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irma cuesta
Domingo, 10 de abril 2016, 00:00
El chasquido del ganadero, el del asesino de serpientes, la descarga, el chasquido sobre la cabeza... el club de fans de Indiana Jones, uno de los pocos del mundo, recorre España enseñando a manejar el látigo con la destreza del célebre explorador, y aprendiendo, de paso, los extraños nombres de cada uno de esos zumbidos, que responden al movimiento de brazo y muñeca. A los cursos acuden (y salen) entusiasmados lo seguidores del profesor Jones, que practican con látigos de cuero de tres metros de longitud, iguales a los que ha usado Harrison Ford en cada una de las cuatro sagas. Las fustas, que llegan a costar mil euros, viajan con ellos y cuando los alumnos, con el Fedora sobre sus cabezas, los empuñan no pueden evitar sentirse en la piel de Indy. Eso es, al menos, lo que aseguran los miembros de la Asociación de la Comunidad Fan Española de Indiana Jones (AFIJ), que estos días andan locos con la noticia de que Harrison Ford (73 años) se dispone a desempolvar su arma letal y a cepillar nuevamente su sombrero, dispuesto a rodar la quinta entrega.
Hace tres años que el foro on line creado por los fans patrios del profesor Jones se decidieron a constituirse en asociación cultural y, desde entonces, no han parado.Excursiones a localizaciones españolas de las películas, exposiciones con piezas que aparecen en las cuatro aventuras, asistencia a festivales de cine y cómics... y clases de látigo para quienes estén decididos a emular a Indy como Dios manda.
Elena Valdivia, una ingeniera madrileña de 34 años que ocupa la secretaría de la asociación, explica que, cada primavera, en varias ciudades españolas incluidas Madrid, Granada y Valencia, organizan cursos gratuitos en los que puede participar todo el que quiera aprender. «Los imparten miembros de la asociación a los que se les da francamente bien. Es verdad que en España suena raro, pero lo cierto es que en algunos lugares se ve como una disciplina deportiva más. Por otro lado, ¿qué hay más representativo de Jones que su manejo del látigo?».
Un alumno de ocho años
Nadie lo sabe mejor que Daniel Vidal, un palentólogo de 27 años, profesor de látigo en sus ratos libres, que hace solo unos días se encargó de impartir unas clases magistrales en el encuentro Cometcon16 celebrado en Oviedo. Los asistentes quedaron encantados. A una de sus clases en Madrid acudió el que hasta ahora ha sido su alumno más joven, de solo ocho años, un fan de Indiana que le dio tanto la lata a su madre que ésta terminó apuntándole a los cursos que ofrece la asociación en un parque madrileño. El club proporciona los látigos (tienen varios como el que usa Harrison Ford, que es de una marca americana, aunque los españoles son igual de buenos) y los participantes van protegidos con pantalón, manga larga y gafas. Elena cuenta que ser un crack del látigo es difícil, pero que hacerlo medio bien y divertirte no es nada complicado: en dos clases ya pueden hacer perfectamente el chasquido del ganadero (cattleman-crack), el más básico de los movimientos.
Quien sea seguidor de la saga puede unirse a la familia Jones española, que en tres años ha ampliado su número a los actuales 334 socios con profesiones de lo más variadas (médicos, profesores de instituto, comerciantes...) y que, unos años por arriba o por abajo, rondan la treintena. Todos admiran a un personaje cuyo atractivo, según Elena, radica en esa doble identidad de profesor serio y concienzudo y aventurero algo canalla que tan bien le sienta a Harrison Ford.
Ella es de las que cree que será muy difícil que Indiana Jones sobreviva al actor, para el que los 73 tacos que luce 76 para cuando en 2019 se estrene la quinta secuela, no parecen ser un problema a la hora de volver a ponerse en la piel del mítico explorador.
Aseguran los entendidos que la clave del éxito de Indiana Jones fue juntar a George Lucas y Steven Spielberg, ambos en estado de gracia, y decidir que fuera Ford el encargado de dar vida al protagonista. Las cosas no habrían sido lo mismo si Tom Selleck, por entonces ocupado en el rodaje de Magnum, hubiera aceptado la oferta que le hicieron. Quizá tampoco si, en lugar de Jones Henry Walton Jones Jr. le hubieran bautizado como Henry Smith, como Spielberg pretendía hasta que Lucas se lo quitó de la cabeza. Nadie sabe si entonces las aventuras del arqueólogo, que con la misma alegría se bate con los nazis que con un batallón de agentes secretos de la vieja URSS, se habrían escrito igualmente con letras de oro en la historia del cine.
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