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VANESSA MELGAR
Martes, 12 de abril 2022, 00:01
La noche del Miércoles Santo en Ronda es de Nuestro Padre Jesús en la Columna y María Santísima de la Esperanza, conocida como 'la Novia de Ronda'; y del Santísimo Cristo de la Sangre y Nuestra Señora del Mayor Dolor. La primera hermandad avanza hacia el centro de la ciudad del Tajo, una vez que la luz del día comienza a despedirse, desde el popular barrio de San Cristóbal; y la segunda, también lo hace desde el propio corazón del conjunto histórico, desde La Ciudad, cuando el cielo ya es totalmente negro. En la procesión que realiza esta última, envuelta en la oscuridad y el silencio que la caracterizan (también se conoce por ello a la hermandad como El Silencio), sobrecoge el sonido de las cadenas de hierro que arrastran sus penitentes, con grilletes, en los tobillos. Éste aún parece hacer más pesados estos lastres que deciden portar estas personas a lo largo del recorrido por las calles de la localidad que realiza esta hermandad, en señal de arrepentimiento por los pecados cometidos.
Según explicó Diego Cañestro, hermano mayor del Cristo de la Sangre, existen dos tipos de penitentes que, igualmente, tiran de estas cadenas, además de cargar con una cruz en cada caso. Por un lado, siete, que visten túnicas negras y antifaces rojos (se les conoce como penitentes negros). Hacen referencia a los siete pecados capitales: a la soberbia, avaricia, lujuria, ira, gula envidia y pereza; y, por otro, otros, con túnica blanca y fajín y antifaz rojos. «En este caso, no están vinculados a ningún pecado capital en concreto», dijo Cañestro.
Esta dicotomía se estableció ante la solicitud por parte de personas que querían hacer penitencia en el Silencio. «Años atrás se desbordó de tal forma que tuvimos que añadir cadenas y cruces para penitentes sin identificar el pecado», apuntó el hermano mayor del Silencio. En la actualidad, hay lista de espera en este sentido y se hace un seguimiento cada año y se establecen rotaciones, en caso de que así sea necesario.
Se preserva la intimidad de cada penitente hasta tal punto que solo una persona, en este caso el fiscal, tiene conocimiento de la citada lista y se encarga de su gestión. «Además, entran (a la Colegiata de Santa María de la Encarnación La Mayor, desde donde sale estar hermandad cada Miércoles Santo) por una puerta distinta. Nadie sabe quiénes son los penitentes. Esto lo llevamos con mucho celo», subrayó Cañestro. La hermandad tampoco asigna el penitente al pecado, si no que es éste el que lo elige. En total, en cada salida procesional del Silencio, cada año, lleva alrededor de 20 penitentes.
Respecto a las cadenas, el Silencio las homogeneizó hace varios años y los grilletes los cubrió, en su interior, con piel. «Tuvimos que establecer que la hermandad ponía los grilletes. Había personas que usaban cuerdas para arrastrar las cadenas, con el daño que conlleva», subrayó el hermano mayor. Estas cadenas pesan alrededor de 20 kilos. Hay penitentes que usan calcetines o zapatillas, pero la mayoría realizan descalzos el recorrido de la estación de penitencia, que pasa por lugares tan emblemáticos en Ronda como el Puente Nuevo sobre el Tajo. De hecho, este es uno de los puntos de interés del itinerario, así como el giro en la calle Virgen de la Paz con Mariano Soubirón, junto a la Alameda.
Otra seña de identidad del Silencio es que delante de cada penitente negro, en cuyas cruces se lee el pecado capital en cuestión; se posiciona un hermano, con túnica y capirote blanco, que porta banderines con las virtudes, esto es, humildad contra la soberbia; generosidad contra la avaricia; castidad contra la lujuria; paciencia contra la ira; templanza contra la gula; caridad contra la envidia; y diligencia contra la pereza.
La salida procesional de esta cofradía se desarrolla prácticamente a oscuras, puesto que al paso de sus titulares, se van apagando las luces del recorrido. Tampoco lleva acompañamiento musical, sino un grupo con rezos melódicos y cantos gregorianos que ensalzan la bellezas de las imágenes. La salida también es singular puesto que se lleva a cabo desde detrás de un telón de terciopelo rojo.
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