Gutiérrez; la psicóloga, docente e investigadora de la UMA, Marta Ferragut; la exprofesora de la UMA e investigadora, fundadora de Con.ciencia, Margarita Ortiz-Tallo y la periodista y monitora Miriam Joy Iglesias hablan sin tapujos de un tema que tiene «demasiados tabúes», y coinciden en una idea: «Ha llegado el momento de mirar de frente al abuso sexual infantil».
Tanto en Redime como en Con.ciencia trabajan día a día en diversos ámbitos para atajar las consecuencias que imprimen este tipo de conductas sobre los menores. Y lo hacen con un dato en la mano: la comunidad científica europea coincide en que uno de cada cinco menores de edad ha sufrido o sufre abusos sexuales en su entorno. Por su experiencia, ellos elevan la cifra a dos de cada cinco, es decir, un 40% de la población infantil. «Esto significa que cuando vamos a una clase de un colegio, es muy probable que haya varios alumnos que han pasado por ello en mayor o menor medida».
Actualmente las dos agrupaciones están trabajando en diversos proyectos, como la obra de teatro para niños 'Corazonada' y los dibujos animados 'El secreto de Ana', impulsados por Con.ciencia, y los Grupos de Apoyo Mutuo (GAM), desarrollados por Redime, que también ha lanzado una campaña de concienciación para hacer que los adultos no desvíen la mirada de problema.
No obstante, pese a su dedicación y entrega, las expertas aseguran que el problema es mucho más profundo y requiere un cambio de actitud por parte de la sociedad «en su conjunto». La letrada Heredia pone especialmente el foco en el sistema judicial. «A diario vemos que hay casos en los que los delitos quedan impunes porque no se da credibilidad al testimonio de las víctimas». Además, la abogada pone sobre la mesa uno de los problemas a los que se exponen las familias: la indefensión del menor durante el proceso judicial. «La víctima no puede recibir tratamiento hasta que declare en un juicio, y eso puede durar tres años». La abogada y Elíseo Gutiérrez coinciden en que las necesidades de quien sufre abusos no están focalizadas en que haya una consecuencia penal, sino en sentirse escuchados, comprendidos y en que se ponga fin a la vulnerabilidad.
Dos perfiles diferenciados de abusador de menores
«Cuando tratas con ellos te sorprende lo agradables que son al trato». Ortiz-Tallo ha pasado gran parte de su carrera como psicóloga estudiando no solo a las víctimas, sino también a los abusadores, con programas específicos en el Centro Penitenciario Málaga I (en Alhaurín de la Torre). La experta distingue entre dos perfiles claros:por un lado está el «psicópata» asocial y seductor, y luego está el que «no tiene conciencia» de haber hecho un mal. Este segundo perfil, más complejo, tiene una sexualidad «compleja», «no sabe relacionarse con adultos». En este grupo, muchos de los condenados habían sufrido abusos en algún momento de su infancia.
Por su parte, la investigadora Ferragut –que está a punto de publicar los datos de un ambicioso estudio nacional sobre el impacto de esta lacra–, recuerda que los datos son «más alarmantes» de lo que parece. «Hemos analizado cada tipo de abuso como una variable independiente; hablamos de abuso y siempre pensamos en algo intrusivo, pero cuando preguntamos por cosas menos violentas, muchas personas reconocen haber sufrido alguna experiencia durante la infancia».
Iglesias, que es superviviente de abusos durante su infancia, explica que en Málaga quienes están haciendo un mayor esfuerzo por prevenir esta problemática son «quienes la han sufrido». «Es un tema del que se sigue sin hablar porque mezcla sexualidad e infancia, y es una bomba, pero hay una gran necesidad, cuando vamos a los colegios hay respuesta siempre». La periodista y monitora explica que, para gran parte de la población, un abuso es «una violación», pero el concepto va más allá: «Se puede abusar sexualmente de alguien sin tocar, cuando hablamos de eso el aula vemos que muchos alumnos reaccionan porque han pasado por ahí».
Iglesias y Medina coinciden en que el abuso hay que pararlo «antes de que ocurra». «Trabajamos con víctimas y su recuperación es muy difícil, esto hay que pararlo antes de que escale y se convierta en una rueda», indica la periodista. Medina añade que disponen de un programa completo de prevención definido en diferentes edades, mediante los que han detectado algunos vectores de riesgo, como la pornografía: «Es la ficción del sexo, pero muchos jóvenes a edades cada vez más temprana lo viven como una realidad».
Los expertos indican que la gran parte de los casos se producen en el entorno más cercano del menor: empezando por alguno de los dos progenitores, pasando por familiares directos, el colegio, un vecino, las extraescolares, monitores de actividades a tiempo libre hasta llegar a los desconocidos. «Eso hace que sea muy difícil hablar del tema para los familiares de la víctima, uno siempre piensa que esas cosas ocurren lejos, pero no es así», apunta Ortiz-Tallo.
Cuando la prevención falla entra en juego la recuperación, y todos los implicados coinciden en que es fundamental que la víctima sienta que están creyendo en lo que dice, porque si un menor describe una agresión o un abuso es muy difícil que se lo haya inventado. Las víctimas crecen «en soledad» por no poder compartir lo que les ha ocurrido, por eso hay que reaccionar ante el relato «con naturalidad» y, tras ello, ir a la Policía.



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