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Interior de la parroquia de los Mártires con las vírgenes de los Remedios y la O en besamanos. ÑITO SALAS
Un templo cofrade: la iglesia de los Santos Mártires

Un templo cofrade: la iglesia de los Santos Mártires

La céntrica parroquia, sede canónica de varias hermandades, encara la última fase de las obras que la devolverá a fieles y público realmente esplendorosa, por lo que, si todo marcha según lo previsto, en el próximo mes de marzo se reanudará el culto

ALBERTO J. PALOMO CRUZ

Jueves, 27 de enero 2022, 00:44

De las cuatro parroquias históricas de Málaga, o sea, las erigidas en tiempos de la conquista castellana, dos de ellas han sido restauradas en su integridad en los últimos años, y una tercera, el Sagrario, se encuentra actualmente en un estado lamentable y un limbo burocrático que está demorando en demasía su regeneración. Por fortuna, la que resta, la iglesia parroquial de los Santos Mártires, encara la última fase de las obras que la devolverá a fieles y público realmente esplendorosa. Si todo marcha según lo previsto, en el próximo mes de marzo se reanudará el culto, pudiendo retornar a sus respectivas capillas los sagrados titulares de las distintas hermandades que allí tienen establecida su sede canónica. En todas ellas se han introducido novedades, además de la unificación estética de elementos comunes, como la solería y la rejería.

Aspecto del templo durante el proceso de restauración. SALVADOR SALAS

De este modo, en la perteneciente a la Archicofradía de la Pasión, ha desaparecido el muro lateral izquierdo donde se encontraba la hornacina y la imagen de San Juan Evangelista, que pasará a custodiarse en la casa hermandad. Con esta iniciativa se ha conseguido la uniformidad con la capilla de la Hermandad de los Gitanos, la única cuyos poseedores se encuentran reticentes a introducir cambio alguno, habiendo incluso desechado la posibilidad de construir un camarín secundario para albergar a María Santísima de la O.

La Archicofradía del Huerto, por su parte, ocupará el recinto del que goza con la ausencia del retablo para sus imágenes, ya que actualmente el mismo se encuentra desmontado y en proceso de dorado, delicada faena que tardará muchos meses todavía en quedar concluida.

En cuanto a la titular de la Asociación de Devotos de Nuestra Señora de la Misericordia, Reina de los Mártires, pasará a ocupar el retablo y el espacio dedicado en el pasado a Santa Gema Galgani, y más modernamente, ocupado por la Cofradía de la Sagrada Cena. Se da el caso de que la referida capilla recuperará su condición de baptisterio parroquial, figurando en su parte central la pila bautismal.

Igualmente, la capilla que perteneció a la Hermandad del Santo Sepulcro, se ha reservado para acoger a la Dolorosa y al Crucificado de la Agonía, réplica del famoso venerado en la localidad cántabra de ese nombre y de gran arraigo en la iglesia de los Mártires desde la época de la posguerra.

Una iglesia continuamente transformada

Obviando la radical modificación que sufrió la fábrica original del templo en el transcurso del siglo XVIII, que la convirtió en un trasunto modestamente parecido a lo que son las iglesias del barroco centroeuropeo, la parroquia de los Santos Mártires ha estado sometida a continuas restauraciones. Los técnicos han venido achacando sus problemas estructurales a la serie de intervenciones y añadidos que se sucedieron en el templo sin tener en cuenta la capacidad de sustento de la obra primigenia, con lo que nave central siempre ha estado resentida y al borde de la ruina. De hecho, cuando se dieron los trágicos sucesos de la llamada 'quema de conventos' en mayo de 1931, parte de la iglesia se encontraba apuntalada, pasando la parroquia provisionalmente a la de San Juan. No sería hasta 1938 cuando, de modo urgente, se acometiese la sustitución de los pilares dañados, a lo que siguieron en la década de los cuarenta, siendo párroco Luis Vera Ordaz, una actuación mucho más compleja donde se emplearon por vez primera en Málaga pilotes de hormigón como base para la cimentación de un edificio. Es entonces cuando, a nivel ornamental, se registra la actuación del tallista Pedro Pérez Hidalgo, a quien se confió la construcción de varios retablos en sustitución de los destruidos, siendo el del presbiterio una copia fidedigna muy lograda, aunque pasara a ser ocupado por la imagen de la Virgen de las Angustias salida de los talleres de Navas Parejo, desplazando a los santos patronos como por derecho correspondía. Al primero de ellos, un modesto y fecundo artista, tan injustamente despreciado, se debe parte del lustre que adquirió la iglesia en la segunda mitad del siglo XX.

Más modernamente, entre 1999 y 2001, se volvieron a efectuar trabajos de reparación de cierta magnitud, aunque no terminaron de solventar los males que se cebaban sobre el templo, hoy por hoy uno de los que aglutinan mayor actividad cofrade. Por fortuna, la obra que se espera sea la solución definitiva está llegando a su fin, con la restauración integral de todo el histórico conjunto, tarea que ha involucrado al Ayuntamiento de Málaga con una inversión que supera el millón de euros.

Fachada de la iglesia de los Santos Mártires. SUR

La importancia de la iglesia

Esta iglesia de los Mártires ha sido secularmente, después de la Catedral, el templo más notorio y de mayor lustre en la ciudad, entre otras razones en atención a estar dedicada a Ciriaco y Paula, jóvenes malagueños que, según la tradición, fueron martirizados en el siglo IV en nuestra ciudad por su condición de cristianos. Aún hoy, el Cabildo catedralicio mantiene la antiquísima tradición de asistir corporativamente al rezo de las horas canónicas de las vísperas con ocasión de su festividad el 18 de junio, si bien hasta el siglo XIX lo efectuaba con una previa procesión corporativa y trasladando bancos y enseres del primer templo para el realce de la función.

Dada la importancia de la parroquia, la misma gozó de un considerable patrimonio artístico, al que contribuyeron tanto las hermandades radicadas en ella, como el patronazgo de familias de la aristocracia local que lo escogieron como lugar de enterramiento, tales como los Monzón, Carranque, o Villalón. Lamentablemente, y a colación de esta mención, hay que decir que han pervivido muy poco de las laudas sepulcrales que debieron encontrarse en las distintas criptas. Tan solo unos pocos fragmentos de las mismas, y con muy buen criterio, han sido ahora empotrados en la pared de la entrada secundaria al templo por calle de Santa Lucía, para salvaguardar esta clase de testimonio.

Éstas y otras pocas piezas, principalmente de orfebrería, son los que restan del tesoro artístico y devocional que existió en la iglesia, por lo que para hacernos una idea de cuanto contuvo hay que recurrir a los legados documentales, pese que tampoco sean numerosos, ni demasiado descriptivos. Con todo, en el archivo de la catedral se conserva un inventario de las pertenencias de la parroquia que, además de detallado, nos brinda el conocimiento de su extinto esplendor. Contenido en el legajo 296 de los fondos, se trata de un manuscrito redactado en 1806, y con un posterior añadido fechado doce años más tarde. El mismo está firmado por el cura párroco Joaquín Navarro y Urbano a petición de Feliciano de Molina. Este personaje, además de ostentar el cargo de tesorero del Cabildo catedralicio, era vocal presidente de la junta de Diezmos del Obispado, y por tanto, celoso de cuanto atañía a la fiscalidad y fondos de la diócesis. En este documento, y por apartados, se detallan todo los enseres y objetos de la iglesia, desde los más valiosos a los puramente ordinarios, por lo que figuran desde dos formones para cortar hostias, seña inequívoca de que la fabricaban allí mismo, o dos cuerdas de treinta varas para «las cuatro campanas de la torre y las cuatro campanas de vuelta en el segundo cuerpo de la iglesia», lo que ha de entenderse como que las primeras eran fijas y las segundas de volteo. Según el registro, y solo comentando algunas de las piezas enumeradas, existían dos cruces. Una de plata sobredorada que pesaba 18 marcos y otra de 4 que se usaba para el altar mayor, entendiendo por esa definición el patrón de peso para los metales preciosos entonces vigente y que equivalía a un peso de 230 gramos actuales por un marco castellano. Se apunta en este bloque, la existencia de un portapaz de plata con el relieve de los santos patronos, que era usado en exclusividad para las misas solemnes.

Traslado claustral del Señor de la Pasión en Los Mártires. SUR

Aunque, evidentemente, en el citado inventario no figura pertenencia alguna de los ajuares que atesoraban las distintas hermandades y cofradías, por no ser de propiedad parroquial, si se detallan atributos para imágenes como los siguientes: «Una diadema de plata que tienen los santos patronos y pesan 90 onzas de plata, y la dio don Pedro González de Villoslada. Más una palma de plata que tiene Santa Paula que pesa 9 onzas, que la dio don Jerónimo de Mendoza por su devoción», a lo que cabe añadir otro juego sobredorado con «sobrepuestas», lo que quizás signifique que ostentaba algunas joyas o adornos añadidos. La Virgen de los Remedios, la única escultura preservada en su integridad de todas las calamidades de las que ha padecido esta parroquia, contaba con «una corona grande, imperial sobredorada y cetro, también dorado, dos pulseras de varias vueltas y perlas finas con sus manillas… y un rosario de venturina fina engarzado en oro… una media luna de plata y un lazo de plata sobredorada y diamantes pequeños que tiene al cuello…». De estas preseas, la corona es la única que cabe identificar con la que hoy todavía luce la efigie, ya que por la indicación de tamaño y la fecha de ejecución bien pudiera ser la que figura en el inventario en cuestión. También se deduce de esta información que por los años de la redacción del mismo no debía estar operativa la hermandad de mujeres que cuidaba del culto de este simulacro mariano, ya que sus joyas constan como propiedad de la parroquia. En su haber se añade la apostilla que su altar cuenta con dos lámparas, a las que cabe sumar otra pequeña que daba luz a la Virgen de los Dolores. Se detallan para el exorno numerosos candeleros de plata, y otros de hierro fijados a los altares, y al menos una docena de ramos de flores labradas, que junto a los de talco, o de flores secadas, eran por entonces muy comunes.

Más curiosa resulta la reseña de un anillo de plata sobredorada «con una piedra fina verde cuadrada del tamaño de medio garbanzo para el culto al Santísimo, por donación de doña Manuela de Lara, mujer de don Isidro Ibáñez, sargento mayor del regimiento de milicias de Plasencia a 14 de octubre de 1779»; entendiéndose que la joya desde que fuera ofrendada no había sido ni vendida ni engarzada en custodia alguna. Del inventario también cabe destacar un terno litúrgico completo que se mandó hacer por disposición del obispo José Vicente de la Madrid, después de que girara éste en 1801 visita pastoral a la iglesia. O como posteriormente, se enviaron misales a la parroquia auxiliar de San Pablo y una campana a la torre de Martiricos, donde se enclavaba la ermita dedicada a los patronos en el supuesto lugar donde sufrieron martirio. Igualmente resulta llamativo que se destaque «la mesa famosa (sic) de piedra blanca colocada en medio de la sacristía con dos pies de jaspe, donada por don Pedro Gumucio…».

La incuria de los tiempos ha dado al traste con todo este patrimonio, en buena medida rehecho por la actuación de las cofradías que, casi perdida la feligresía por evidente despoblación, son las que mantienen vivo uno de los templos más hermosos y significativos de la ciudad, a cuyo frente actualmente se encuentra el presbítero Felipe Reina Hurtado, quien ha dado muestras sobradas en cuanto a buena gestión y celo en el cuidado de las parroquias que se las ha encomendado.

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